OPINIÓN
La cuarentena nunca se terminó
Mauricio Arce
Integrante de “Accesibilidad Gualeguaychú”
La cuarentena nunca se terminó en la ciudad, al menos para las personas con discapacidades motrices o visuales que siempre han vivido de esta manera. Después de tres años promoviendo la accesibilidad, me encuentro con testimonios que repiten siempre la misma triste historia: La falta de accesibilidad no solo excluye, sino que, con el tiempo, confina, restringiendo la autonomía y transformando el hogar en una “cárcel” de la que casi no se puede salir, dado que el entorno exterior lo imposibilita.
Las personas con discapacidad se ven privadas de la gran mayoría de los lugares que la ciudad ofrece, logrando disfrutar tan solo un puñado. La falta de accesibilidad les impide recorrer el centro por sus veredas, disfrutar de un helado, salir con amigos, asistir a un espectáculo, ir a la playa, pescar en el río, estudiar, trabajar, practicar deportes… En pocas palabras, limita la participación en la sociedad. ¿Se puede vivir así? ¿Sin poder ir a tu club, a comercios o a la plaza del barrio?
En gestiones municipales anteriores, ha habido intentos aislados de mejorar la accesibilidad, pero nunca fue una verdadera prioridad política. Las veredas son testigos de esta indiferencia, donde día a día muchas personas sufren accidentes debido a sus condiciones. Incluso la calle más famosa y transitada, 25 de mayo, exhibe en pleno siglo XXI veredas estrechas, esquinas sin sendas peatonales y, lo peor de todo, casi ninguna rampa en sus esquinas. Otra situación crítica se presenta en las veredas del Hospital Centenario, las cuales están destruidas por el paso del tiempo.
Considero que se necesitan implementar políticas que aborden la problemática de las veredas, generando acuerdos entre los frentistas y el Municipio, llegando a un consenso sobre la inversión correspondiente de cada parte. Además, es innegable la necesidad de construir rampas en toda la ciudad. ¿Es tan complicado llegar a un acuerdo como sociedad? Es una discusión que debemos empezar a dar.
La accesibilidad no debe ser una cuestión politizada, si no de sentido común, un requisito esencial para la igualdad de oportunidades. Sin ella, la inclusión no existe.
Debemos tomar conciencia que existen personas que nunca han disfrutado realmente de la ciudad, que son excluidas por barreras cada día. Pero la culpa no recae solo en el poder público, sino en todos, ya que las hemos ignorado e invisibilizado, por ello es necesario hacer una autocrítica como sociedad.
Las personas con discapacidad enfrentan hoy una infinidad de desafíos al intentar salir de sus casas, ya que no tienen ningún tipo de garantías sobre lo que se encontrarán: corren el riesgo de sufrir lesiones al caerse por el estado de las veredas o por las rampas construidas sin criterio alguno, o peor aún, de ser atropelladas cuando circulan por la calle. Por otro lado, una gran cantidad vive en zonas periféricas y carecen de recursos económicos, de elementos ortopédicos (como sillas de motorizadas), de asistentes personales o de un vehículo propio para ir hasta el centro. Y lo que es más grave: no hay un servicio de transporte público accesible, lo que implica que sus familiares deban realizar grandes esfuerzos para ayudarles a trasladarse.
No obstante, mucho siguen teniendo la esperanza de ver mejoras: tienen nombre y apellido, y aunque es posible que no se los conozca porque seguramente no se los vea en ninguna parte porque enfrentan dificultades para ser incluidos de la vida en sociedad, les aseguro que existen, que son personas de carne y hueso que están literalmente "encerradas" en sus domicilios, viviendo una “cuarentena eterna” que les impone la falta de accesibilidad.