La educación en la época posmoderna
El inicio del año escolar sugiere pensar la educación en el siglo XXI, dado que la cultura de la posmodernidad desafía el formato de la escuela. Desde hace décadas se ha instalado no sólo en Argentina sino también en el mundo la impresión de que esa institución ya no responde a las exigencias del presente.La convicción cada vez arraigada es la de un desencuentro radical entre la escuela y la cultura contemporánea. Una contradicción que, vista en perspectiva, en realidad afecta al conjunto de las instituciones tradicionales, como la familia y la Iglesia.Un síntoma del desacople es la extinción del tradicional sujeto del aprendizaje o el ideal de alumno concebido por la escuela. El alumno dependiente y obediente, por ejemplo, es una imagen del pasado.Los más radicales argumentan que la escuela como producto histórico no está llamada a eternizarse. Dado que atraviesa una crisis de sentido irreversible, porque no satisface pragmáticamente las demandas actuales, conviene entonces jubilarla.Desde allí se argumenta que la escuela ha sido cabal representante de una sociedad histórica. Pero esa sociedad ya no existe más. Además, si todo cambia, ¿por qué no la escuela?¿Por qué se debería continuar con un formato que ha perdido razón de ser? Por otro lado, los sistemas escolares no son un fin en sí mismos, sino medios al servicio de la sociedad.La consigna, entonces, es abolir la escolaridad moderna para crear algo distinto acorde con los nuevos tiempos. El primero en postular la radicalidad de esta mudanza fue el filósofo austríaco Ivan Illich.Este autor criticó el carácter disciplinante y uniformizador de las instituciones escolares de la modernidad y del docente adulto que encarna, según su opinión, un saber socialmente autoritario y epistemológicamente obsoleto.En su libro "La sociedad descolarizada", de 1976, Illich propuso un mundo sin escuelas, en el cual las personas ya no se aglutinarían en establecimientos educacionales especializados.En reemplazo de este formato Illich imaginaba redes configuradas por interés mediante las cuales los diversos actores escolares procurarían su acercamiento al saber en forma voluntaria, focalizada, flexible y electiva.Pero la tesitura que goza de mayor predicamento es la reformista, según la cual la crisis escolar no se soluciona eliminando a la escuela, sino aggiornándola.Desde esa posición se piensa que todavía no se ha inventado algo que supere a la organización escolar. Abolir el formato (en lugar de reformarlo) sería, entonces, un remedio peor que la enfermedad.La escuela, en todo caso, debería metabolizar los cambios operados en la sociedad, debería "reinventarse" a sí misma para ser un instrumento de progreso social.La razón principal para esa mutación institucional es que, justamente, el contexto socio-económico y cultural del siglo XXI es radicalmente distinto al que existía cuando nació la escuela en el siglo XIX.Por ejemplo, hay quienes consideran que la posmodernidad implica la caída de un ideal, el de la adultez, identificado con lo obsoleto, y la exaltación subsecuente de lo joven.Un tiempo en el cual se han invertido los roles: resulta que los chicos no quieren ser adultos, y éstos a su vez quieren parecerse a los adolescentes.¿Cómo condice este ocaso de la adultez con la definición clásica formulada por el sociólogo Emile Durkheim, que modeló más de cien años de pensamiento pedagógico, y según la cual la educación "es la acción ejercida por la generación adulta sobre las que todavía no están maduras"?
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