La contaminación y el corte
Ese es el orden de importancia: el punto central es la contaminación que produce Botnia, infinitamente más grave que el corte de la Ruta 136. Entre otros motivos, porque los efectos de la primera se acumularán en el tiempo y afectarán a las generaciones futuras, en tanto que el segundo no podrá extenderse eternamente.o
Además, un razonamiento de lógica elemental indica que el corte ha sido provocado por la contaminación y no al revés. Pero eso que parece tan evidente, está siendo cuestionado no ya desde la lógica, sino desde la negación del conocimiento, al decirnos que lo principal es el corte por ser una realidad concreta y actual, en tanto que la contaminación no existiría, o bien no se sabe en qué grado.
Desde hace mucho el mundo es conciente de que el proceso industrial de la conversión de pulpa en pasta celulósica para papel es muy contaminante, con independencia del método que se use. Por lo tanto, decir que una planta de las más grandes del mundo y que utiliza componentes altamente tóxicos no contamina, o simplemente dudar de ello, equivale a sostener la cuadratura del círculo.
¿Cual es la razón de esta campaña de embustes que parece ir contra nuestro propio instinto de conservación? No van quedando dudas: da la impresión de que el Gobierno Nacional busca eludir su obligación de liberar la ruta internacional, para no asumir el costo político consecuente. Máxime, después de la experiencia de Junio en el km 53. Y sobre todo, después de haber alentado el corte en sus comienzos y de reunir en Gualeguaychú al gabinete y los gobernadores para declarar que esta agresión al medio ambiente es “Causa Nacional”.
La secuencia es elocuente: primero la Presidenta solicita públicamente a nuestros asambleístas que “por favor levanten el corte”. Luego viene un abogado que previamente pasó por la Casa de Gobierno -donde mantuvo contactos previos con funcionarios del PEN- e intenta pasar con la apoyatura de un amplio despliegue publicitario. También nuestro Gobernador aportó lo suyo, al proponer encapsular la cuestión, una especia de “paragua” como el que querían los ingleses para el tema Malvinas. Después, a través de une expresión poco feliz que algunos medios se encargaron de amplificar, puso en duda la contaminación. Tras cartón, el Ministro de Justicia de la Nación salió a avalarlo. Último capítulo de esta grotesca saga: el embajador argentino en Montevideo Hernán Patiño Mayer, ha dicho hace unas horas que no sabe si Botnia contamina. Es el mismo que en Octubre de 2003 vino a pedirle a nuestro Intendente que interceda para que nuestra comunidad “no haga olas” cuando el tema era ENCE.
Conclusión de todo esto: descartada la opción de liberar la ruta por medio de las fuerzas de seguridad y fracasados los pedidos “por favor”, las campañas de firmas y las operaciones por vía de amparos con apoyo publicitario, se echa mano ahora a la variante de erosionar el corte atacándolo desde sus fundamentos: “no tiene sentido, porque no hay contaminación” es el mensaje. O sea, la peor estrategia que se podría haber elegido: negar aquello que –independientemente de la violación de un tratado- ha sido la causa eficiente de todo el movimiento y de la demanda instaurada por nuestra Nación ante la Corte Internacional de La Haya.
Pero en verdad, el corte no sólo ha dejado de rendir sus réditos iniciales en cuanto a que los medios le brindan poca atención. Ahora se está convirtiendo (por los dislates referidos) en motivo ocasional de una campaña absurda que termina sirviendo a la propia contaminadora.
Son demasiadas complicaciones ¿no será hora de ir pensando en otras formas de lucha?
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