SE VAN MOVIENDO LAS PIEZAS DEL 2023
Horacio Rodríguez Larreta y su esfuerzo por demostrar que si llega, no será un títere
Nunca es tiempo para las traiciones. En política no son mala palabra. Hay miles de antecedentes en toda la historia de todos los países. Los delfines, más temprano que tarde tienen que cortar el cordón umbilical que los une a sus mentores. A los que les dieron la oportunidad. Claro, el tiempo y la oportunidad no siempre van de la mano. Aunque a Larreta no le quedaban muchas alternativas.
Por Jorge Barroetaveña
La historia que se mide por los resultados dirá si hizo lo correcto o no. Mejor dicho. Si le pifió en el momento. Es cierto que la decisión de hacer en forma concurrente las elecciones capitalinas luce un debate menor. Nadie sabe a ciencia cierta qué impacto puede tener eso en la interna del PRO, tanto como las sospechas sobre los alcances del acuerdo de Larreta con Lousteau.
Sin embargo, es justo reconocerlo, Larreta carga con la fama de débil. La supuesta dureza de Patricia Bullrich lo ha obligado en los últimos meses a buscar gestos de autoridad que reafirmen su liderazgo. Si quiere ser presidente tiene que dar muestras de firmeza y dejar en claro que, si llega a la Rosada, será él quien tome las decisiones. Sigue el recorrido de cualquier líder que se precie de tal. Lo hace en un contexto desfavorable donde reina el descontento. La sociedad está enojada con oficialistas y opositores por eso busca atajos. Milei, inteligente, lo capitaliza.
Mauricio Macri tuvo un gesto contundente cuando anunció que se bajaba. Si lo hizo porque las encuestas no le daban o porque le ganó a su ego es un debate que sólo su conciencia puede saldar. Pero ese domingo de abril cuando dio la noticia a través de las redes sociales una sensación de alivio recorrió el cuerpo de muchos. Su corrimiento, implica allanar el camino a Bullrich y Larreta, quizás también Vidal, para que peleen solos por la candidatura del PRO. Pero, como un karma, Macri todavía está buscando su lugar. Sin ser candidato, quizás pretende erigirse en una especie de ‘custodio’ de la pureza de las intenciones de los candidatos. Algo de eso insinuó en las entrevistas posteriores. Es, de todas maneras, una resolución personal que no alcanza al resto de los candidatos.
El ruido fue tan grande alrededor de la decisión que los mismos protagonistas se asustaron y salieron a ponerle paño frío a las repercusiones. Más el daño ya estaba hecho. En un contexto económico-social abiertamente desfavorable, fue otro gesto de lejanía con la sociedad y con lo que la calle reclama. Los dirigentes opositores actúan como si la elección ya estuviera ganada y tampoco piensan en el día después. Si se juzgan los antecedentes ningún oficialismo ha ganado en la historia con 100% de inflación anual. Casi 7% mensual. Esto puede posibilitar ganar la contienda, pero gobernar es una historia diferente. Harán falta grandes acuerdos para tomar grandes decisiones. Y el helicóptero siempre está dando vueltas por ahí. Ni Alberto Fernández se salvó de semejantes rumores.
Por supuesto que en el país de los ciegos, el tuerto es rey. Como veía conmocionada a la oposición, el inmortal Aníbal (Fernández) salió en su ayuda. Y dijo una de sus habituales barbaridades: "las calles regadas de sangre y muertos van a producir si tuvieran la posibilidad de ser Gobierno", disparó. Pesado no?
Visto al revés demuestra también una gran debilidad, extraña para el peronismo. Dan por sentada una derrota electoral y se preparan para ser oposición. Otra vez las piedras y el club del helicóptero. Está loca la política argentina, porque Fernández da por sentado algo que no pasó. La gente ni siquiera sabe aún cuando tiene que ir a votar. Y bien sabe que agitar el fantasma de la violencia hace tiempo, por suerte, que en la Argentina no da resultado. El grado de locura que invada a nuestra clase dirigente invita a pensar si no tocamos fondo. Y si eso no le da la chance cierta, increíble hasta hace meses, a expresiones marginales y fundamentalistas como las de Milei. Macri blanqueó esta semana y dijo hoy que los números dan segunda vuelta a Cambiemos y a los libertarios. Es más, insinuó que deberían ponerse de acuerdo. Macri sabe bien que el peronismo en la oposición será un calvario difícil de soportar.
Las horas del reloj corren muy lentas. Lentas para la urgencia de respuestas ante la crisis. Cristina sigue coqueteando y no dice nada. Massa se aferra a las pocas ilusiones que le quedan y Alberto se dedica a festejar el primer año de su hijo Francisco. La política argentina está llena de banalidades y tonterías que la siguen vaciando de contenido. Eso abre la puerta para cualquier cosa. Y todavía no se dieron cuenta.