A 179 AÑOS DEL ASALTO Y SAQUEO POR LOS CORSARIOS ITALIANOS
Garibaldi y la primavera de terror que vivió Gualeguaychú
El 20 y 21 de septiembre de 1845, la ciudad vivió un episodio traumático que quedaría grabado para siempre en la memoria local. Los avatares impredecibles de la historia y la coyuntura de la época dieron lugar a este hecho que sigue llamando la atención casi dos siglos más tarde.
Al revisar el rico pasado de nuestra ciudad, no caben dudas de que uno de los hechos más resonantes es el asalto y saqueo que vivió a manos del corsario italiano Giuseppe Garibaldi. El suceso llama la atención por numerosos motivos, principalmente porque su protagonista luego trascendería a los libros de historia como uno de los líderes revolucionarios que lograron la Unificación de Italia en 1871. Pero el episodio que involucró a Gualeguaychú ocurrió mucho antes, los días 20 y 21 de septiembre de 1845, hace 179 años.
Por aquel entonces, nuestra tierra se desangraba en una interminable guerra civil entre unitarios y federales que pujaban por proyectos antagónicos para la conformación del país. Conflictos de esta índole también afectaban al Uruguay, donde transcurría la denominada Guerra Grande entre los “blancos” -liderados por Manuel Ceferino Oribe y apoyados por Juan Manuel Rosas y los federales de la Confederación Argentina- y los “colorados” -comandados por José Fructuoso Rivera y con el apoyo de los unitarios argentinos y los riograndenses del Brasil-. Fue de la mano de estos últimos que Garibaldi se vio involucrado en estos hechos.
Garibaldi había sido condenado a muerte tras participar de un intento insurreccional en Génova junto a la “Joven Italia”, una sociedad secreta y agrupación política que buscaba la integración nacional italiana, por aquel entonces fragmentada en distintos estados. Junto a otros camaradas disidentes huyó hacia el Nuevo Continente, donde continuaría su actividad revolucionaria al tiempo que pondría su espada al servicio de las luchas internas que se libraban en el Cono Sur. Al menos por un precio.
Radicado Rio Grande do Sul, luchó contra el Imperio de Brasil en la revolución de la República Riograndense liderada por Bento Gonçalves da Silva de quien obtuvo una patente de corso y comandó su flota de guerra contra la armada brasileña. Los documentos de corso eran cartas entregadas por las autoridades de un territorio que autorizaban al propietario de un navío a atacar barcos, puertos y poblaciones de naciones enemigas. Durante siglos y hasta esa época, el corso era una modalidad bélica y actividad económica similar a la piratería pero legal y estrictamente regulada por el Estado, aunque a menudo el límite se volvía difuso por la propia naturaleza de la cuestión.
Fue así que después de luchar con los separatistas brasileños, Garibaldi llegó en 1841 a la República Oriental para emplearse como corsario a las órdenes del general uruguayo Fructuoso Rivera. Allí, tras haber sido derrotado en combate por las naves del Almirante Brown, organizó en 1843 una unidad militar mercenaria denominada “La Legión Italiana”, también llamados “camisas rojas”, por el uniforme que llevaban. En 1845, mientras los ingleses y franceses intervenían como aliados de Rivera bloqueando los puertos de la Confederación y brindando apoyo militar, una flota garibaldina pudo saquear Colonia del Sacramento, tomar por la fuerza la isla Martín García y continuar río Uruguay arriba cometiendo actos de pillaje en toda su margen occidental.
El asalto y saqueo de Gualeguaychú
Según se reseña en Cuadernos de Gualeguaychú, en la noche del 19 al 20 de septiembre de 1845, Garibaldi y sus hombres sorprendieron a los dos guardias que celaban la boca del río Gualeguaychú en una nave ligera. Luego, Bernardino Gómez, vecino de la villa y marinero de un buque mercante, sirvió de baqueano para que los Legionarios pudieran entrar en el Puerto. En la madrugada del 20, desembarcaron en el Saladero de Gianello y atacaron la indefensa Gualeguaychú: sorprendieron dormido en su casa al Comandante Eduardo Villagra, quien cayó preso junto a las autoridades y Guardias nacionales, y Garibaldi ordenó el fusilamiento de las autoridades de alto rango; se fortificaron los puntos más importantes, dominando la ciudad. La casa de la familia Haedo (esquina de Rivadavia y San José) fue aprovechada como cuartel general por los invasores, quienes colocaron un cañón apuntando en dirección a la residencia del Comandante Villagra (Rivadavia casi Ángel Elías).
