ANÁLISIS
La atractiva comodidad que ofrece la Argentina que fracasó
Un columnista de un diario de tirada nacional escribió hace pocas horas: “Perón debatía con Braden, Milei con Lali”. Con ironía, definió buena parte de lo que pasa en la política argentina y los “debates” profundos que la colonizan.
El Presidente viene, quizás, de la victoria política más resonante desde que llegó al poder: el recibimiento y la buena onda que pegó con el Papa Francisco aumentaron su capital político. Después de los entredichos primigenios, y aprovechando la disposición de Francisco, pudo abrochar una buena gira, con gran repercusión. Volvió a pedir perdón y se encontró con una mano abierta. Mientras esto ocurría, el “otro” Milei polemizaba de vuelta con gobernadores y legisladores. Está bien, forma parte del combo de la política y de la defensa de sus políticas de gobierno. La pelea es por la plata y los fondos que Nación envía a las provincias. El Presidente sabe a lo que se expone. Ningún gobernador es de su palo. Hay pocos legisladores y la pelea se sabía que sería en esos términos.
Pero la polémica con Lali Espósito huele a kirchnerismo. Demasiado. Recuerda los famosos escraches de Cristina en sus discursos, aquel memorable del “abuelito miserable” o los embates de Aníbal Fernández contra el dibujante Nik, revelando el colegio en el que estudiaban sus hijos. Esta metodología no es el único punto en común que los primeros meses de la LLA revelan con las prácticas K. El relato, esa herramienta tan eficaz que Juntos por el Cambio nunca supo construir, va tomando forma con Javier Milei. No importa si hay ‘casta’ en el gobierno, no importa si faltan por tocar infinidad de cajas de las que la casta abreva. No importa nada, sólo sostenerlo desde el discurso. En eso, el Presidente sigue siendo tan eficaz como en la campaña. Y las redes sociales las maneja con velocidad de rayo. Hay un detalle claro, hoy es el Presidente de la Nación y el alcance de sus expresiones tiene otra dimensión.
Sería bueno que, ese buen clima que se pudo recrear con el Papa Francisco, tenga su bajada local. Nadie dice que el gobierno renuncie a su plan, a su proyecto económico y político, pero las formas se han vuelto tan importantes como el contenido. Y allanarían el camino. Gobernar es distinto a hacer campaña. Gobernar es diferente a ser panelista de televisión. A Milei es evidente ya que le sobra poder de decisión y voluntad para implementar sus ideas. Eso está fuera de duda.
Desde la soledad de su escritorio en el Instituto Patria, Cristina volvió a hacer de las suyas. En un brulote de 33 páginas le dio para que guarde y tenga a la nueva administración y calificó de “showman” al Presidente y ‘fracasado’ al Ministro de Economía Caputo. “Sólo en un país como este puede volver a ser ministro”, disparó desde su altar. Fue, junto con el recibimiento en el Vaticano, la mejor noticia para los oídos de la Casa Rosada. La ex presidenta es la más eficaz en la tarea de dividir aguas, en condicionar al peronismo y en servirle en bandeja la respuesta a sus detractores. Tan sencillo fue que el mismo Presidente le reconoció ‘honestidad intelectual’ a sus objeciones. El resto es algo obvio: Cristina hace dos meses que dejó el poder, ¿qué hizo en el tiempo que lo tuvo? Ahh, es cierto, el Presidente era Alberto Fernández y era el que tomaba decisiones. Ella nunca perteneció a ese gobierno.
Por ahora y por unos cuantos meses más, ese argumento será difícil de rebatir. Se cocinará a fuego lento, o no, al calor de la situación general y del impacto de las medidas libertarias. Cuanto peor mejor. Si la situación se agrava, volverá el pasado reciente remozado y rejuvenecido. Si la situación tiende a mejorar, la perspectiva irá poniendo en caja los cuestionamientos de los que, hasta ayer, tenían el poder de cambiar las cosas. Y no lo hicieron por impericia o ignorancia.
A veces, muchas para el gusto general, la política argentina se nutre de debates estúpidos. Estériles. Aquel que se propone para representar a los ciudadanos, sabe lo que hace. Lo que implica la función pública. Tomar decisiones para resolver problemas hace pagar costos. Nada es gratis en política. La Argentina se debate entre un modelo que fracasó (¿o no tenemos un 50% de pobres?) y otro que todavía no asoma, pero es completamente distinto. Habría que separar la hoja de la hojarasca y quedarnos con lo que cuenta. Lo demás es para la tribuna.
No todos, algunos dirigentes, quieren seguir en la comodidad de la vieja Argentina. El barco, el Titanic, no cambió. Se sigue hundiendo. Dejen de llorar y pongan manos a la obra. Esta generación no verá los frutos, quizás nuestros hijos o nietos. Pero un día hay que empezar.