La falsa disyuntiva derecha-izquierda
El poder K, para perpetuarse, hace maniqueísmo. Atrae a la izquierda, a la que asocia con el progreso y el bien, contra la derecha, que representa la maldad.A decir verdad, la estrategia le está dando rédito político. Los socialistas de Binner y los rebeldes de Pino Solanas, han quedado virtualmente dentro del redil kirchnerista.La dialéctica funcionó a la perfección en el caso de la Ley de Medios. La progresía encontró por fin una justificación a su existencia: arremeter contra la derecha representada por los medios privados.Desde hace más de dos siglos se tiende a otorgar una connotación política opuesta a la izquierda y a la derecha. Esta distinción proviene de la casual distribución de asientos en los días agitados de la Revolución Francesa.A la izquierda estaban los jacobinos, que eran los más revoltosos, exigentes y decididos a imponer cambios radicales al viejo orden. A la derecha, estaba la burguesía moderada.Con el devenir del tiempo, estas categorías históricas pasaron a ser metafísicas. Equivalen así, literalmente, a estar en el Bien o el Mal. Es decir, la política, que es una dimensión secular, se hizo religión.La confusión de planos continúa hoy. La persistencia de estos calificativos denota que el maniqueísmo político, secularización de una idea religiosa, sigue vivo.La única nación que se mantuvo indemne de esta enfermedad francesa fue la inglesa. Por eso la revolución en Gran Bretaña careció de epopeya y guillotina. Por eso allí la política no se ideologizó, nunca fue mesiánica.Pero el siglo XX nos enseñó una cosa: que la oposición derecha e izquierda es en el fondo aparente. El fascismo y el nazismo -el ala derecha- y el comunismo -la izquierda-, coincidían en un punto: fueron totalitarios.Los dos extremos hablaron de crear un "hombre nuevo" -utopía que expresaban el Che Gevara, desde su socialismo, y Adolf Hitler, desde su concepción racista-.Albert Camus, el escritor francés existencialista, captó que debajo de estos discursos subyacía la doctrina de "el fin justifica los medios". Por eso los campos de concentración y los Estados policíacos del siglo XX (los medios) se crearon en nombre de revoluciones liberadores (supuestos fines).Camus propuso, entonces "una ideología políticamente modesta, libre de todo mesianismo y de la nostalgia del Paraíso creado en la Tierra". Otro que se espantó de la dialéctica maniquea, y a la que acusó de ensombrecer a su patria en una guerra fraticida, fue Ortega y Gasset, quien escribió: "Ser de izquierda es, como ser de derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de hemiplejía moral".No es casual que tanto la derecha como la izquierda, en su totalitarismo, coincidan en: ausencia de libertad y cercenamiento de los derechos individuales, persecución de la disidencia, censura de la prensa, abominación del pluralismo, intolerancia, y manipulación de los pobres.En el totalitarismo -tanto de derecha como de izquierda- se parte del supuesto de que algunos hombres iluminados -conectados misteriosamente con la marcha de la historia- están exentos del error y pueden, por tanto, arrogarse el ejercicio de un poder absoluto.¿Cuál es el antídoto para la dialéctica derecha e izquierda? El remedio tiene que ser anti-totalitario. Es decir, tiene que ser una idea moral, edificada sobre el concepto de dignidad de las personas, capaz de ponerle límites al abuso del poder absoluto.En el plano político, esa idea se llama "Estado de Derecho", en el cual es soberana la ley y no la voluntad arbitraria de los hombres.
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