QUIÉNES FUERON Y POR QUÉ QUEDARON EN LA HISTORIA
Gualeguaychú, una ciudad marcada por grandes mujeres
A lo largo del tiempo, fueron muchas las figuras femeninas que tuvieron un papel destacado en la sociedad gualeguaychuense. Sus aportes invaluables a la educación, la cultura y la acción social dejaron una fuerte impronta en las instituciones que llevaron adelante.
La historia de nuestra ciudad dio nombres que hoy resultan familiares a la mayoría de los gualeguaychuenses por las calles e instituciones que los homenajean y la construcción misma de una memoria colectiva. Sin embargo, con el transcurso del tiempo, la vida y obra de muchas de las mujeres que integran esa lista inabarcable a menudo corre riesgo de pasar desapercibida para buena parte de la sociedad. Por eso es importante volver a contar sus historias y visibilizar los nombres de otras -quizá menos conocidas- que el trabajo historiográfico y el recuerdo de las instituciones a las que pertenecieron rescata del olvido.
Ahora ElDía conversó con las historiadoras locales Leticia Mascheroni y Delia Reynoso, quienes aportaron su mirada sobre algunas figuras femeninas que, en distintas épocas y ámbitos, dejaron su huella y legado en nuestra ciudad.
Mascheroni destacó a dos mujeres en particular, maestra y alumna, que fueron grandes impulsoras de la cultura en Gualeguaychú: Luisa Bugnone y Camila Nievas. Ambas, junto a otras damas de la ciudad, dieron origen en 1898 a la "Sociedad por la Patria y el Hogar”, que luego se convertiría en el Instituto Magnasco. “Luisa Bugnone debió retirarse de la actividad después de darle un buen impulso, por razones de familia -se había casado y tenía varios hijos-, y siguió al frente Camila Nievas”, explicó.
Camila Nievas
La historiadora describió a Nievas como “una mujer de porte, con mucha energía y con una inquietud cultural sobre todo por tratar de ubicar a la mujer en un contexto social y cultural más elevado, sin sacarlo de las costumbres de fines del siglo XIX y principios del siglo XX, donde se la destinaba a tener hijos, a los quehaceres domésticos o a las labores”. “Ella quiso darle un contexto educativo más amplio”, apuntó, y agregó el dato de que la biblioteca del Magnasco fue la primera en el país fundada por mujeres, “un gesto a destacar muy importante”.
Por su parte, Reynoso, quien también resaltó la figura de Nievas y Bugnone, hizo hincapié en que “son tantas las mujeres que han dejado su impronta en la historia de Gualeguaychú que la lista es inagotable”, por lo que siempre que se den nombres se corre el riesgo de omitir otros también dignos de mención. “(Gualeguaychú) es un pueblo con iniciativas, emprendedor, solidario, y sus mujeres no escapan a esa cualidad o calidad de personas. La historia local nos habla del protagonismo y el liderazgo de la mujer, de su capacidad de leer la realidad, ver necesidades y concebir proyectos en los distintos órdenes de la vida ciudadana”, explicó, precisando que “si bien una tiene la iniciativa y lleva el liderazgo, siempre se trabaja en equipo”, con lo cual “hablamos de la mujer pero como un colectivo social”.
Para la docente e historiadora, estas mujeres “tenían la capacidad de percibir necesidades del pueblo -materiales, de salud, culturales-, y trataron a su manera de responder a ellas”. “La idea, el sentimiento, la capacidad de ver la realidad, fue pasando de unas a otras y así es como se materializó y se proyectaron en el tiempo. Hoy tenemos muchos ejemplos de eso: escuelas, bibliotecas, centros de salud, en donde quedó el testimonio del hacer de la mujer”, manifestó.
A modo de ejemplo, y lejos de pretender agotar la inabarcable lista, Reynoso compartió los nombres de algunas figuras que trascendieron y de otras cuya impronta quedó en las instituciones en las que trabajaron. Resaltando la profunda huella que dejaron en el ámbito educativo, enumeró: “María América Barbosa, que fue la primer bibliotecaria y la primera presidenta de la Biblioteca Sarmiento; Enriqueta Burlando, maestra y bibliotecaria, muy reconocida por su calidad de persona y su vocación de servicio; Diola Barell; René Voltaire de Rébori; Ana Etchegoyen; Nati Sarrot, que nos ha dado su aporte importantísimo en la historia de Gualeguaychú; Rosa Regazzi, una mujer solidaria y educadora; María Inés Elizalde, una de las fundadoras del profesorado que lleva su nombre; María Torrilla; Blanca Rebagliati, docente y gestora del Desfile de Carrozas; y María Fernández de Rebagliati, quien además de ser una excelente docente fue una permanente colaboradora de las Bibliotecas Sarmiento y López Jordán”.
