EL DOLOR DE UNA FAMILIA
"La inoperancia de la Justicia es responsable de la muerte de Lucas Bentancourt"
Sólo quienes hayan pasado por situaciones similares pueden comprender el dolor que significa el asesinato de un hijo. El dolor de madre, probablemente el más desgarrador de todos; el de padre, el de hermano. El 8 de junio la vida de los Bentancourt se quebró, y como con la porcelana que estalla sobre el piso, el tiempo irá ordenando cada pedazo, acomodando el caos en que hoy están inmersos. Pero nada volverá a ser lo mismo, nunca.
Luciano Peralta La muerte de un hijo duele, por supuesto. Pero duele aún más cómo lo mataron a Lucas Bentancourt. Genaro Gutiérrez fue encontrado culpable por el homicidio del joven de apenas 33 años. El Tribunal de Gualeguaychú lo condenó por haber sido el autor material del asesinato. Por haberle atravesado el pecho y un pulmón con un cuchillo. La Justicia entendió que 14 años es una “pena justa”. “La Justicia dice que la vida de mi hijo vale 14 años. Ese día, tuvimos la misma sensación que la noche del 8 de junio. Volvimos a casa, sentimos que le fallamos a Lucas, no pudimos dormir por cinco días”, dice Olga. Se quiebra, llora y se agarra la cabeza.
Habla poco, pero sus palabras conmueven lo inconmovible. Ella está destrozada, la invade la tristeza, la bronca, la impotencia, la angustia. Todo junto. “Estamos aturdidos, necesitamos procesar todo esto”, dice Manuela, la más chica de los hermanos. Francisco, el más grande, quien ha sido el portavoz en cada una de las marchas en reclamo de justicia –la primera, de las más convocantes de la historia de la ciudad–, sale al patio, prende un pucho, apenas fuma, lo apaga. Vuelve a entrar. “El problema es del Tribunal con (el coordinador de Fiscales) Lisandro Beherán. Porque en casos anteriores había pedido penas menores y ahora, en el caso de mi hermano, pidió 20 años. Entonces, los jueces le dicen ‘no, eso es desmedido’”, se queja. “¿Qué pasa si yo mato a alguien? Sin antecedentes, sin condicional, me tienen que dar 14 años. Entonces, la vida de cada uno de nosotros vale 14 años, no se trata sólo de nuestro hermano”, explica, como queriendo encontrar razones. No las halla. Hasta el jueves 26, cuando se leyó el adelanto del veredicto, los Bentancourt mantenían encendida la llama de la esperanza. Los mantenía en pie. Pero ese mismo día, de golpe, se apagó y la realidad les cayó encima. Aplastante. La Justicia optó por una pena media para el asesino de su hijo –el homicidio simple contempla entre 8 y 25 años de prisión–, la Justicia los defraudó. Ya no esperan nada. Ni siquiera saben si van a apelar la sentencia. “Hasta acá. Yo no quiero más. La Justicia no me va a dar nada”, dice Olga, sentada en la punta de la mesa. “Es lo que decide la capitana”, aclara Francisco. “Si mamá no quiere seguir, nosotros lo aceptamos”, sentencia. Luis habla poco y escucha. A todos los inundan las preguntas y la única certeza que encuentran es que la Justicia no existe, y que si bien Genaro Gutiérrez fue el autor material, a Lucas lo mató la inoperancia del Estado. Del Poder Judicial, que no lo encarceló cuando la Policía lo detuvo robando un stereo a una cuadra de la casa de los Bentancourt, cuando cumplía una condena condicional por otros delitos; la impericia de quienes debieron controlar a ese joven que, según sus propias palabras, consumía drogas desde los 11 años y, según cuentan en los barrios del oeste, hace tiempo era una bomba de tiempo a punto de estallar. Genaro tendría que haber estado preso, cumpliendo la pena efectiva, y Lucas estaría sentado acá, con nosotros Genaro tendría que haber estado preso, cumpliendo la pena efectiva, y Lucas estaría sentado acá, con nosotros “Genaro tendría que haber estado preso, cumpliendo la pena efectiva, y Lucas estaría sentado acá, con nosotros”, reflexiona Cecilia, tranquila, como resignada. Y sigue: “A Genaro el Estado le llegó mucho y de muchas formas. Fueron muchas las intervenciones de la Justicia y asistenciales. A nosotros, cuando recurrimos a la Justicia, por vez primera y porque nos mataron a nuestro hermano, nos dio la espalda”, dice la más grande de las hermanas, quien, después del juicio, se convenció que la Justicia es una cuestión