LA BAILARINA GUALEGUAYCHUENSE QUE TRIUNFA EN LOS ESCENARIOS DEL PAÍS
Elizabeth Antúnez: descubrir la resiliencia a través del arte
Hace 19 años forma parte del cuerpo estable de ballet del Teatro Argentino de la Plata, una de las instituciones artísticas más prestigiosas del país. El camino hacia su presente no fue color de rosa, sin embargo, la resiliencia y el apoyo incondicional de su familia la llevaron al lugar que hace casi dos décadas ocupa.
Algunas historias de vida tienen elementos dignos de una película de Hollywood y los hechos que se están a punto de narrar podrían formar parte de una. Elizabeth Antúnez tiene 38 años y desde hace diecinueve forma parte del ballet estable del Teatro Argentino de la Plata, pero para llegar a esto, tuvo que atravesar muchas situaciones, desde bailar en Nueva York, en el Teatro Colón hasta el desarraigo, la enfermedad de un hermano y la muerte de su madre.
A los tres años, Elizabeth asistió por primera vez una obra de ballet del Estudio de Danza de Nina Fuentes y se enamoró de lo que había visto. “Se presentaba ‘Hansel y Gretel’ y estábamos con mi mamá sentadas en la última fila. Tengo recuerdo muy vividos de quedarme impresionada por lo que pasaba en el escenario. Ahí empecé a decir que quería ir a danza y quería ser bailarina. Eso pasó en diciembre y en febrero, cuando cumplí los 4 años, me anotaron para que comenzara a bailar con Nina Fuentes. Hace 34 años que bailo y nunca tuve dudas de que esto era lo que quería hacer”, relató en una charla íntima con Ahora ElDía.
Lo que empezó como un juego, comenzó a profesionalizarse y a los 12 años, profesores del Teatro Colón le manifestaron a sus padres que tenía condiciones para entrar en el conservatorio.
“No era fácil por la cuestión económica y porque nosotros éramos del interior, era un cambio grande y que llevó tiempo pero finalmente, mi mamá y yo nos mudamos. Ingresé en el tercer año en la carrera del Teatro Colón y tuve que hacer séptimo grado en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Probamos un par de meses en los que estuvimos viviendo en un hotel para ver si lograba adaptarme. Cuando pasaron los primeros tres meses, mis padres me preguntaron si quería seguir, porque en ese caso tenían que hacer un contrato de alquiler. A esa altura ya estaba súper integrada al grupo de ballet y había tenido el mejor promedio en el conservatorio. Entonces, con mi mamá nos mudamos a un departamento y, mi papá y mis hermanos quedaron viviendo en Gualeguaychú. Al venirse conmigo, mi madre estaba todo el día atrás mío, así que ella estuvo totalmente avocada a mí. Mi papá trabajaba y nos mandaba plata y, los fines de semana viajábamos para el pueblo”, detalló Elizabeth sobre cómo era su vida en ese entonces.
Durante el primer año en el Teatro Colón, la gualeguaychuense se esforzó y dedicó muchas horas a la danza y, de hecho, le iba muy bien. Pero, al año siguiente, un problema de salud sacudiría a la familia entera.
“En 1999, mi hermano del medio se enfermó de cáncer. Ese diagnóstico fue devastador para la familia y me llevó a madurar y darme cuenta que mi hermano también necesitaba a mi mamá. Entonces, él vino a vivir a Buenos Aires para hacerse el tratamiento para su enfermedad y operarse. Ese año mi mamá estuvo conmigo y con mi hermano a cuestas. Yo seguía en el Teatro Colón, me iba súper bien y me habían llamado en la Compañía para estar como refuerzo. Eran cosas muy buenas en cuanto a la carrera, siempre estaba muy entretenida y después tenía que enfrentar lo que pasaba en mi casa. La danza era todo para mí, hay un montón de cosas que una a nivel consciente no puede asimilar, pero liberé mis emociones y las canalice de forma constructiva en la danza”, recordó la bailarina.
Gracias al tratamiento médico, su hermano logró sobreponerse a la enfermedad y curarse. En el año 2000, a Elizabeth le ofrecen la posibilidad de hacer un curso de dos meses en Estados Unidos en el American Ballet.
“Tenía 14 años y mi mamá fue conmigo. Durante el viaje empezó a tener muchos dolores y problemas de salud. Cuando volvimos se fue a hacer estudios y le detectaron un cáncer irreversible y al poco tiempo falleció. Ahí se da un ante y un después en la familia, porque los cimientos quedaron destruidos con la falta de mi madre. Ella tenía 41 años cuando murió y mi papá tenía 46 cuando quedó viudo y con tres hijos”, contó Antúnez.
¿Seguir bailando o volver a Gualeguaychú?
Siendo solamente una adolescente, Elizabeth debió decidir si seguir estudiando en el Teatro Colón o volver con su familia a la ciudad. En medio del dolor, una semana después del fallecimiento de su madre, habló con su padre y le manifestó su intención de continuar con su formación.
Es así que su papá accedió y autorizó como su tutora a una prima de Elizabeth, que en ese momento tenía 21 años y estaba estudiando en Buenos Aires. Con tan solo 14 años y la pérdida de su mamá, persona fundamental en su vida y quien la había acompañado los primeros años en la Capital, la bailarina emprendió un nuevo capítulo de su vida.
