EL D10S MÁS HUMANO
El recuerdo de Diego Armando Maradona, en la voz de siete vecinos de la ciudad que lo conocieron
A cuatro años de su partida terrenal, la leyenda del Diez crece día a día. No pasa un sólo instante en que su ausencia no se manifieste de manera física, y los recuerdos y anécdotas sobre su paso por el mundo aparecen por doquier. En este crónica, siete personas relacionadas con la ciudad que tuvieron un instante de gloria a su lado.
Este 25 de noviembre se cumplen cuatro años del paso a la inmortalidad de Diego Armando Maradona. Para muchos fue, es y será el mejor futbolista de la historia. Muchos otros también consideran lo mismo, pero además toman la figura del Diez como alguien que tocó sus vidas, lo cual hace sentir a esos contemporáneos una verdadera fortuna divina el haber compartido espacio y tiempo con él.
Existe una frase que dejó de ser cotidiana para transformarse en un dogma: no me importa lo que Maradona haya hecho con su vida; me importa lo que hizo Maradona con la mía. Y si hablamos sobre vidas, nadie en la historia tuvo más vidas que Diego: nacido en el lugar más olvidado por Dios y el Estado en el Conurbano bonaerense, un talento innato que apareció siendo tan sólo un purrete, una explosión futbolística que comenzó a deslumbrar con su magia en Argentinos y Boca de fines de los ’70 y principio de los’80, la misma con la que conquistó Nápoles y que lo consagró en México en 1986.
Pero además sus vidas se siguieron multiplicando fuera de las canchas de fútbol: provocador, solidario, showman, declarador filoso, pendenciero, fiestero, dicharachero y mimado. Todo eso y mucho, pero muchísimo más, fue Diego Armando Maradona. Las vidas de Maradona conocieron la gloria, pero también el barro. Fue idolatrado y defenestrado. Alabado y criticado. El más humano de los dioses y el D10S más humano.
Esta crónica sólo pretende contar pequeños episodios de la vida de Pelusa, pero esta vez en la voz de gualeguaychuenses y residentes de la ciudad que tuvieron la suerte de compartir en persona un pedacito de su existencia. Algunas historias mínimas y otras trascendentales. Un compendio de anécdotas para recordar, una vez más, la figura de uno de los argentinos más amado en todo el planeta.
Un niño y su día de gloria
Un día después de que la Selección Argentina comandada por Carlos Salvador Bilardo y capitaneada por Diego Armando Maradona llegaba al balcón de la Casa Rosada para festejar el título de Campeón Mundial obtenido en México ante una multitud. Sin embargo, hubo alguien que no había ido a México y que no era parte del plantel, pero que aun así estaba allí, con los campeones, festejando como una más.
“Me acuerdo que vi la final con mi familia en Gualeguaychú, festejamos por 25 de Mayo y Urquiza junto a una multitud y luego volvimos a Buenos Aires, donde nos habíamos mudado tres meses atrás. Al otro día me tocó ir al colegio primario. Iba a uno de doble turno, con una hora y media de descanso”. El que habla es Ramiro Rivas, y hace 38 años atrás era un niño cuya única ilusión era conocer a los héroes de México. Y, por supuesto, decidió escaparse de la escuela y fue en busca de su anhelo.
“Vestido con el uniforme, con una mochila roja llena con cuadernos y lápices y una banderita argentina que había comprado ahí en Plaza de Mayo me abrí paso entre la multitud y llegué hasta la valla de adelante, frente al balcón. Soñaba con verlo a Diego, al Tata Brown, a Burruchaga, a la Copa del Mundo. Tenía que verlos de cerca. Fue entonces que supe que tenía que encontrar una manera de estar adentro con ellos”, rememoró. Entró a la Casa Rosada entre los periodistas y se escabulló de los policías, hasta que de pronto una mujer lo descubrió deambulando y se apiadó de él y lo hizo pasar a donde iba a suceder todo.
Lo cierto es que una vez dentro del Salón Blanco vio ingresar al plantel con Maradona a la cabeza. “Escuché que el presidente Raúl Alfonsín los invita a pasar al balcón y ahí nomás me entreveré en la batahola. Terminé en primera fila, entre el “Gringo” Giusti y Luis Islas. Me hubiese gustado estar al lado de Diego, pero en esa zona había mucho tráfico”, contó. Su aventura no sólo lo hizo formar parte de una de las fotos más icónicas de Maradona sino que salió en cadena nacional y fue reconocido por todos, incluso su madre que no tenía ni la más pálida idea que su Ramiro estaba codo a codo con la Selección de Maradona.
