LA TECNOLOGÍA Y LA HUMANIDAD
La imagen y las palabras
Una buena costumbre es desconfiar de los refranes y otras formas de lo que se conoce como saber popular. No porque sea repetida hasta el hartazgo una estupidez se convertirá en verdad.
Por Luis Castillo*
Si hay algo que indiscutiblemente nos diferencia del resto de los animales es la palabra. Salvo algunas especies que viven en sitios muy particulares o con escaso desarrollo neural, los animales no humanos ven. Solo ven. A través de la visión y la comprensión de su mundo mediante la imagen crecen , sobreviven y mantienen la especie. En ese mundo animal no existe la razón y no existe la culpa. Existe el dolor pero no la angustia. Nada excepto la supervivencia es importante y, fundamentalmente, desconocen la muerte.
Una imagen vale más que mil palabras es algo que nos retrotrae a cuando la palabra quizás ni siquiera era sonido gutural, cuando apenas comenzábamos a ser simios más evolucionados, cuando con ver y señalar alcanzaba para lo básico que éramos como especie, pero el lograr representar imágenes sin necesidad de tenerlas presente frente a los ojos nos convirtió en lo que hoy somos: humanos. Capaces de imaginar, soñar , crear y claro, también destruir. Destruir porque sí, porque podemos, porque nos place, porque somos también animales insaciables de poder. Insaciables hasta el absurdo. Hasta la autodestrucción.
Y así fue como de la mano de nuestra inteligencia nació la tecnología y la ciencia. Y el arte. Y se perfeccionó nuestra forma de comunicarnos mediante sistemas inimaginables hasta no hace mucho tiempo, y sin embargo, comenzamos también un proceso de estancamiento global, de retroceso si se quiere, en donde se dejó de ejercitar, lenta pero sistemáticamente, nuestro intelecto, nuestra criticidad; es decir, involucionamos. No todos, claro. En un proceso que es inevitable sentirlo casi como una selección natural (y que, paradójicamente, de natural no tiene nada) vemos crecer las élites y las hordas, los nuevos ídolos y sus seguidores, todos tan efímeros como insaciables.
Dioses que se reproducen en pixeles con mensajes que ya no precisan de palabras, solo imágenes. Imágenes que no valen más que mil palabras, que no pueden reemplazar a las palabras. Que no les interesa sino prescindir de las palabras. Y cuando esto suceda, si final y fatalmente sucede, volveremos a ser lo que empezamos siendo cuando aún éramos apenas algo más que simios evolucionando. Animales irracionales pero padeciendo la angustia de la muerte. Animales interpretando símbolos básicos, emoticones, flechas y círculos, sonidos más cercanos al ruido que a la música.
No está todo perdido, claro, aunque este escrito pueda sonar apocalíptico. Aún no está todo perdido, pero es importante darnos cuenta que hay a quienes le sirve que dejemos de distinguir entre lo verdaderamente valioso y las cuentas de colores.
*Escritor, médico y concejal por “Gualeguaychú Entre Todos “