VIVIR EN CONSTANTE MOVIMIENTO
La llamativa experiencia de un gualeguaychuense que conoció todo el mundo desde el aire
Ahora ElDía habló con Nicolás Tesure, un vecino de nuestra ciudad que hoy vive en el exterior y que durante mucho tiempo afrontó la particular experiencia de trabajar a bordo aviones y cruceros, conociendo a diario personas y lugares de todo el mundo.
Nicolás Tesure tiene 38 años, nació y creció en nuestra ciudad hasta que se mudó a La Plata para estudiar el traductorado en lengua inglesa. Mientras estudiaba, empezó a trabajar en servicios de catering para eventos y a dar clases particulares de inglés para poder ayudar a sus padres y sustentarse económicamente. Fue por esos años cuando tuvo una idea junto a un amigo: “¿Por qué no trabajamos en un crucero?”.
“Empecé a buscar en internet el tema de cruceros, compañías y viajes al exterior, y había justamente una compañía en Buenos Aires que hacía entrevistas para trabajar en cruceros. Mandé el currículum como quien dice ‘bueno, no tengo nada que perder, ¿no?’”, contó, y recordó la sorpresa que se llevó al haber sido seleccionado: “Me dijeron ‘tenés buen inglés, tenés experiencia de camarero, perfecto, ¿qué te parece la posibilidad de trabajar en un crucero?’, así básicamente. Hablé con mis padres, obviamente con un poquito de dudas, de incertidumbre, porque todavía me quedaban algunas materias para recibirme. Yo sabía que iba a volver y me iba a recibir y bueno, acepté el trabajo”
Lo que siguió para Nicolás fue el comienzo de una etapa en la que comenzaría a conocer los más diversos rincones del mundo como parte de su cotidianeidad laboral. Así recordó esa primera experiencia: “La compañía tramitó la visa, tramitaron todo, me mandaron los pasajes de avión y después volé desde Buenos Aires hasta Houston, Texas, y al día siguiente me pasaron a buscar para ir al barco. Yo estaba muy nervioso, era mi primera experiencia en el exterior, más allá de algún que otro viaje de vacaciones con la familia. Y ahí me encontraba, con 23 años en Houston, a punto de subirme a un barco de seis mil personas”.
Sin tantas demoras, después algunos trámites y de acomodarse en una pequeñísima habitación del barco, empezó el intenso trabajo de a bordo: “fue una experiencia que en verdad me ayudó mucho para darme cuenta de lo que es el trabajo en sí, porque trabajábamos 12 horas por día, todos los días, incluso cuando llegábamos a algunos puertos teníamos la posibilidad de bajarnos, pero eran dos o tres horas”, contó.
Y agregó: “Pude recorrer lugares como Aruba, las islas de Gran Caimán, toda la parte de México; fuimos a Jamaica, a toda la zona del Caribe. Ese fue mi primer contrato, y cuando volví fue raro, porque sentía como que una partecita de mí se había quedado en el barco, era como que quería volver a recorrer otros lugares, aunque por otro lado había vuelto muy cansado. Eran 12 o 13 horas de jornada laboral y sentía que era una locura. Pero bueno, ya había armado un grupo de amigos, y había conocido gente de todos lados, y muchos seguían en otros barcos”. “Intenté retomar el estudio universitario, pero me decidí a embarcar en otro crucero, así que lo hice por todo un año más. Después estuve navegando por Europa; todo el Mediterráneo; terminé en la zona de Noruega, la verdad que fue muy lindo. Finalmente decidí volver a tierra firme y dedicarme a recibirme, así que me fui a La Plata y finalicé la carrera de traductorado”, continuó.
Luego de cumplir esa meta pendiente, Nicolás se vio listo para continuar descubriendo la experiencia de “trabajar a bordo”: esta vez a bordo de un avión. “sabía que quería seguir viajando; sabía que no iba a poder hacer ese tipo de trabajo durante mucho tiempo, porque la verdad era muy cansador, pero me dejó la puerta abierta a seguir explorando otras opciones. Ahí fue cuando me salió una posibilidad de trabajar en la aerolínea Emirates. Fue la misma situación, hablando con otro amigo, me dice ‘che, hay una aerolínea Emirates que hace entrevistas abiertas’, y pasó casi muy similar a lo del crucero”, relató.
Y siguió: “La entrevista para la aerolínea fue bastante intensa, todo el proceso. Pasamos de la entrevista general, en la que éramos como 400 personas, a otra al día siguiente donde ya éramos 80. Nos habían puesto en grupos, te daban un número, y después nos ponían en ronda y nos hacían hacer actividades grupales. Veían la manera en la que interactuabas, quién era el que presentaba la idea, quién era el que escuchaba, quién era el que guiaba. Después me di cuenta del perfil que buscaban: alguien que sepa escuchar, que sepa trabajar en equipo. Hubo gente que se veía con mucha confianza y no quedaban para las siguientes fases. Después de trabajar siete años en aerolínea, me di cuenta por qué. El trabajo en equipo es primordial, la comunicación, saber escuchar; son cosas que ellos estaban buscando”.