El Comandante y El Diez
En 1993 se produjo la vuelta de Maradona al fútbol argentino, esta vez con la camiseta de Newell's Old Boys de Rosario. El 7 de octubre jugó un amistoso frente a Emelec de Ecuador, y en la platea estaban invitados el embajador de Cuba en la Argentina y el periodista Daniel Van Der Beken. Durante su corta, pero intensa vida futbolística en el club rosarino sucedió una historia de película que lo tuvo a Maradona, Van Der Beken y Fidel Castro como protagonistas.
“Tenía que viajar a Cuba para participar en de una convención mundial de Turismo de Otoño y un amigo me dijo: ‘Tenés que llevarle la camiseta de Diego a Fidel’. Esa misma tarde hablé con Don Diego y a la medianoche me llamaron para decirme que Diego me esperaba”, comenzó su relato el periodista radicado desde hace varios años en Gualeguaychú.
La camiseta que firmó Diego decía lo siguiente: “A Fidel con todo cariño, Diego”, y una de sus frases debajo: “Apoyo al pueblo cubano y critico severamente el bloqueo del gobierno de Estados Unidos”.
Van Der Beken fue el encargado de entregarle la camiseta al líder cubano, y también el encargado de llevarle a Maradona una carta manuscrita de Fidel. Sin embargo, esta historia no termina acá.
Un año más tarde, luego del doping positivo en el Mundial de Estados Unidos de 1994 y el “me cortaron las piernas”, Claudia Villafañe se comunica con Van Der Beken y le comunica que Diego quiere ir a pasar Navidad y recibir 1995 con el pueblo cubano. El periodista fue el encargado de comunicarle a Fidel Castro la novedad y también de organizar todo. Fue en esa ocasión cuando tuvo la oportunidad de ser testigo del encuentro entre dos gigantes de la historia: el Comandante y el Diez.
Boca, una pasión
En 1996, el abogado y exconcejal Hernán Ayala ingresó a las inferiores del Xeneize. Tuvo la fortuna de estar en ese lugar justo cuando Diego regresó al club de sus amores, donde inició la última etapa de su carrera. Era el Maradona del mechón amarillo, el verborrágico, el que si quería caía a entrenar en un camión Scania. Un Diego picante que sabía que le quedaba poco hilo en el carretel, pero que aun así seguía marcando una diferencia cuando tenía la pelota entre los pies.
"Tuve la suerte de estar en Boca entre 1996 y 1999, cuando regresó al club. Antes del primer partido pudimos hablar, nos aconsejó a todos los chicos y hasta fui alcanza pelotas en partidos oficiales”, relató el gualeguaychuense y agregó: “El hecho de haberlo conocido es algo que te marca. Éramos muchos los chicos de Gualeguaychú que estábamos haciendo inferiores, como Matías Horst y Hernán Collazo. Cada una de sus palabras la voy a recordar por el resto de mi vida", compartió Ayala.
Inculcando el fútbol en Venezuela
En enero de 2009, previo a que Maradona asumiera como DT de la Selección Argentina, el presidente de Venezuela Hugo Chávez lo invita justo cuando se iba a realizar una clínica de fútbol. Al que le tocó coordinar ese evento fue a Adrián Romani, exdirector de Deportes de Gualeguaychú. En esa época se desempeñaba en el gobierno bolivariano y su objetivo era inculcar conocimientos futbolísticos a jóvenes venezolanos en el estadio Brígido Iriarte, en Caracas.
“Había visto a Messi en los Juegos Olímpicos de Beijing, y a los pocos meses pude tener la suerte de conocer a Maradona. Un verdadero lujo. Tuve la oportunidad de verlo y charlar un rato antes de que comenzara la clínica. Le expliqué cómo era la dinámica y qué es lo que íbamos a hacer, pero también hablamos sobre fútbol. Cuando salió, la cancha se vino abajo. Es algo que me marcó para siempre”, graficó antes de mencionar qué significa la figura del Diez para él: “Tiene un simbolismo muy grande lo que representa Maradona para todos los que venimos de abajo y que la tuvimos que luchar. Él fue siempre nuestro símbolo, por eso nos representa a muchos, sobre todo a los argentinos”.
La sabiduría del DT
El 10 de abril de 2010, Barcelona enfrentó al Real Madrid en el clásico de la Liga Española. Del otro lado del Atlántico, una empresa de televisión satelital presentaba al mundo la TV HD, y para eso organizó un evento en un cine con pantallas gigantes del Norte del Gran Buenos Aires. Por casualidad, Juan Pablo Piloto fue invitado por un amigo que tenía dos ingresos al evento. Lo que ninguno de los dos imaginó fue que Maradona se iba a hacer presente.
