La malaria también le llegó al fútbol
Los alcances de la crisis económica global arribaron al fútbol argentino, que es una de las plazas exportadoras de jugadores a Europa. Pero ese mercado está cerrado, y entonces las finanzas de los clubes locales tambalean.o
El llamado “mercado de pases”, este verano, atraviesa una depresión notable. No se han registrado las millonarias transferencias de los habilidosos argentinos, tan cotizados en el exterior el último tiempo.
El fantasma de la recesión obligaría a los clubes europeos, principales impulsores de este tipo de operaciones, a reducir drásticamente sus costos. La contrapartida, es que el fútbol argentino no encuentra el modo de colocar a sus principales figuras.
El negocio del fútbol está globalizado al extremo. En este esquema, Argentina es un país exportador neto de talentos, cuyos clubes viven básicamente de la venta de jugadores.
Un dato lo dice todo: en los últimos dos años han vendido al exterior por valor de 300 millones de dólares. Así, se han ido: Fernando Gago, Ever Banega, Daniel Díaz, Pablo Ledesma (Boca), Juan Pablo Carrizo, Marco Ruben, Gonzalo Higuaín (River), Andrés D’Alessandro (San Lorenzo).
También Germán Denis, Carlos Matheu (Independiente), José Sosa, Pablo Piatti (Estudiantes), Darío Cvitanich (Banfield), Mauro Zárate, Damián Escudero (Vélez), Lautaro Acosta (Lanús).
Lo concreto es que hoy este negocio se ha desplomado. Ningún club de Europa está dispuesto a pagar, por ejemplo, las sumas millonarias que venían desembolsando por los jugadores argentinos.
Se sabe que los clubes viven sobre todo de estas ventas, además de los ingresos por derechos de televisación, con lo cual han entrado en su mayoría en un frente de tormenta financiero, al punto de tener deudas con sus deportistas (no pagan primas y demás).
El nuevo manager de Boca Juniors, Carlos Bianchi, admitió hace poco que el club ya no vive en el edén económico, a pesar de su jerarquía. “Uno vive de las ventas y cuando no vende, empiezan a crearse desequilibrios económicos”, dijo al lamentarse por la fallida venta de Rodrigo Palacios.
Lo cierto es que el club de la Ribera, que esta temporada hizo una sola contratación (repatrió al arquero Abbondanzieri) y que hasta aquí daba una imagen de solvencia económica, exhibe hoy un déficit anual de 50 millones de pesos, producto además de que algunos cobros por futbolistas vendidos a España vienen con atrasos.
La ausencia de pases al exterior ha obligado a las entidades a recurrir a procedimientos ingeniosos para subsistir. Algunos han optado por mantener sus actuales plantillas de futbolistas, en tanto que otros, más necesitados de renovación, recurren “al canje y al préstamo”.
La malaria, además, ha potenciado los conflictos entre los jugadores y los dirigentes. Cristian Fabbiani se peleó con la dirigencia de Newell’s de Rosario, a causa de una vieja deuda.
River Plate, que desea al jugador, ofrece un canje de jugadores para quedarse con él. En tanto que Sebastián Abreu, de la plantilla millonaria, dejó plantado a River en el medio de la temporada, porque le ofrecían más plata en la Real Sociedad, un club español de segunda categoría.
Mientras tanto, los clubes planean rigurosos achiques presupuestarios, una de cuyas medidas es rebajar el salario de los jugadores, pero para las futuras contrataciones.
La estrategia, básicamente, consiste en “pesificar” de ahora en más los contratos, con el argumento de que resulta inviable seguir cobrando en pesos y pagar a los jugadores en dólares.
En suma, la mishiadura llegó al deporte más popular de la Argentina.
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