A Tatiana la mató la indiferencia. La indiferencia de una sociedad que no reacciona. De jueces que prefieren ser burócratas antes que comprometerse, legisladores que miran para otro lado y ejecutivos que optan por la demagogia y el discurso fácil. A Tatiana la violó y la mató el sistema.Jorge BarroetaveñaEl asesino de la muchacha chaqueña fue condenado por cuatro violaciones. Recibió 24 años de cárcel y cuando llegó a las dos terceras partes pidió la excarcelación. Sólo dos requisitos se necesitan para eso: cumplir los dos tercios de la condena y tener buena conducta. Parece poco para alguien que violó cuatro mujeres. Pero es lo que las leyes dicen y un juez se atuvo a eso. No alcanzó con la voz de un fiscal que alertó sobre una posible reincidencia. Era poco, muy poco para lo que se venía. Tampoco alcanzaron los 16 años que el asesino pasó en la cárcel. El sistema no lo rehabilitó ni le dio chances de poder volver a reinsertarse con normalidad en la sociedad.Salió claro, con alguna condición. ¿Cuál? No tener permiso para manejar ni taxis ni remises, justamente los instrumentos que utilizó para concretar los hechos aberrantes. Pero el sistema ni siquiera eso pudo contener. En Chaco, otro país, consiguió un registro de conducir, un permiso, una remisería trucha y un auto para hacer lo único que el sistema le impedía hacer. El día que se subió a ese maldito auto, firmó la sentencia de muerte de Tatiana. ¿Sirven de algo las justificaciones? Suenan a nada ante tamaña tragedia.El juez que firmó la resolución con su liberación es el mismo que hace 3 años permitió otra salida condicional que terminó con el homicidio de otra muchacha. La familia de la víctima impulsó, y pidió el juicio político. Pero para los señores del Consejo de la Magistratura, el juez en cuestión hizo lo que tenía que hacer: aplicar la ley. Poco importó que eso hubiera terminado con la muerte de una persona.Esa indiferencia del sistema terminó de explotar con un nuevo crimen. Ante eso, ¿porqué tanta indiferencia? Desde que las demandas económicas dejaron de figurar al tope de los pedidos ciudadanos, la inseguridad se instaló para siempre. De nada sirve discutir estadísticas. Los gobiernos de turno dirán siempre que son a favor, pero la sociedad tendrá, mal que les pese, otra percepción. ¿No es lo mismo acaso que mueran 10, 20 o 200? ¿Qué se cometan 1.000 o 2.000 asaltos por año? ¿Eso disminuye la gravedad de los hechos o atempera el desasosiego de las víctimas?La Constitución Nacional establece desde su nacimiento que las cárceles serán para rehabilitación de los reos. ¿Alguien duda que están lejos de eso? ¿Qué muchas se han convertido en un curso de posgrado para delinquir? Y tampoco es una cuestión ideológica entre garantistas y duros, porque en la Argentina hemos pasado por las dos etapas con rotundos fracasos. El problema es mucho más profundo que sólo legislativo, rebela una falta de compromiso atroz por parte de los operadores del sistema. Ni los que tienen la obligación de hacer la ley ni los que deben velar por su cumplimiento están a la altura de las circunstancias. En el medio se cruzan intereses políticos, económicos y algunos tan inconfesables que ni siquiera se conocen.Con la muerte de Tatiana caliente es probable que el juez sea enjuiciado y hasta destituido. ¿Sirve eso de algo? El Consejo de la Magistratura está más empeñado en solucionar el entuerto de la Ley de Medios que en contribuir a mejorar el servicio de justicia custodiando que haya jueces probos y no pusilánimes, o autómatas que lo único que hace es 'atenerse' a lo que dice la ley. La muchacha chaqueña será una víctima más que engrosará la estadística hasta que nos demos cuenta que un día nos puede tocar de cerca. Tarde, pero recién ahí, tomaremos conciencia del drama que provoca la indiferencia.
****Ahí están las víctimas de la tragedia de ONCE, otro desastre que clama por justicia. Es que el fallo del Juez Claudio Bonadío dejó al descubierto la trama de complicidades entre empresarios, sindicalistas y funcionarios. Y hasta dónde la corrupción del sistema MATA, sin dobleces. La infinidad de alertas por parte de los empleados sobre el estado de las máquinas y el operativo armado para acallarlas u ocultarlas. El desvío de subsidios para gastos insólitos como viajes, compra de flores o de mesas en lugar de solventar el mantenimiento de los equipos rodantes. Claro, eso fue posible con la complicidad de funcionarios corruptos que por omisión, desidia o interés fueron un engranaje más del sistema.La crisis estalló a los ojos con el medio centenar de muertos. Volvió a descubrir el velo de la incapacidad que todavía tiene nuestra democracia para digerir semejantes tragedias. La respuesta del poder político fue frágil y tibia, admitiendo, quizás inconcientemente, sus responsabilidades. La respuesta de la justicia empezó a llegar con la resolución del Juez Federal, pero también será un largo y tortuoso camino. Mientras tanto ahí están los familiares de las víctimas vagando por los andenes reclamando lo único que les queda por pedir que es un puñado de justicia. En Once esos argentinos también murieron por indiferencia.
****Ayer se cumplieron dos años de la muerte del ex presidente Néstor Kirchner. Y su esposa, la Presidenta, lo ha sentido. Con él se fue ese olfato tan particular que tenía para percibir los humores sociales. No dudaba en bajarse al barro y embarrarse si era necesario. Hoy, dos años después, el kirchnerismo parece haber perdido ese encanto, patrimonio del sureño. ¿Podrá recuperarlo?