de clase. Que los poderosos logran en los Tribunales lo que aquellos que no tienen poder, nunca podrán. “La inoperancia de la Justicia es responsable de la muerte de Lucas. Ahora me da miedo hasta de que le bajen la condena, te soy honesta. El tribunal se preocupó mucho por Genaro Gutiérrez y se olvidó de Lucas. De Lucas se olvidó”, repite su mamá antes de quebrarse en llanto. Otra vez se toma la cabeza, otra vez llora. En la cocina de los Bentancourt, esa casa que supo ser de familia numerosa, la que hoy sólo ocupan Luis y Olga, se respira ausencia. Desde los portarretratos, desde la calcomanía que viste el termo con el que toman mate, el rostro del hijo asesinado, absurdamente asesinado, contempla ese escenario de duelo de tragedia. Están dolidos. Quisieron creer en que el gran acompañamiento que tuvieron –de vecinos, amigos, familiares y de miles de desconocidos– iba a tener un correlato en los Tribunales. Hicieron el esfuerzo, quisieron tener esperanzas. La decepción es grande. “Pusimos un montón de energía, de esperanzas. En hacer los carteles para la vía pública, en prepararnos para el juicio. Y nos dicen que el pedido de la fiscalía –la familia destaca el “gran trabajo” hecho por Lisandro Beherán y Martina Cedrés– es desmedido”, expresa Cecilia. “Para nosotros no es desmedida, ninguna pena. La pena máxima no es desmedida para nosotros, ni para ninguna familia a la que le matan a un ser querido. Nos da bronca que compare el asesinato de Lucas con otros y no se considere la particularidad del caso”. “El caso de Genero es paradojal y deja en evidencia la crisis de todos los sistemas del Estado. Del asistencial, del control de la Justicia, de la Policía, porque no nos olvidemos que antes del juicio se escapó de la Jefatura Departamental. Cuando uno habla de sistema también habla de la familia. Porque el Estado da posibilidades pero de nada sirve si detrás no hay un grupo familiar que acompañe; que sostenga”, continúa Cecilia. “Por eso, cuando el Tribunal toma como atenuante la ‘familia contenedora’ de Genaro, porque estuvieron en los cinco días de audiencia, nosotros nos preguntamos ‘¿dónde estuvo esa familia contenedora antes?’”. “¿Y nuestra familia?”, se pregunta Francisco. “Ellos no saben lo felices que éramos. Y si es un atenuante, ¿no es un agravante la familia que tenía Lucas, la que destrozó?”, pregunta, “con las tripas revueltas”, como cada vez que recuerda los argumentos del Tribunal. Creíamos que la Justicia, por primera vez, tenía la posibilidad de dar una condena ejemplar. Y sin embargo nos falló. La Justicia no fue reparadora, a nosotros nos dañó más de lo que estábamos Creíamos que la Justicia, por primera vez, tenía la posibilidad de dar una condena ejemplar. Y sin embargo nos falló. La Justicia no fue reparadora, a nosotros nos dañó más de lo que estábamos “Creíamos que la Justicia, por primera vez, tenía la posibilidad de dar una condena ejemplar. Y sin embargo nos falló. La Justicia no fue reparadora, a nosotros nos dañó más de lo que estábamos”, agrega enseguida Luis; hace una pausa infinita, y el silencio gana la escena. Las preguntas vuelven en la voz entrecortada de Olga. “¿Por qué vale tan poco la vida de mi hijo; por qué nadie lo valoró; por qué nada más que 14 años?”, se pregunta, una y otra vez. “Cuando lo vi y me di cuenta de que se había muerto, me dije que no iba a parar hasta que se haga justicia. Se lo prometí a él. Ahora, qué hago. No tuvimos justicia, él no la tuvo”, lamentó. El 10 de febrero se conocerán los argumentos de la sentencia. El Tribunal que condenó al asesino de Lucas explicará en detalle por qué le dieron 14 años de prisión por el homicidio y cuatro por los robos anteriores. Pero la familia Bentancourt ya no tiene esperanzas. Sienten que, como a la vida de Lucas, se las arrebataron de un momento a otro, inesperadamente. Ahora, inmersos en una tristeza que no se explica, hacen el esfuerzo por volver a unir, uno a uno, los pedazos de una vida que hace siete meses cayó al piso y se destrozó en pedazos. Cada día, en cada momento, hacen el esfuerzo. Aunque saben que nada volverá a ser lo mismo. ESTE CONTENIDO COMPLETO ES SOLO PARA SUSCRIPTORES
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