POR JORGE BARROETAVEÑA
La Argentina, un vidrio que todos los días se rompe de nuevo
La sensación es que algo se rompió ¿no? Un vidrio que estalló. Juntar todos los pedacitos es imposible y cuando se los pega se nota. Algo de eso pasa en la Argentina. Todo parece estallar todos los días y no hay forma de arreglar lo que se rompe.
Por Jorge Barroetaveña El jueves el ex Presidente Macri se presentó en Dolores. Convocado a indagatoria por la sospecha de espiar a los familiares del ARA San Juan, protagonizó un acto político primero y un bochorno después. Aunque las dos cosas se parecen. Macri hizo lo mismo que Cristina: llamar a los militantes para que lo fueran a respaldar y denunciar una persecución judicial. Adentro, el juez consumó un error de principiante por un trámite que nunca formalizó. La indagatoria no se pudo realizar. A las pocas horas envió el oficio a la Casa Rosada y con un pie en la escalera del avión que lo llevó a Roma, el Presidente Fernández relevó a su antecesor del secreto de estado en los temas de inteligencia. Todo en menos de 12 horas. Tuvo la delicadeza de hacerlo él, porque si no le hubiera tocado a Cristina que ya se relamía. Macri deberá presentarse el 3 de noviembre y existen altas probabilidades que antes del 14 (¿hay elecciones vio?) sea formalmente procesado. ¿Cambiará eso el resultado electoral? ¿Le hará ganar al kirchnerismo? Cualquiera de los supuestos parte de lugares equivocados pero sobre todo de una profunda subestimación de la gente. Los dirigentes argentinos han llevado el debate político a las cloacas y parecen sentirse a gusto en ese lugar. Suponer que todo se arregla con plata es insultante. Tan ingenuo como pensar que el compromiso judicial de Macri le hará perder las elecciones a Cambiemos. La apuesta es disimular el índice de inflación de octubre y su impacto con el procesamiento del ex presidente. ¿En serio piensan eso? El Presidente, fiel al estilo que lo gobernó siempre, va de banda a banda. Voló a Roma para conseguir apoyo para firmar el acuerdo con el FMI. Un puñado de horas antes, en el acto para recordar a Néstor Kirchner, le avisó al Fondo que no se arrodillará ante él, mientras el pueblo de militantes deliraba. Venía claro de arremeter contra los sectores concentrados de la economía que son los principales causantes de la inflación en la Argentina. Especialmente las empresas alimenticias. El pobre Feletti, que debe tener en su despacho el cuadro de ‘San Moreno’, ya no sabe qué hacer ni con qué amenazar. Desesperado recurrió a gobernadores e intendentes y buscó algunos golpes de efecto en la Provincia de Buenos Aires saliendo a controlar. Sabe que nunca controles de estas características dieron resultado. Más bien fue al revés: terminaron siendo el preanuncio de algo peor. Y el reconocimiento implícito que no pueden controlar la inflación, por métodos ortodoxos ni heterodoxos. El dólar en llamas es, como tantas otras veces, el indicador que en la economía algo grave está por pasar. Va de la mano del resultado electoral? No necesariamente. En el 2019, cuando las PASO le avisaron a Macri que tendría que dejar la presidencia, todo voló por los aires. No fue necesario otro mensaje. Es probable que la economía se esté anticipando al 14, descontando la derrota oficial y la debilidad en la que quedará la coalición del Frente de Todos. Claro que algunos escenarios son peores que otros. Perder la mayoría en el Senado dejará al gobierno al borde de la ruptura y profundizará su debilidad. Macri en el 2019 tenía la puerta de salida abierta cerca. Alberto tiene aún dos años largos en el poder y el sólo hecho de pensar que no podrá aspirar a su reelección, lo dejan en la cuerda floja. En un país hiperpresidencialista como la Argentina, ¿cómo será gobernar en minoría, a sabiendas que el poder no está en La Rosada ni en Olivos? Los exégetas del peronismo sostienen que el oficialismo tiene el boleto picado en noviembre. Resta saber la magnitud del resultado y si pueden salvar algo de ropa. Tampoco es una obviedad suponer que Cristina también saldrá dañada de una eventual derrota. Pese a los esfuerzos por disimular la responsabilidad de lo que pasó en septiembre de Kicillof o Máximo, nadie quedará al margen de la debacle. Pero, en política siempre hay un pero, nunca está nada dicho. En tierra arrasada, ¿no tendrá Alberto una posibilidad de reinventarse, ya sin el condicionamiento permanente del kirchnerismo? Si la guadaña electoral hace tabla rasa, ¿no es acaso una chance para empezar de cero? Es la ventaja de los dos años que le quedan en el poder y la Argentina veleta y olvidadiza que tenemos. Macri afirma que no es Cristina. Le disgusta que lo comparen con ella. Pero el jueves en Dolores se le pareció demasiado. Hizo lo que el kirchnerismo quería que hiciese. Se lo sirvió en bandeja. El resto de la entente opositora mira con preocupación los acontecimientos. En especial un señor llamado Horacio Rodríguez Larreta. El ‘pelado’, teje de día y desteje de noche. Como Penélope. Y espera que pase el tren indicado. Ese que lo lleve a la Presidencia en el 2023. Ojo. En el andén, no está solo.
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