La división binaria de la sociedad venezolana
La sociedad venezolana está lacerada por viejos enconos que han conducido, en el último tiempo, a un escenario donde el odio social y político amenaza con desencadenar la violencia ilimitada. Un gobierno legitimado en las urnas amenaza con el escarmiento a grupos opositores que protestan en las calles. La parte oficial alega que hay un plan de desestabilización política en marcha, alentado desde Estados Unidos. El sector disidente, en tanto, dice que resiste a un régimen totalitario, que cercena libertades esenciales.Los enfrentamientos de estos días ya han cobrado varias víctimas, en un contexto económico de escasez. El cuadro social es de tal precariedad que los más pesimistas vaticinan una inexorable guerra civil.Quienes conocen los entresijos del conflicto aseguran que Venezuela está virtualmente partida en dos, en mitades casi exactamente iguales. Los seguidores del presidente Nicolás Maduro dicen encarnar la "revolución bolivariana", orientada a la inclusión social, mientras los adversarios del régimen la denostan por autoritaria y por causar las penurias económicas.Ninguno de los dos sectores, obviamente, se hace cargo de las imputaciones lanzadas por el otro. Y de hecho cada uno dice ser la Patria, palabra mágica que pretenden monopolizar con la intención de descalificar al otro.Ya se sabe, si uno encarna a la Patria, ¿entonces qué encarna el "otro" diverso sino la mismísima traición e ignominia? Esta dialéctica tributa a una concepción maniquea, que ha separado a los venezolanos en buenos y malos.Los discípulos de Manes (siglo III) explicaban el Universo como una lucha entre el Bien y el Mal. El maniqueísmo, que se desplegó desde el Imperio Persa, veía en la confrontación de la luz y las tinieblas la causa de todo.Esta fe se inoculó luego en el pensamiento y llegó a introducirse incluso en algunas ideologías políticas, que miran la sociedad en pares antagónicos e irreductibles.Por filosofía el maniqueo ve en el otro distinto al mal absoluto. Al cual le declara la guerra santa o la "rendición incondicional". Hay razones para creer que esta mentalidad marca la atmósfera social y política de Venezuela.Es decir, los grupos en pugna no ven a los otros como hijos del país, como "compatriotas", y por tanto con derecho a existir y a expresarse libremente, sino como enemigos a los que sólo cabe dominar o eliminar.Semejante estrategia instala la confrontación permanente, ya que de lo que se trata es de no dejar lugar a los "réprobos". Desde este lugar, por tanto, el conflicto no es un fenómeno coyuntural sino algo estructural, e incluso deseable en sí mismo.Pero hace poco el Papa Francisco nos ha reiterado que la "unidad prevalece sobre el conflicto", y ésta es la piedra de toque de la "amistad social".En la Exhortación Apostólica 'Evangelii Gaudium', asegura que no se trata de ignorar el conflicto, sino de asumirlo desde una perspectiva que privilegie la unidad del todo social.Y desde allí inaugurar "un modo de hacer la historia, en un ámbito viviente donde los conflictos, las tensiones y los opuestos pueden alcanzar una unidad pluriforme que engendra nueva vida".¿Podrá la sociedad venezolana alejarse de la lógica de la discordia, que la conduce a una disolución segura? ¿Podrán sus hijos ver la Patria en el otro, resolviendo en un plano superior las polaridades en pugna que los malquistan?
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