“Hacía lo que podía, siempre fui muy aplicada y nunca dejé de serlo, pero no era fácil de la noche a la mañana aprender a manejarme sola, a prepararme la comida y tantas cosas más. Mi papá siguió trabajando y mandándome plata para que pudiera mantenerme. Para mi prima también era un mundo, se había mudado hace poco y era mucha responsabilidad para ella tenerme bajo su cuidado”, narró.
Elizabeth vivió un año y medio con su prima y luego se mudó con dos chicas de Gualeguaychú que recién comenzaban sus estudios, pero tampoco funcionó por mucho tiempo, ya que cuando volvía después de un largo día de estudiar en el conservatorio y trabajar en la Compañía, algunas veces se encontraba con sus compañeras de convivencia organizando alguna reunión en el departamento. “A los 17 años, le dije a mi papá que quería vivir sola y me alquiló un departamento”, mencionó.
El año anterior había quedado libre de la secundaria, debido a que los horarios de la Compañía de Ballet del Teatro Colón en la que trabaja desde los 15 años, no eran compatibles con su cursada. Sin embargo, debía terminar sus estudios escolares porque de lo contrario no podría recibirse en el Conservatorio.
“Me anoté para hacer en un año los dos que me faltaban, al mismo tiempo que terminaba mi carrera en el Teatro Colón y lo conseguí. No recuerdo cómo, sé que estudiaba el día anterior y aprobaba. Así que finalmente, a los 17 años me recibí”, mencionó sobre esa cansadora época.
Retornar a las raíces para volver a volar
Unos meses después de recibirse y tras cumplir 18 años, Elizabeth decidió volver a Gualeguaychú para recomponer la relación con su familia.
“Había muchas emociones que me estaban explotando en mi cuerpo, era necesario ese descanso. Pude conectar con algunas amistades y fue la primera vez que salí a bailar y que tomé alcohol. Fue vivir un poco lo que no había vivido durante el secundario”, manifestó entre risas la egresada del Teatro Colón.
No obstante, después de un año, tomó la iniciativa de volver a Buenos Aires para insertarse laboralmente: “No quería hacer mi carrera en el exterior porque mi familia me necesitaba un poco más cerca. Entonces, me enteré de casualidad un día antes de la audición en el Teatro Argentino de la Plata. Me presenté con 19 años cumplidos y había un montón de personas en la audición porque se concursaban veinte puestos estables. Ahora me doy cuenta de la importancia de la audición, pero en ese momento fui como pude con una malla vieja. Había muchos chicos que eran más grandes y tenían más experiencia. Hice la primera clase, quedé para la siguiente ronda, y a lo último nos llamaron a un par que estuvimos todo el día entrenado y recuerdo que me dormí una siesta en un rincón mientras los varones tomaban su clase de tan cansada que estaba. Después de ese día, nos dijeron que habíamos ganamos los puestos. Le dije a mi papá que tenía trabajo y a partir, de ahí pude pagar mi alquiler y comprar mis cosas. Así empezó mi carrera profesional”, expresó Antúnez.
A partir de ese momento, Elizabeth comenzó a formar parte del ballet estable del Teatro Argentino de la Plata y no dejó de crecer y perfeccionarse. De hecho, tuvo la oportunidad de hacer giras alrededor del mundo, llevando su arte.
A los 21, fue primera bailarina en una de las obras de la compañía y a los 23, consiguió el puesto más importante dentro del ballet que es el de protagonista.
Tomar el dolor y convertirlo en arte
El encargado de decidir el papel protagónico ese año fue Maximiliano Guerra para la clásica obra “Romeo y Julieta”. “Ese fue el rol que me marcó, ahí recurrí a todas las emociones, fue un antes y un después porque si bien en todas las cosas que me daban podía demostrar que tenía técnica, nunca había podido demostrar la parte actoral. Cuando empezamos a trabajar la obra, vino Maximiliano Guerra y eligió los personajes. Él era mi ídolo, nos miró durante la clase de entrenamiento y eligió cinco chicas para que interpretaran a Julieta. El casting no fue vernos bailar, sino que nos sentó en una sala y nos hizo interpretar un momento de la obra, en que ella está sentada en los pies de la cama y descubre el amor y tiene que decidir qué hacer. Nos puso la música de ese momento, y nos dijo que le transmitamos esa sensación, el quería ver las emociones. En ese momento, recurrí a un montón de sensaciones y emociones físicas para mostrar esa desesperación y angustia, que yo conocía de alguna manera por lo que me había pasado en mi vida. Eso fue lo que me hizo ganar el rol”, detalló sobre esa performance fundamental en su carrera.
Desde entonces, Elizabeth siempre se mantuvo como primera bailarina y en roles protagónicos. Ahora, está a solo dos años de jubilarse de la Compañía, momento que espera porque entiende que ya recorrió un gran camino.
“Me doy cuenta del recorrido y de lo maravilloso que ha sido en todo sentido. Siempre hubo altibajos en mi vida pero la danza siempre estuvo ahí”, enfatizó y dijo que todavía no sabe qué hará tras su retiro pero está abierta a lo que le presente el destino mientras eso la haga sentir bien.
Hace una semana que la compañía estrenó “Cuatro Tiempos”, una obra de Oscar Araiz, en la cual Elizabeth baila “L´hirondelle”. Es la primera vez que esta pieza es interpretada por una artista de la compañía.
“Uno puede co-crear su destino y tener una meta, pero hay que estar un poco abierto a lo que te vaya presentando la vida. Para mí lo más importante es encontrarme con un presenten en el que sea feliz. No sé si es intuición o confiar en la vida, pero eso es lo que me ha tocado aprender”, concluyó.