EDITORIAL
La felicidad, una meta universal pero esquiva
Ser feliz es una aspiración universal y es lógico que se la invoque en esta época del año. Algo que, por otro lado, cabría asociar con otra expresión popularmente usada estos días: "que se cumplan tus deseos".
En la mayoría de los intercambios de Navidad y Fin de Año aparece la felicidad como una palabra mágica que resume una meta insoslayable, aunque suele ser algo difícil de alcanzar. Esta palabra suele connotar una sensación de éxtasis, un estado de gracia o de bienaventuranza, un sentimiento de alegría prolongada. Muchos filósofos y pensadores sostienen que éste es el motor de la vida humana. “Todos los hombres buscan ser felices -aseguraba Pascal-, esto, sin excepción. Por diferentes que sean los medios que para ellos empleen, todos tienden hacia ese fin". Ahora bien, si esto es así, ¿por qué son tan pocos los felices? Diariamente contemplamos los rostros de hombres y mujeres que aparecen ensombrecidos por la desdicha. Rostros crispados y hostiles, arrugados por la tristeza y el sufrimiento, parecen desmentir el llamado humano a la plenitud, a la alegría, a la actitud celebratoria de la vida. Según se reporta, cada 40 segundos alguien se suicida en el mundo y es alta la cantidad de los que lo intentan sin éxito. Al mismo tiempo hay millones que recurren a los psicofármacos para paliar la angustia diaria o para poder dormir. Otros encuentran un oasis paradisíaco de éxtasis en las drogas alucinógenas y estimulantes. Los más, se aturden con adicciones varias: trabajo, sexo, alcohol, juegos, tecnología, dinero, poder, consumo, comida, etc. La sociedad argentina, por ejemplo, ¿no es una sociedad enojada, siempre al borde de del estallido de la cólera? ¿Y esto porque la frustra la distancia entre lo que pretende y lo que le pasa en verdad? Según estudios recientes, los trastornos de ansiedad, que algunos califican la “enfermedad de la preocupación”, representan la patología mental más frecuente entre los argentinos. En 2018 se prescribieron 102 millones de recetas de ansiolíticos. El último Estudio Argentino de Epidemiología en Salud Mental, que se realizó en las ciudades más grandes de siete regiones del país, dice que los trastornos de ansiedad representan la patología mental más frecuente entre sus residentes. Uno de los argentinos más célebres, el escritor Jorge Luis Borges, ha dado un testimonio elocuente de la desdicha, en su conocido poema “El Remordimiento”, donde confiesa que su mayor pecado es no haber sido feliz: “He cometido el peor de los pecados / que un hombre puede cometer. No he sido / feliz. Que los glaciares del olvido / me arrastren y me pierdan, despiadados. Mis padres me engendraron para el juego / arriesgado y hermoso de la vida, / para la tierra, el agua, el aire, el fuego. / Los defraudé. No fui feliz. Cumplida / no fue su joven voluntad. Mi mente / se aplicó a las simétricas porfías / del arte, que entreteje naderías. Me legaron valor. No fui valiente. / No me abandona. Siempre está a mi lado / La sombra de haber sido un desdichado”. ¿Es acaso la felicidad una quimera, una ilusión inventada por el hombre para disimularse a sí mismo que la vida es incurablemente desdichada, como sostienen los pesimistas de todos los tiempos? "Nuestro único error innato como humanos es creer que hemos venido a este mundo para ser felices", dijo al respecto el filósofo Arthur Schopenhauer. Para el psiquiatra Víctor Frankl, en tanto, en lugar de buscar la felicidad, las personas deberían hallar un sentido o significado a sus propias vida.
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