Luego de esa entrevista hubo otra, seguida de una espera incierta, hasta que un llamado telefónico le dio la noticia que estaba esperando: “¡Felicitaciones, Nicolás! Has conseguido el trabajo. ¿Cuándo te interesaría mudarte a Dubái?”. Era septiembre, y para el mes de noviembre el joven gualeguaychuense ya se había trasladado a los Emiratos Árabes Unidos. “Nos habían informado que iban a ser dos meses de capacitación, un entrenamiento bastante intenso –contó- y me acuerdo que el primer día fue un choque cultural de haber visto que éramos más o menos 200 personas de todo el mundo, gente de todos lados: Líbano, España, Grecia, China, Tailandia, era una locura”. Nicolás y otra compañera eran los únicos argentinos en esa nueva camada que estaría junta por los siguientes dos meses viviendo en un mismo edificio de la empresa.
“Fue un curso de parte de seguridad; una parte de asistencia médica, aprendimos mucho de primeros auxilios. Después hubo una capacitación de atención al cliente, servicio: toda la parte de cómo presentar la comida, cómo servirla, cómo hablar con los clientes, en eso se hizo mucho hincapié; también en la parte del uniforme, la presencia, estar siempre de punta en blanco. Y después empezamos a volar”.
Una vida en el aire
“Volar fue una experiencia única. Por ahí cuando habló con amigos me dicen ‘¿Vos te das cuenta de lo que viviste, no?”; incluso cuando lo estaba viviendo me lo decían, y por ahí no me daba cuenta. Era algo normal estar en un vuelo a Australia y verme con un amigo que justo estaba viviendo en Australia; después hacer planes para encontrarme con otro amigo que justo estaba viajando por Europa y lo veía en Amsterdam; y por ahí al otro fin de semana organizar para ir a ver un partido del Real Madrid en Madrid. Lo veía como algo normal y ahora que ya no lo estoy viviendo digo ‘guau, qué locura’, y qué bueno que lo viví también”, expresó Nicolás, quien contó que con su esposa y compañera de trabajo planeaban viajes de manera inesperada: “’¿Qué hacemos?’ ‘¿Dónde vamos?’, ‘Mirá, hay un vuelo que está bastante vacío para Tailandia’, “Bueno, vamos a Tailandia un fin de semana largo’; así como quien se iba por ahí a Córdoba, nosotros nos subíamos a un avión y salíamos a íbamos a recorrer por ahí”.
El trabajo de Nicolás como tripulante de cabina implicaba alrededor de tres vuelos por semana, dependiendo de la distancia entre los destinos: “Cuando tenías un vuelo largo desde Dubai hasta Estados Unidos, por ejemplo a Los Ángeles, que eran unas 15 horas, te daban dos días de descanso o hasta tres días al día siguiente”, ejemplificó, diferenciando lo que pasaba con vuelos cortos de ida y vuelta: “de esos te podía llegar a tocar uno por día, y eran bastante cansadores”. “La tripulación era distinta, todo el tiempo cambiaba. Después, de a poco, cuando ya ibas volando un poco más empezabas a ver alguna que otra cara conocida, hasta el punto de que vos podías llegar a cambiar vuelo con un amigo: “Tengo Londres y vos tenés Shanghai, te cambio mi Londres por tu Shanghai”, contó, y recordó que eso mismo lograron hacer varias veces con su esposa para compartir tiempo juntos en un mismo vuelo.
Otra curiosidad de la vida a bordo que contó Nicolás es que durante cada viaje estrechaba lazos de amistad con una tripulación de gente diversa y casi siempre cambiante: “Durante el viaje éramos todos mejores amigos, era una relación muy loca que se armaba con los colegas porque era llegar a destino y ya con el mismo grupo organizarte para cada uno salir a recorrer, o todos salir a cenar”. “A veces pasaba que no los veías nunca más o por ahí se armaban algunas amistades duraderas”, agregó.
Por supuesto, no todo fue color de rosas. “Lo del jet lag era real; era por ahí acostarte a dormir a las 2 de la tarde, porque tenías que salir en un vuelo a las 12 de la noche. Un Año Nuevo me tocó ir a China, el vuelo salía a las 3 de la mañana del primero de Enero, me acuerdo que el 31 a las 12 de la noche me sonó la alarma, y yo me estaba preparando para ir a trabajar. Escuchaba los fuegos artificiales y todo, pero bueno: yo en mi departamentito, poniéndome el uniforme y yendo a trabajar. Una navidad también la pasé en Portugal, que uno dice ‘¡Oh, estabas en Lisboa, en Portugal! ¿Quién no quisiera pasar una Navidad en Lisboa, no?’; y no, yo quería estar en Gualeguaychú, disfrutando de Navidad en el verano, con calorcito y estando con mi familia. Había sentimientos encontrados por ahí”, explicó.
Y agregó: “Después con mi esposa empezamos a notar que estábamos mucho tiempo cansados, que a veces no nos veíamos porque ella aterrizaba, yo volaba... Era como que se hizo un poquito cansadora toda esa parte”. Fue así que Nicolás y su esposa tuvieron que tomar una decisión, considerando también el hecho de que querían formar una familia, algo que no veían muy compatible con su estilo de vida. Dado que la familia de la novia vivía en Estados Unidos, evaluaron y finalmente se decidieron por esa opción. “Fue, obviamente, todo un proceso de adaptación”, señaló. Hoy, Nicolás ya tiene su familia y viven en el estado Arizona, donde ha podido establecerse y progresar con distintos trabajos, entre otras cosas gracias a su formación como traductor. Atrás quedaron los días de destinos inesperados y jet lag, y aún más lejanos aquellos en los que navegaba durante semanas. Sin embargo, la aventura de la vida misma seguramente seguirá dando sorpresas a este gualeguaychuense de espíritu inquieto.