El viraje intelectual de Ernesto Sabato
Uno de los hechos más notables de la biografía del escritor fallecido es su alejamiento del racionalismo más rancio. Ernesto Sabato se topó con el sentido trágico de la vida, y devino en un existencialista típico.Esta concepción del hombre de carne y hueso, y su haz de contradicciones, sometido al dramático choque entre su sed de inmortalidad y su inscripción en la finitud, probablemente le hizo ver también la banalidad de una ideología como el comunismo, de la cual también abjuró.La reciente muerte del escritor recuerda que este doble abandono -el cientificismo y el totalitarismo político- fue típico de otros pensadores del siglo XX que como él lidiaron con la angustia metafísica.Existencialista al estilo de Karl Jaspers, de Albert Camus, o de Emile Cioran, el argentino pertenece a la pléyade de intelectuales que no se subió al optimismo de una época que aún adhería con entusiasmo a la ideología decimonónica del progreso ineluctable de la humanidad.Es que a Ernesto Sabato le obsesionaban los grandes temas de la condición humana: la muerte, el sentido de la existencia, la soledad, la esperanza y la existencia de Dios.Al final de su vida, se definió políticamente como una especie de anarquista crítico que sólo creía en la paz y en la justicia social. Su pesimismo antropológico, la idea de que el hombre se halla prisionero en un laberinto, no lo habría conducido sin embargo a la desesperación.En una entrevista, tras cumplir 94 años, dijo que a la vida había que aceptarla. "La vida cobra valor porque la espera la muerte que es un hecho trágico y trascendente. Y misterioso. Porque no sabemos realmente en qué consiste la muerte. Nadie ha vuelto de allí", afirmó el escritor.Preguntado si creía en la inmortalidad del alma, respondió: "Sí, no solamente por lo que yo pueda pensar sino por lo que dicen los filósofos. Sí, creo en la eternidad del alma (...) Ahora bien, ¿qué será esto realmente? No lo sé".Sabato fue un físico desilusionado de la ciencia. Este viraje quizá sea uno de los más llamativos de su vida. Porque él fue formado en el racionalismo, y de hecho despuntó como un físico brillante.La ciencia le pareció amoral porque, como creía, "llevaría al mundo hacia el desastre". Ésta fue, según Sabato ha reconocido, una de sus grandes crisis existenciales.En sus ensayos advirtió que el mundo tecnócrata y cientificista esconde un proceso de deshumanización en gran escala. Así figura, por caso, en su libro "Hombres y Engranajes", aparecido en 1951.Cuando este paradigma triunfó, dice Sabato, "la angustia metafísica y religiosa fue reemplazada por la eficacia, la precisión y el saber técnico". ¿Qué nos trajo, a la larga, este modelo "tecnolátrico"?Aquel irrefrenable proceso, que se incubó en el Renacimiento, y que supuso la conquista alocada del universo, "acabó en una terrible paradoja: la deshumanización de la humanidad", diagnostica el argentino.La mecanización de la existencia es uno de los legados de la voluntad dominadora de esas dos "fuerzas dinámicas y amorales" que son la razón y el dinero, con las que el hombre conquistó el poder secular.De ese vientre ha nacido el hombre-masa, "ese extraño ser con aspecto todavía humano, con ojos y llanto, voz y emociones, pero en verdad engranaje de una gigantesca maquinaria anónima", se lee en "Hombres y Engranajes".Esta visión del escritor, que data de sesenta años atrás, tiene una extraña resonancia en la actualidad, toda vez que la conciencia contemporánea no suscribe ya la fe modernista en el progreso, ni cree que la marcha del mundo tenga una dirección siempre positiva.
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