UNA CELEBRACIÓN QUE TRAJERON LOS ESPAÑOLES
La tradición religiosa de Semana Santa
Expresión de la fe católica de los pobladores de la villa hispana, la conmemoración cristiana anual de la pasión de Cristo, para esta época del año, sigue vigente en las comunidades religiosas locales, convirtiéndose en un acto cultural de Gualeguaychú.
La Semana Santa se fue propagando por el mundo conforme el catolicismo fue ganando terreno y fieles. En América, fueron los españoles quienes popularizaron esta celebración que, junto con la Navidad, es una de las más importantes del calendario litúrgico.
Esta rememoración habría que remontarla a las primeras manifestaciones de fe cristiana en la región. Se cree que la primera misa que se celebró en Entre Ríos pudo haber tenido lugar en 1607.
Al finalizar el dominio español (1810-1811) el territorio de Entre Ríos se hallaba subdividido en parroquias dependientes de la diócesis de Buenos Aires. Una de ellas era la de Gualeguaychú.
En 1771 unas 40 familias se situaron en este paraje, en donde en 1777 fue construida una capilla pública consagrada a San José y a la Virgen del Rosario, servida por fray Mariano Amaro.
En 1779 la región fue visitada por el nuevo obispo de Buenos Aires, Sebastián Malvar y Pinto, quien desde Santo Domingo Soriano (Uruguay) pasó a Gualeguaychú y siguió hacia Misiones. El 28 de setiembre de 1780 el obispo erigió canónicamente la parroquia de San José de Gualeguaychú.
Desde esa época, dentro de la comunidad parroquial, y antes de que Tomás de Rocamora fundara la ciudad (1783), los primeros pobladores participaban de momentos litúrgicos llenos de simbolismo, reflexión y fervor religioso, que los llevaban a recordar el paso de Jesús de Nazaret por este mundo, y en los que siempre fueron características la abstinencia de carne y el ayuno.
Se trata de una celebración que se viene realizando hasta el día de hoy, con su mensaje inalterable, en el marco de las iglesias católicas, y que con el paso del tiempo se ha transformado en un acto cultural de la ciudad.
El tránsito de la villa hispana a la ciudad moderna no ha modificado el espíritu de esta tradición religiosa, que bajo su propia modalidad es vivida también por las iglesias protestantes, asentada aquí desde principios del siglo XX.
La historiadora María Sáenz Quesada comenta que hasta bien entrado el siglo XIX, los miembros de los gobiernos en Argentina todavía asistían en pleno a las ceremonias, que incluían vía crucis y procesiones, porque el catolicismo era muy fuerte entonces.
Pero refiere que a medida que el liberalismo y las logias masónicas fueron ocupando el lugar que antaño era monopolio de la Iglesia, la participación oficial en la Semana Santa comenzó a mermar.
“La tendencia a la secularización de la vida social se acentuó a fines del siglo XIX, cuando la elite dirigente consideró que los actos piadosos eran asunto exclusivo de las mujeres. La sociedad se dividió en 1882 entre liberales y clericales a raíz de la polémica sobre la ley de educación”, refiere Sáenz Quesada.
Como sea, es un hecho que la Semana Santa ha devenido en un acontecimiento cultural significativo en todo el territorio nacional, convirtiéndose sobre todo en el interior, donde la religiosidad cristiana es mayor, también en un producto turístico.
En Argentina, por ley y como recordatorio de este tradicional evento religioso, el Jueves Santo es día no laborable en tanto que el Viernes Santo es feriado nacional.
Qué se celebra
En Semana Santa se conmemoran los hechos que precedieron a la resurrección de Jesús de Nazaret, también llamado Cristo (que en griego significa “ungido”).
La celebración comenzó este año el 23 de marzo con el Domingo de Ramos, día en que los fieles recordaron la entrada triunfal de este rabí judío a Jerusalén montado sobre un burro, después de haber resucitado a Lázaro.
Según el relato de los Evangelios, las multitudes pusieron sus ropas en el suelo para darle la bienvenida y lo aclamaron como Rey y salvador.