Dentro de las figuras locales que mencionó Reynoso también está Aida Moreno, quien “fue el alma del barrio San Francisco, cuando se fundó la capilla que dio lugar al barrio y a la escuela”, y Ester Paz, “que orientaba a los enfermos oncológicos” y “trabajó muchísimo, con mucha humildad y mucho tesón”.
En línea con el aporte de Reynoso, Mascheroni indicó que la labor destacada de las mujeres en la sociedad gualeguaychuense ha quedado en muchos casos en el anonimato. Yendo más atrás en el tiempo, la historiadora ejemplificó: “En la época en que la provincia de Entre Ríos se desangraba en las contiendas, esas mujeres silenciosas quedaban en el hogar a cargo de los hijos menores con la esperanza de que su esposo y los hijos varones en condiciones de guerrear volvieran con vida”.
Y agregó: “Muchas de ellas se fueron metiendo también en la vida pública, sobre todo en la parte de la caridad. La Sociedad de Beneficencia fue una construcción de mujeres que, si bien pertenecían a las familias más destacadas y por qué no adineradas, volcaban todo su tiempo y su capital verdaderamente en hacer beneficencia para la sociedad”.
“Las atenciones a las enfermedades, a los desvalidos, a los chicos de la calle… todo eso yo creo que merece un reconocimiento extraordinario. Durante muchos años la Sociedad de Beneficencia tuvo una labor muy destacada. Tan es así, que por iniciativa de ellas se construyó el hospital, que hoy es el Hospital Centenario”, detalló Mascheroni.
Una de las mujeres que fundó la Sociedad de Beneficencia en 1875 fue Felipa Etchazarreta de Irazusta, reconocida por su vida religiosa y de entrega a los humildes. Felipa presidió la Sociedad durante algunos años para luego ser sucedida por su hija, Dolores Irazusta de Deken, otra figura notable de nuestra historia. Dolores ocupó este cargo durante el período en que se construyó el Hospital (inaugurado en 1913). También fue parte de quienes impulsaron la creación del Teatro Gualeguaychú y colaboró en la construcción de la capilla Sagrada Familia. Además, en la década del veinte, fue una de las personas que avaló con su patrimonio los préstamos para que la sociedad de abasto y saladeril, luego Frigorífico Gualeguaychú, pudiera construir su planta industrial.
Otra integrante de la Sociedad de Beneficencia local fue Malvina Seguí de Clavarino, de quien suele resaltarse su voluntad de servicio y carácter solidario, tanto por su incansable labor en lograr una mejor atención de los enfermos como por el gesto de haber cedido su quinta, la “Villa Malvina”, a la Compañía de María para su establecimiento educativo de niñas.
En definitiva, la historia de nuestra ciudad está atravesada por la vocación, entrega y liderazgo de numerosas mujeres que han sido actores clave en su desarrollo educativo, cultural y humanitario. Retomando a una de ellas, Reynoso lo ilustró de esta manera: “Hay una frase que rescato de Camila Nievas que un poco define a la mujer de Gualeguaychú, que dice ‘Inspirada en las enseñanzas de sus mayores, han dejado una estela de amor e inteligencia, corazón y cabeza, dualidad capaz de hacer grandes cosas’”.
María Luisa Guerra, la joven prodigio
“Una de las mujeres que destacaría de Gualeguaychú fue María Luisa Guerra, que desde niña demostró extraordinarias condiciones para la ejecución del piano”, señaló Mascheroni, y relató brevemente la interesante historia de una joven prodigio gualeguaychuense que en 1878 llegó con su talento a Europa: “Las condiciones fueron tan extraordinarias que terminó tocando entre reyes y príncipes. Llegó a amasar una gran fortuna que invirtió en Barcelona, donde pasó sus últimos años”, contó, agregando que la joven “nunca olvidó su ciudad natal”. “Vino a dar un concierto en el entonces Teatro Primero de Mayo (frente a la Plaza San Martín). Era muy pequeño, pero las crónicas de la época dicen que sobre la vereda y la plaza la multitud se aglomeraba. Era un personaje que ya había ganado mucha fama y popularidad”, afirmó.
Otras fuentes apuntan que la “Flor del Plata”, como la apodaban, llegó a ser considerada directamente como una de las mejores concertistas del mundo en su época. El 11 de noviembre de 1949, a los 80 años de edad, falleció en San Sebastián, ciudad que la homenajeó poniendo su nombre a una de sus calles, algo que también hizo Gualeguaychú en 1973.