INTEROCEPCIÓN
La inteligencia artificial y las revoluciones
Existe un mecanismo en nuestro organismo cuya función es percibir e interpretar las señales que envía el propio cuerpo. La “sensación” de estómago vacío al tener hambre, el rubor del rostro ante situaciones vergonzantes o frente a la ira, el corazón que se acelera frente a la emoción o el miedo, es lo que se conoce como autoconciencia o, en medicina, interocepción. En definitiva, no solo percibimos la realidad a través de nuestros cinco sentidos (olfato, vista, oído, gusto y tacto), sino que también surge permanentemente un conjunto de sensaciones que nos informan de lo que está sucediendo adentro de nosotros. En definitiva, es lo que nos permite tener información -certera o errónea eso es otro tema- acerca de lo que pasa dentro de nuestro cuerpo. Ahora bien, todos y cada uno de nosotros vivimos y formamos parte de un tejido social, de una sociedad, de un “cuerpo” social, quien también, de algún modo, nos envía permanentemente señales acerca de su estado, de sus sensaciones, de sus emociones.
A partir de esto, puede hacerse un paralelismo -y de hecho se hizo- entre la autoconciencia y la conciencia social ya que, desde las neurociencias, se determinó que forman parte del mismo sistema; esto se debe a una pequeña estructura cerebral que es capaz de convertir los estados corporales en emociones sociales, así como la caricia en sensación de placer o el descontento en ira o vergüenza. Ante el mismo estímulo, la respuesta es diferente.
La importancia de conocer esto radica en que ese órgano (ínsula se denomina) va “aprendiendo” a codificar la relación entre nuestro cuerpo y las emociones sociales desde la primera infancia, de allí que sea ese aprendizaje emocional un factor de importancia supina en futuros problemas relacionados con la salud mental y la relación de las personas con la sociedad que los acoge o los rechaza.
Intentaré explicar brevemente cómo actuaría la interocepción en una situación social; imaginemos una situación cualquiera en la que la respuesta normal del organismo sería la aceleración del ritmo cardíaco (una acción del organismo destinada a aumentar el estado de alerta y preparar la reacción de “lucha o huir”), algunos investigadores creen que no es la respuesta fisiológica en sí la que provoca el estrés social, sino la interpretación subjetiva de la misma. En otras palabras, dos personas pueden tener el mismo estado corporal interno (las mismas manifestaciones biológicas), pero experimentar niveles completamente diferentes de malestar social. Resumiendo: no solo nuestras emociones y pensamientos influyen de manera determinante en nuestro cuerpo, sino también -y fundamentalmente- la interpretación que hacemos sobre lo que nos duele, nos alegra, nos enoja o nos entristece y sus razones.
Las dos reflexiones que me provoca esto y que las comparto con usted, estimado lector, son: la infancia continúa siendo la etapa más importante en las acciones dirigidas a tener una sociedad biológica y emocionalmente más saludable y, por otra parte, si hay algo que aún nos hace diferente de los robots y su inteligencia artificial es esto, en ellos el cuerpo y la mente están divididos, en nosotros, por nuestra propia naturaleza, es imposible, de allí que al no tener conciencia de malestar social no sienten la necesidad de generar revoluciones. No todavía.