Fueron dos días de pánico en los que los 31 establecimientos comerciales y numerosas casas de familia fueron saqueadas. Los más perjudicados fueron los comerciantes españoles, sardos, portugueses y franceses y se estima que Garibaldi se llevó un botín calculado en 30.000 libras esterlinas.
En sus Memorias, el corsario italiano dejó el testimonio en primera persona de lo sucedido: “La provincia de Entre Ríos era nuestra enemiga, pero nosotros necesitábamos caballos y allí había muchos y excelentes. El pueblo de Gualeguaychú, por otra parte, siendo un emporio de riqueza, capaz de proveer a nuestros pobres soldados de cuanto necesitaban, especialmente ropa para ellos y de arreos para los caballos, nos atraía de un modo irresistible. Pronto pues, nos decidimos a hacer la entrada (...) Ocupamos con nuestras tropas las posiciones más fuertes, estableciendo avanzadas a largas distancias, en todos los caminos por donde podía aparecer el enemigo; y empezamos a adquirir caballos, ropa suficiente para vestir y para combatir otras necesidades de los pobres soldados y marineros que hacía tanto tiempo padecían todo género de necesidades y privaciones”.
En cuanto a los enfrentamientos violentos que se dieron en esta jornada de terror para los vecinos, Garibaldi menciona un combate entre jinetes de ambos bandas: “Un escuadrón de caballería perteneciente á la guarnición de aquel pueblo, y que se encontraba fuera, cuando nosotros lo ocupamos, volvía cuando ya éramos poseedores de la plaza; avistados por nuestras avanzadas, le enviamos al encuentro un grupo de jinetes, ya bien montados y equipados. La lucha se trabó en el acto y los nuestros resultaron vencedores. Habían combatido valerosamente. Esta pequeña victoria animó mucho á nuestra gente, haciéndole desear los encuentros futuros. Tuvimos un solo herido, pero de suma gravedad”.
Otro enfrentamiento tuvo lugar en las afueras de la finca de Francisco Lapalma (hoy conocida como la Azotea de Lapalma). Allí, ocho gauchos armados a las órdenes de Jorge Neyra -la mano derecha de Villagra- enfrentaron a una partida de legionarios que salía de saquear la casa. A pesar de que los superaban en número, los hombres de Neyra lograron poner en fuga a los garibaldinos y uno de ellos cayó herido después de que un sablazo le partiera el rostro, por lo que tuvo que ser llevado a la misma casa que acababa de asaltar para ser curado.
En sus Memorias, Garibaldi alude a la bravura de los gualeguaychuenses: “(...) en aquellos pueblos de gente belicosa, no era raro ver a las mismas tropas derrotadas, reorganizarse en un instante formando columnas de caballería realmente maravillosas y de una movilidad y osadía a toda prueba”.
Es por eso que el corsario también recuerda que su salida de la Villa “debía ser rápida”. A pesar de que tuvieron incidentes con esta pobre pero aguerrida resistencia, Garibaldi y sus hombres consideraron exitoso su paso por Gualeguaychú: “Salimos sin molestia, embarcándonos y transportando en pocos días á los muchos excelentes caballos sacados de Gualeguaychú, y los cuales nos servirían para futuras empresas”, concluye el italiano en sus notas.
Por último, antes de irse, Garibaldi y sus “camisas rojas” dejaron en libertad a todos los prisioneros, según agrega él mismo “a pesar de tener el convencimiento de que, si ellos hubieran vencido, no hubieran obrado tan generosamente”.