“Cuando entramos vimos que en el medio de la sala había una serie de butacas reservadas. Nosotros nos sentamos en las que estaban abajo. A los cinco minutos de comenzado el partido, ingresó Maradona, Claudia, el Negro Enrique y Mancuso y se sentaron atrás nuestro. La gran discusión era si tenía que llevar o no a Gabriel Milito al Mundial de Sudáfrica, y fue increíble escuchar las indicaciones y las conversaciones que tuvo con sus colaboradores. El hecho de tener al Diego 90 minutos atrás mío viendo un partido y escuchando sus reflexiones fue algo impagable”, contó de manera risueña.
El corazón solidario del Diez
En 2014, Diego Maradona y Víctor Hugo Morales comentaron los partidos del Mundial de Brasil a través del programa De Zurda, que se transmitió por TeleSUR y la TV Pública. En paralelo, por esa época el periodista gualeguaychuense Pedro Irigoyen escribía en un proyecto solidario llamado Hecho en Buenos Aires, una revista dedicada al periodismo social, ambiental, comprometido políticamente con los más desfavorecidos, ya que su principal objetivo era ayudar a las personas en situación de calle. Desde hacía años que Hecho en Buenos Aires quería tener a Diego Armando Maradona en tapa.
“Conocía a uno de los productores de De Zurda que estaba trabajando en Río de Janeiro con Diego y Víctor Hugo. Yo había ido con mis hermanos y mis primos al ver el Mundial y estábamos en situación de fiesta, pero yo ya tenía pautado que luego del partido de Argentina Bosnia iba a encontrarme con Diego en el estudio”, relató Irigoyen.
“Lo primero que te puedo decir es que la sensación de ver a Maradona en persona te hace temblar las patas, te hace erizar la piel, te emociona. Es como una vibración la que emana el Diego, algo que es extremadamente profundo e intenso”, describió y agregó.
Ese día, Pedro le regaló a Maradona varios números y una remera del proyecto solidario Hecho en Buenos Aires, y el Diez quedó encantado con la iniciativa. Al fin y al cabo, Maradona siempre fue una persona que jamás olvidó sus orígenes humildes. “Sé cómo el Diego ayudó a personas en todos los rincones del mundo, a los deportistas argentinos, siempre bancándolos, siempre acompañándolos. Me encanta ese costado de Maradona, lo amo profundamente”, manifestó.
Su última casa
En septiembre de 2019, la ciudad de La Plata vivió una auténtica revolución cuando se confirmó que Diego Armando Maradona iba a tomar las riendas de Gimnasia y Esgrima. “El Lobo” vivía en carne propia el hecho de que sus colores sean vestidos por el mejor de todos. Y en ese cuerpo técnico había alguien de Gualeguaychú: el kinesiólogo Jorge Murúa.
“Inmediatamente nuestras vidas cambió. De ser comunes y mortales, nos comenzaron a llamar de todos los diarios y las radios, y todo porque Maradona comenzó a trabajar con nosotros”, afirmó Murúa sobre ese primer impacto, cuando el Diez entra a tu vida y te la pone patas para arriba.
“Nunca me voy a olvidar cuando entró Maradona al vestuario. Estaba todo en silencio, y cuando enseguida empezó a arengarnos. El tipo nos saludó uno por uno, nos dio un beso y un abrazo a todo el staff, a los jugadores y a los que estábamos en el vestuario".
“En lo personal, Diego conmigo tuvo una relación especial, teníamos un feeling. En los entrenamientos siempre estaba de buen humor, siempre con algún chiste, con algún sobrenombre o contando algunas de sus miles de anécdotas”, recordó con satisfacción. Sin embargo, Murúa también fue testigo de su entorno, algo que amargó y amarga a muchos.
“Él sabía lo que hacía y me buscaba siempre que tenía alguna dolencia. Tuve la suerte de tratarlo e intentar rehabilitarlo en el poco tiempo que dispuse, porque siempre el grupo que estaba con él se lo llevaba rápidamente. Una vez que terminaban los entrenamientos, su entorno lo rodeaba y se lo llevaba”, compartió.
“Maradona me recuerde a un montón de episodios de mi vida. El Mundial Juvenil del ’79 y madrugar con mi papá para verlo, la felicidad que nos dio a todos los argentinos sin pedirnos nada a cambio. Lo mejor que me pasó en el fútbol fue haber tenido como compañero de trabajo a Diego, haber tenido una relación con él. Fue un tipo muy generoso, y muy solidario. Para mí fue un sueño cumplido porque cualquiera desea conocer a sus ídolos, y el fútbol me dio la posibilidad de un buen día haber trabajado junto a Diego Armando Maradona”, concluyó.