UNA VIDA ATRAVESADA POR LA COMPLICIDAD Y EL DEPORTE
La historia de dos almas gemelas: María de los Ángeles Suárez y su hija, la atleta Antonella Ruiz Díaz
La joven de 27 años es la deportista gualeguaychuense del momento y viene de lograr su segunda medalla de bronce en los Juegos Paralímpicos París 2024. Detrás de la atleta está su madre, una persona que siempre la acompañó en los desafíos que le plantó la vida y la apoyó en todo momento, al punto tal de transformarse, en la mayor fanática de la campeona local. Una charla donde, precisamente en el Día de la Madre, recuerda los momentos más especiales vividos con su primogénita.
En el deporte, como en la vida, se atraviesan momentos buenos y malos; de optimismo y frustración; de abundancia y escasez; de alegrías y tristezas. Y en cualquiera de esos estados, siempre hay una persona que acompaña, disfruta, sufre, ríe y llora, siempre al mismo tiempo. Pero hay un sentimiento que no cambia: la fidelidad. Y ahí están siempre las madres. Por eso se las suele denominar la “hincha número uno” de sus propios hijos.
En la carrera de Antonella Ruiz Díaz, la fenomenal atleta paralímpica de Gualeguaychú, esa figura es representada por María de los Ángeles Suárez, quien recibió a su primogénita a los 18 años y que desde ese día comenzó su aventura más vertiginosa: ser mamá.
“Antonella de niña era terrible, de hacer muchas travesuras. Recuerdo que un día se subió a una silla y me sacó de la alacena un paquete de fideos y otro de harina y me los desparramó en mi cama”, recuerda entre risas María de los Ángeles, quien enseguida pone el énfasis en el gran orgullo que tiene por su hija: “Desde chica siempre fue muy inteligente, con decirte que a los diez meses ya caminaba y hablaba un montón”.
¿Y de adolescente? ¿Cómo era?
Le encantaba divertirse y tenía muchas amigas. Después empezó a estudiar el Profesorado de Educación Física y se tuvo que poner un poquito más seria. Pero no perdió su esencia de ser una chica alegre y amiguera.
Lo cierto es que hay un lazo único e indivisible que une a esta madre con su hija, y este no es ni más ni menos que el deporte. La medallista de Gualeguaychú no sólo heredó el amor por la actividad física sino también la disciplina para llevar adelante y pulir un talento en su máxima expresión.
María de los Ángeles jugó al básquet el Pueblo Nuevo, y lo hizo hasta los seis meses de embarazo. Después, cuando nació Antonella volvió a jugar, su hija fue siempre con ella y la acompañó, y fue ahí, en ese ida y vuelta deportivo, cuando el por entonces futuro talento atlético de Gualeguaychú comenzó a fanatizarse con el deporte. “No sólo hizo básquet, también la llevé a fútbol. De hecho, antes de que haya se dedicará al atletismo profesional, jugamos juntas al futsal. Somos una familia ligada al deporte, por eso ella desde chica siempre estuvo en alguna cancha”, explicó.
Sin embargo, como todo en la vida, los pichones comienzan a volar fuera del nido, y los caminos de esta madre e hija experimentaron la primera separación cuando Antonella se fue a vivir a Gualeguay para estudiar el Profesorado de Educación Física. Este hecho le pegó en sobremanera a María de los Ángeles, ya que perdía a su principal compinche del deporte y la vida.
“Fueron sentimientos mezclados. Por una parte re lindo porque fue a estudiar algo que yo siempre quise aprender y que nunca pude hacer. Por eso, cuando ella me dijo que iba a hacer esa carrera fue muy emocionante porque ella iba a cumplir un objetivo que en lo personal no pude. Sin embargo, por otra parte, fue triste despegarme porque ella siempre fue súper compañera conmigo, y dejarla en Gualeguay fue muy fuerte. Recuerdo que cuando la dejamos allá lloré todo el viaje de vuelta porque se me había ido la nena. Para mí siempre será una nena, inclusive ahora con 27 años”, rememoró con emoción en esta charla íntima que mantuvo con Ahora ElDía.
Mi nena, la medallista paralímpica
Antonella Ruíz Díaz es una destaca atleta del deporte adaptado, especializada en lanzamiento de bala y disco. Entre tantos lauros que tiene en sus palmarés, la gualeguaychuense de 27 años es actual campeona panamericana (con marca récord) y doble medallista de bronce paralímpica, Tokio 2020+1 y recientemente en París 2024, en la categoría F41 (destinada a atletas de talla baja).
¿Cómo comenzó la carrera de tu hija en el deporte de alto rendimiento?
