TODA UNA VIDA TRABAJANDO Y NO ALCANZA
Jubilados en Gualeguaychú: desde achicarse en los gastos hasta seguir trabajando
Adultos mayores que cobran el haber mínimo (que está por debajo de la línea de indigencia) charlaron con Ahora ElDía y revelaron sus cambios de hábitos y las decisiones difíciles que tuvieron que tomar para poder subsistir.
La marcha de jubilados en Buenos Aires que terminó con una feroz represión por parte de las fuerzas de seguridad y que dejó como saldo a un fotógrafo herido de gravedad y a varias personas mayores golpeadas, no hizo más que distraer a la discusión pública y llevarla al terreno de quiénes son los buenos y quiénes los malos de una película que ya vimos muchas veces.
De hecho, este viernes el propio presidente Javier Milei lo redujo a esos términos en una conferencia junto a Patricia Bullrich: “Los buenos son los de azul y los malos son los que andan con trapos en la cara y rompen autos, los queman y amenazan a toda la gente porque no quieren perder sus curros. Los vamos a meter presos”. No hizo una sola mención sobre las verdaderas víctimas: los jubilados.
En marzo, cobraron $280.000, más un bono de $70.000. Es decir, que en total apenas llegaron a los $350.000, cuando la línea de pobreza que marca el costo de la canasta básica es de $$1.057.923 para una familia tipo, y la línea de indigencia se ubica en los $468.108, según los datos que difundió recientemente el Indec.
No hace falta argumentar demasiado para explicar que no alcanza, pero otro dato realmente impactante es el que difundió la Defensoría del Pueblo de CABA, que marca que la canasta básica total de los jubilados se ubica en $1.200.000, desagregada de la siguiente manera: $279.000 en alimentos, $107.000 en limpieza, $260.000 en medicamentos, $245.000 en vivienda, $107.000 en servicios, $71.000 en transporte, $50.000 en vestimenta y $80.000 en recreación.
Pero más allá de los números, para tomar dimensión de su realidad siempre es mejor conocer a las personas que están detrás de los guarismos y en Gualeguaychú se pueden contar cientos de historias, pero nos quedamos con estas tres que son más que representativas.
Rosa tiene 63 años y contó a Ahora ElDía que se mudó con su pareja el año pasado a Gualeguaychú desde Moreno, provincia de Buenos Aires, en búsqueda de tranquilidad. “Tenemos a nuestros tres hijos acá y nos corrió la violencia que se vive allá, entonces decidimos venir a un lugar más calmo. Se nos está complicando con el alquiler, se disparan de forma impresionante, conseguimos algo más barato y ahora nos tenemos que mudar porque no lo podemos sostener. Se nos iría a $600.000, serían los dos sueldos, los dos cobramos la mínima, si bien tengo mi casa allá y la estoy alquilando para amortiguar los gastos, se nos hace difícil. Los ahorros que fuimos teniendo ya los estamos gastando, porque la jubilación no alcanza, hay medicamentos que pagar, la nafta sube todos los meses, vas al supermercado y pasa lo mismo, pero por lo menos acá vivimos un poco más tranquilos”, relató.
Rosa aseguró: “La obra social no nos cubre la totalidad de los medicamentos. Mi esposo tiene que tomar tres y tiene que pagar una parte: $80.000. Lamentablemente hoy el jubilado es el último ‘orejón del tarro’ porque trabajó toda su vida y no la pasa bien porque no consigue algún trabajito porque ya es grande, y además ya estamos cansados”. Y agregó: “Con lo que he vivido hasta acá, creo que cada vez estamos peor, en algún momento se mejoró un poquito, pero ahora está muy complicado y no veo cambios. Es una burla el aumento que nos está dando el Gobierno”, sentenció, y planteó que “antes no comías lo que querías porque primero estaban los chicos y ahora no te alcanza. Mis hijos sé que están, pero no es lógico que tenga que jorobarlos porque ellos también tienen que llegar a fin de mes y alimentar a sus familias, pero si necesitamos algo, sé que están. Hoy un jubilado no se alimenta como debería hacerlo porque no puede”.
Por su parte, Diver Larrosa tiene 65 años y contó que la pensión mínima sólo le alcanza para cubrir el alquiler por lo que continúa trabajando para poder vivir: “Tengo que seguir laburando, soy celíaca y todo me cuesta mucho más. Soy modista y enseño a bailar tango a adultos mayores para poder sostenerse mes a mes. Por suerte todavía no tengo que tomar medicamentos, pero el dinero no me alcanza”, aseveró.
Por último, Mirtha Larrea también brindó su testimonio y dejó en claro que “gracias a Dios tengo a mi marido que tiene una gomería, pero si fuera por la jubilación, los dos nos morimos de hambre; de hecho, ya estamos compartiendo medicamentos porque no podemos comprar para los dos al mismo tiempo”.