Día Internacional del Orgullo LGBTIQ+
La trans gualeguaychuense que trabaja en el hospital y se hizo su casa con sus propias manos
Hoy se celebra el Día Internacional del Orgullo LGBTIQ+ y siempre es importante reflexionar acerca de los derechos conquistados y los que aún faltan para que todos podamos vivir en una comunidad diversa e inclusiva. Belén Figún, una de las primeras que se cambió el nombre en su DNI tras la aprobación de la ley, es maestranza en el Hospital Centenario hace unos años y asegura que el trabajo siempre la dignificó: “Fui albañil y me hice mi propia casa”, contó orgullosa. Plantea algunas diferencias con las manifestaciones de la comunidad trans de Gualeguaychú e invita a reflexionar sobre el respeto.
Como algo caprichoso del destino, María Belén Figún nació un 28 de junio, apenas 5 años después de la revuelta de Stonewall que dio origen al Día Internacional del Orgullo LGBTIQ+. En el día de su cumpleaños número 50, tuvo la gentileza de charlar con Ahora ElDía y reflexionar acerca de sus vivencias y las de la comunidad trans en Gualeguaychú.
¿Qué te atraviesa en este día, es algo para celebrar o hay que seguir insistiendo con el respeto y la igualdad?
Se debe seguir concientizando, no hablo de mi experiencia de vida porque he transitado mis vivencias bien en cualquier lugar y en cualquier ámbito, pero si presencié situaciones muy desagradables de discriminación. Hay gente que no acepta las diferencias, no sólo en lo sexual o en cuestiones de género, sino en cualquier índole. Nunca hay que dejar de manifestar que exista la igualdad para todos.
A mí me parece que ir al choque no genera lo que pretende, hay maneras y maneras de manifestarse, con algunas concuerdo y con otras no. Creo que lo mejor es expresarse sin entrar en conflictos y polémicas.
¿Cómo transitaste los distintos derechos que se fueron conquistando en estos años?
Aunque me sentí incluida durante toda mi vida y no tuve problema en lo social, fui beneficiada indudablemente con las leyes que ahora nos amparan para hacer un montón de cosas que antes eran más difíciles o no se podían. Creo que fui la primera que se cambió el nombre en Gualeguaychú. Recuerdo que cuando fui me utilizaron tipo “conejillo de índias”: me hicieron las fotocopias ahí y todo para que no me fuera, así que fue fantástico. Utilizo todo esto sin sentir que lo necesite, porque ya como ser humano tengo los mismos derechos, por ahí socialmente no lo permiten, pero legalmente los tengo.
¿Cómo fue la aceptación de tu familia y de tus vínculos cercanos?
Fue todo muy paulatino, no tuve etapas marcadas, hasta en lo estético fue paulatino. Si cuando era chica me ponía un saco y una corbata era una chica lesbiana vestida de varoncito… Era muy rara, siempre fui muy ambigua, ahora estoy más definida. Todo fue progresivo, no hubo cambios marcados, y tuve una aceptación normal dentro de lo que cabe en cualquier familia, cada uno con sus tiempos de aceptación porque no todos maduran al mismo tiempo. Por ahí, tuve la suerte o la desgracia de que mi papá falleció cuando tenía 9 años y a él le hubiera costado un poquito más porque era muy machista. A mi mamá le costó, pero no tuvo mucha opción igual. En definitiva, si te manejás con sinceridad, de frente, sin vueltas y con respeto ante todo, seguramente ese sea el camino más conveniente porque si encarás mal el tema sin dudas no va a salir bien.
¿Y en el ámbito laboral?
Cuando ingresé al Hospital me sentí increíble, porque la reacción de todo el mundo fue con mucho respeto, hoy tengo amigos que siempre me trataron como a una más. La verdad que trabajo divinamente acá adentro, nunca tuve una mala situación con nadie. Yo trabajé de albañil, me hice mi casa con mis propias manos y no dejo de ser María Belén por levantar una pared, la mujer hoy en día hace todo y siempre lo hizo, no vas a perder la dignidad en un trabajo, todo lo contrario.
¿Tuviste alguien con quien charlar lo que sentías y sobre los cambios que ibas teniendo?
Fue un proceso interno, natural, no es que hay cambios. Una anécdota muy personal que me recuerda siempre a mi familia es que cuando se casó mi hermana: tenía 3 años y no paraba de llorar desde que llegué a la fiesta hasta que a una de mis tías, vaya a saber el porqué, se le ocurre sacarle el velo de novia a mi hermana y me lo pone a mí… ahí me calmé. Eso fue un indicio. Conozco gente que, por mantener un estatus social, hasta se llegó a casar y hasta hoy vive amargada. En algún momento de la vida eso surge solo, tenés que salir, aunque los otros se pregunten ‘¿qué le pasó de grande?’, y la verdad es que esa persona lo venía madurando desde hace años.
Nos cuesta a las personas aceptarnos como somos…
Yo soy trans, no soy mujer. Hay chicas trans que se enojan cuando les planteo esto, pero lamentablemente biológicamente es algo que tenemos que tener en cuenta. Acabo de cumplir 50 años y desde hace una década comencé a hacerme controles con el urólogo, porque por más mujer que me sienta, biológicamente soy un hombre y eso no se puede negar, y no todo el mundo lo habla con esta naturalidad. Es algo que tiene que ver con nuestro cuerpo por más que me ponga todas las cremas que existan, mi piel es masculina. Hay que usar tratamientos adecuados, no someterse a aquellos que no tienen ningún sentido y que pueden generar complicaciones en la salud. Escucho a muchas chicas que me dicen que si no las atiende un especialista trans no se quieren hacer ver, pero para eso necesitas un mundo paralelo… Eso no es inclusión. Si pretendes que cada persona que está detrás de un escritorio para atenderte sea de tu condición estamos en un problema.
Si tenés que decirle algo a una chica trans que todavía tiene temores porque no tiene una familia o un entorno amigable, ¿qué le dirías?
Ante todo que vaya con respeto, en el ámbito familiar, laboral, social… Con respeto, eso te lleva a cualquier lado que quieras llegar. Y seguro va a lograr lo que sea, más si lo que querés es el respeto y el aval del otro.