El Jueves Santo, en tanto, se recuerda la Última Cena de Jesús con sus discípulos (donde manifestó saber que sería traicionado por unos de ellos) y el lavado de pies que les realizó para dar ejemplo de servicio y humildad.
El día más doloroso es el Viernes Santo, en que se recuerda la pasión y muerte de Jesús en la cruz.
Los Evangelios narran que las autoridades religiosas judías de la época, conspiraron contra él porque se proclamaba “el Hijo de Dios” y era sindicado como un “alborotador”.
Estas autoridades y quienes las apoyaban decidieron llevar a Jesús ante Poncio Pilato, quinto prefecto de la provincia romana de Judea entre los años 26 y 36 d.C. Este en principio no vio que fuera culpable para condenarlo, pero finalmente se avino a la presión de una multitud que clamaba por su crucifixión.
Se cuenta que Pilato entonces se lavó las manos con agua a la vista del pueblo, proclamándose “inocente de la sangre de este justo”. Este gesto de “lavarse las manos” es el origen de la expresión de desentenderse de algo, que llega hasta nuestros días.
La crucifixión era una pena de muerte que los romanos aplicaban a esclavos y sediciosos. Tenía un carácter infamante, por lo que de suyo no podía aplicarse a un ciudadano romano, sino sólo a los extranjeros.
Otro día significativo es el Sábado Santo, una jornada de luto y silencio por la muerte de Cristo, y por tanto de reflexión e introspección para los creyentes.
En la Iglesia Católica este día no se celebra la eucaristía, al igual que el Viernes Santo. La comunión puede darse solamente como viático. Tampoco se celebran matrimonios, ni se administran otros sacramentos, a excepción de la penitencia y la unción de enfermos.
Por último, el Domingo de Pascua es la celebración de la Resurrección, la creencia religiosa cristiana según la cual, después de haber sido condenado a muerte y crucificado, Jesús resucitó de entre los muertos.
Es el principio central de la teología cristiana y forma parte del Credo de Nicea: “Al tercer día resucitó, conforme a las Escrituras”.
Toda la Semana Santa se orienta así hacia la Pascua (que significa “pasar”), un episodio en el que se cifra el misterio de la Redención, alrededor del cual los cristianos asientan sus esperanzas.
Remembranza religiosa
Desde la época de la fundación de la Villa, con su capilla de adobe y paja, pasando por la etapa colonial, hasta el período de la independencia y luego en plena modernidad, la Semana Santa significó un evento social y religioso significativo, sobre todo para la feligresía cristiana.
Los relatos orales de vecinos, las memorias y los periódicos describen las singularidades de estas ceremonias. La Cuaresma representa un período de purificación y en este sentido destacan el ayuno y la abstinencia, dos prácticas establecidas por la Iglesia Católica.
Como una forma de penitencia, se invita a la gente a privarse de comer carne los días de vigilia, un alimento muy común y apetecido por la mayoría, el cual suele ser reemplazado por el pescado.
Una celebración peculiar es el miércoles de Ceniza, durante el cual los feligreses asisten a las iglesias, donde el sacerdote les hace una cruz en la frente con este polvo.
La ceniza se obtiene de la cremación de las palmas usadas en la Semana Santa del año anterior y simboliza el arrepentimiento y el compromiso de reconciliación.
“En el Jueves Santo caía sobre el pueblo un manto de tristeza, el sermón de la montaña. El Viernes Santo completaba el cuadro de pesadumbre, la ciudad parecía desierta y en el templo las imágenes estaban ocultas con un velo al igual del altar mayor, con un enorme cortinado”, revive Carlos Lisandro Daneri, al recordar las celebraciones del pago chico, en sus “Crónicas Informales” (1998).
Y relata: “Pero, finalmente, llegaba el Sábado de Gloria y previas las Letanías el velo se corría, apareciendo el altar mayor totalmente iluminado e irrumpía la música del órgano. Desde ese momento la tristeza de días anteriores desaparecía y todo recobraba el ritmo anterior, y finalmente llegaba el Domingo de Pascuas. Pascuas de Resurrección”.