MUJERES DE A CABALLO
Julia Eckert: “No podemos bajar los brazos, la tradición tiene que seguir más viva que nunca”
Nació y se crió en el campo. Durante un breve lapso vivió en la ciudad, mientras cursaba sus estudios, pero sostienen que su mundo es la ruralidad y que le gusta todo lo relacionado con la tradición y las jineteadas. Vive en un puesto rural junto a su pareja y a su hija y es la presidente de las Agrupaciones Tradicionalistas de Gualeguaychú.
Por Fabián Miró
Julia es la primera mujer en presidir las Agrupaciones Tradicionalistas en Gualeguaychú y para conocer más detalles de su vida la visitamos en el Puesto “Doña Carmen”, establecimiento que tiene parte de su campo, todo destinado a la ganadería, sobre la margen derecha de la detonada ruta 136 en dirección al Uruguay.
Julia nos esperó con los caballos ensillados a un costado de la casa en una escena que es cotidiana porque todos los días se sale a recorrer la hacienda entre otras tareas que demanda la ganadería. Trabaja en la casa pero siempre se hace un tiempo para ensillar y salir a cabalgar con una naturalidad propia de quien nació y se crió entre la caballada.
En diálogo con AHORA ElDia, contó que “cuando llegué a este mundo mis padres trabajaban en la Estancia La Providencia y si bien estuve con mi abuela unos años en la ciudad, en tiempos de estudiante, regresé al campo porque es mi lugar en el mundo. Hice los primeros grados en la ciudad, luego en la 108 de El Potrero, para terminar en la Juan Bautista Ambrosetti de la zona rural Las Piedras. Mis padres trabajaban en Santa Mónica y como no hice el secundario fui un año más a la escuelita a llevar a mis hermanos más chicos a lomo de caballo. Era una legua de ida y otra de vuelta. Cuando llovía se ponía un poco pesado y el andar era más lento, mientras que en el invierno se nos congelaban las manos, no podíamos agarrar las riendas siquiera. En aquel entonces ensillaba mi viejo o mis hermanos”.
También resaltó que “era toda una diversión correr carreras de caballos con otros gurises en una época en que todos íbamos a caballo a estudiar. Tenía una yegua baya que era muy saltadora, no había obstáculos para ese animal y de vez en cuando terminábamos en el suelo. A veces se nos daba vuelta el recado, cosas que pasaban y que eran y son normales”.
La relación con los caballos
Julia recordó que iba con su mamá “a tender la ropa, era chiquita, no tendría más de 7 años, mi padre estaba palenqueando unos caballos. Tenía uno atado al palenque, me agarró de prepo y me subió al potro, aunque desde los 4 ya andaba a caballo”.
Sobre la vestimenta, la tradición y sus costumbres, sostuvo que “siempre ando con una boina, una bombacha de campo, camisa, pañuelo, tanto en la ruralidad como en lo urbano. Es nuestro acervo cultural y a veces molesta cuando te dicen en las fechas patrias, particularmente en los actos patrios si no tenés ropa para disfrazar a los gurises de gauchos y a las gurisas de chinitas”. Acotó que “molesta y duele en parte porque esta es nuestra cultura y nadie se disfraza para recordar y honrar nuestras raíces”.
El trabajo
Julia expresó que a lo largo de su vida “nunca amansé caballos, sí los cuidé, trabajé en una caballeriza, los vareaba, limpiaba las camas, los bañaba y engrasaba los vasos, tareas varias que por ahí la gente desconoce”.
No todo pasa por el equino. También tuvo su experiencia en el ovino. “Trabajé en un tambo en la zona de Las Piedras, cuando mi hijo mayor iba a cumplir dos años”.
Las Jineteadas
La mujer dijo que “monté algunas veces en el campo de una familia amiga en Costa Uruguay. Siempre en anca, nunca sola y en una de esas jineteadas se nos cayó el caballo y me quebré la clavícula, además de un esguince de tobillo. Me trajeron a Gualeguaychú, me enyesaron y volví a la fiesta. Después en el año 2000, cuando se hacían las jineteadas del Mercosur, se hizo una en Formosa. En ese tiempo yo desfilaba en la agrupación Centro Criollo de Hugo Sosa. Una vez en Formosa, monté a cuatro espuelas, corrí y gané la carrera de riendas. En el 2006, en una jineteada organizada por Facundo Pedroza, monté en anca con mi hermano Ricardo con la mala suerte de caerme. No solo eso, el caballo me fracturó la pelvis, y estuve tres meses para recuperarme, dos meses en una cama ortopédica sin poder siquiera sentarme y cuando me recuperé, después de una larga rehabilitación, lo primero que le pregunté al doctor fue si podía volver a andar a caballo y tener un hijo. A los cinco meses ya estaba desfilando de vuelta”.
Las Agrupaciones
Julia sostuvo que mantener las mismas tiene sus costos y que no solo es lucir las mejores pilchas y desfilar. “Cuando tenemos un desfile no es que agarramos un caballo del campo, suelto como está, lo ensillamos y salimos. La montura tiene que estar bien, las herraduras, la anemia al día, la ropa, el forraje para los animales. La libreta sanitaria tiene su costo, al igual que la ropa. Si compras una bombacha hay que hablar de 10.000 pesos como mínimo, ni hablar de un sombrero o un par de botas de cuero”.
Julia preside a todas las Agrupaciones Tradicionalistas de Gualeguaychú que superan largamente la veintena como se aprecia en cada desfile. “Tenemos 28, pero las que normalmente salen a desfilar son unas 16. La gente, cada vez que desfilamos nos recibe muy bien”, señaló.
Dijo que “se conformó una Comisión de Agrupaciones que está integrada por 9 personas con una Personería Jurídica que se encuentra en proceso de trámite. Nosotros traemos desde la cuna las jineteadas y todo lo que sea tradición, pero hay gente que ve mal las jineteadas y queremos mejorar esa imagen que no es la real. Estoy segura de que vamos por el buen camino”.
Dijo que “si no hubiese jineteadas no habría tropillas. Se cumpliría el dicho de que caballo que no galopa va derecho al matadero” y cerró diciendo que “estamos dispuestos a sentarnos y hablar con las proteccionistas de animales, charlar y saber puntualmente qué es lo que les molesta, pero están muy cerrados a hablar con las agrupaciones. Como agrupaciones siempre decimos que no podemos bajar los brazos y que la tradición tiene que seguir más viva que nunca”.