No pude ir a ver la final de básquet del Campeonato Intertribus que desarrolla la facultad, que fue cuando la descubrió su primer entrenador y profesor, Gustavo Briosso. Estuve un poco angustiada por no haber podido ir. Pero al otro día me llegaron comentarios de que Antonella había sido la mejor del equipo, pese a que mide 1.33 metros. Ese día, ella se destacó sobre el resto de las jugadoras que tienen alturas estándares. Metió triples, robó pelotas y estuvo incontenible. Fue entonces cuando la vio Gustavo, y aunque al principio no se animaba a indagar si Anto tenía algún tipo discapacidad, terminó incentivándola para que se pruebe en el atletismo adaptado, más específicamente en lanzamiento de bala y disco. Cuando ella me lo contó, le dije que le dé para adelante. Al principio no quería lanzar, sino que quería correr porque estaba acostumbrada a las pruebas de carreras. Ella se sentía muy segura en pedestrismo, pero probó con lanzamiento y le fue muy bien. Encontró la felicidad en el deporte y para mí fue una caricia al alma.
Como toda madre orgullosa, la casa de María de los Ángeles es un auténtico santuario que recuerda la exitosa carrera deportiva de su hija, desde los recortes de todo artículo periodístico en el que hayan nombrado a Antonella hasta las magníficas medallas están en su poder. Mientras busca fotos y más fotos que recuerdan momentos imborrables para ambas, su mirada rebalsa de orgullo y amor por el legado deportivo creado por su primogétita.
“Es un shock de emociones todo lo que ha logrado Antonella en lo deportivo. Son pasos importantes los que dio en pocos años. Todo pasó muy rápido: desde que la descubrieron en 2017 hasta la actualidad, cuando viene de ser campeona panamericana y medallista paralímpica. Estoy súper feliz y emocionada, y no me deja de enorgullecer en todo momento, como cuando fue abanderada de la delegación argentina en los Juegos Parapanamericanos de Chile el año pasado”, relató a Ahora ElDía.
Los miedos de una madre
El hecho de que Antonella comenzara una carrera en el mundo del deporte la llevó a comenzar a recorrer rincones insólitos del mundo. Y si para una madre fue complicado dejar a su hija en una localidad vecina, muchos más fueron los temores cuando ve a su hija subir a un avión para competir por un nuevo sueño.
“Ella tiene carácter muy fuerte y cuando no le sale un lanzamiento o no consigue la marca que busca, capaz que se enoja mucho. Al principio temía que se frustrara y quisiera largar el deporte. Entonces siempre le digo que ya ganó, que siga para adelante y que dé su máximo y que no se reproche nada. También siento miedo en algunos viajes que le toca hacer por el mundo. Por ejemplo, cuando se fue al Mundial de Dubái en 2019 tenía terror, porque es una zona geográfica de países con conflictos bélicos. Tenía pánico, pero no se lo transmití a ella porque no iba a querer ir. Pero creo que es natural que una madre sienta miedo por su hijo”, reflexionó María de los Ángeles.
Otro de los puntos que atraviesa la vida de esta madre y esta hija fue el hecho de que hubiera aparecido una discapacidad, algo que desde afuera puede parecer trascendente, pero que para Antonella y María de los Ángeles jamás fue algo que definitorio ni que las hubiera desvelado a la hora de encarar el mundo.
“Las dos vivimos el hecho con normalidad. Tenía 11 años cuando descubrieron en el Hospital Garrahan que Anto tenía displasia ósea, que es por genética del padre y mía. Teníamos los mismos genes de error y se concentraron todas en ella. Pero ella se crió sin ningún problema y nunca tuvo complejo de nada. Con decirte que ella fue la que decidió jugar al básquet siendo tan chiquita de estatura y ante el asombro de todo el mundo”, explicó con una naturalidad implausible.
“Tanto Antonella como mis otros tres hijos (Lautaro, Ignacio y Yago) me generan lo mismo, ya que una madre que no tiene preferencias por un hijo en particular. Pasa que ella se ha destacado tanto que digo que soy la mamá más orgullosa del mundo. No tengo palabras para describir lo que ella hizo por mí, porque logró objetivos que se propuso mediante el sacrificio y la perseverancia, tanto en la vida como en el deporte. Es una mujer muy fuerte, decidida y sobre todo buena persona. Es competitiva, pero no porque busca ser mejor que alguien, sino que busca superarse a sí misma. Creo que lo heredó un poco de mí, y también de su abuela, mi mama. Me encanta que así sea y no me genera otra palabra que no sea orgullo”.
¿La medalla de bronce que logró hace poco en París fue el regalo del Día de la Madre anticipado?
Sin dudas, hace poquito fue mi cumpleaños y me decía que no sabía que regalarme. Le dije que no me regale nada porque ya me había regalado la medalla que ganó en París. ¿Qué más me vas a regalar con toda la felicidad y la alegría que nos dio a mí y a toda su familia?