INSECTOS LETALES
El dengue cambió nuestra percepción sobre los mosquitos
El sufrimiento causado por la infección viral transmitida por la picadura del Aedes Aegypti nos hace ver con otros ojos a estas pequeñas criaturas, las cuales son nombradas en la Biblia como una de las plagas enviadas por Dios.
Hasta no hace mucho creíamos que eran inofensivos, ya que a lo sumo sus picaduras nos molestaban y que ocasionalmente provocaban en algunas personas una reacción específica.
Nada que una buena fumigación, el uso de insecticidas en el hogar y la aplicación de repelentes no pudieran neutralizar. Pero desde hace un tiempo, y en especial a partir de la epidemia de dengue desatada en los últimos meses, ha venido creciendo nuestra aprensión hacia los mosquitos.
Debido al aumento de las temperaturas globales y de las precipitaciones, aquellos que son portadores de enfermedades han ampliado su alcance geográfico.
El caso del Aedes Aegypti es impactante. A causa de su picadura, la enfermedad del dengue ha producido en 2024 una epidemia en proporciones en el Cono Sur, desatando una crisis sanitaria en la Argentina.
Los expertos atribuyen la expansión del mal al cambio climático. Es que hasta hace pocos años se encontraba habitualmente en zonas tropicales y subtropicales.
Pero la elevada temperatura global, producto del trastorno climático, modificó la dinámica de reproducción del mosquito vector. Y ahora la epidemia de dengue llegó para quedarse en nuestra región.
O, en otros términos, no queda otra que lidiar con este tipo de enfermedades de transmisión vectorial.
El último boletín epidemiológico del Ministerio de Salud, refiere que entre el 01/08/2023 y el 28/04/2024, Entre Ríos registró un total acumulado de 17.777 casos notificados de dengue.
En los últimos días, el brote de dengue ha empezado una curva descendente, circunstancia que le hace pensar a las autoridades sanitarias que posiblemente el mal en el territorio entrerriano podría llegar a desaparecer entre el 15 y el 31 de mayo.
El punto es que hora tomamos dimensión del poder que tienen estos pequeños insectos, que han dirigido el curso de la historia humana con las enfermedades que transmiten.
En efecto, son capaces de infectar a los seres humanos con el virus del dengue, del zika, de la chikungunya, de la malaria y de la fiebre amarilla.
Estos pequeños zumbadores que no pesan más que 2,5 miligramos han sido el azote de la humanidad a lo largo de los siglos. Han decidido el resultado de innumerables guerras, han propiciado el ascenso y caída de antiguos imperios, han paralizado y arrasado economías.
Ésa es la tesis del canadiense Timothy C. Winegard, profesor de Historia en la Universidad Colorado Mesa (Estados Unidos), en su libro “El mosquito: la historia de la lucha de la humanidad contra su depredador más letal”.
Mosquito trasplantado
El Aedes Aegypti se ha convertido en uno de los enemigos más temibles de los sistemas sanitarios regionales. Esta diminuta criatura -apenas mide 7 milímetros-, es el principal transmisor de tres enfermedades que amenazan la salud pública regional y local.
Conocido como “mosquito de Egipto”, por su origen africano, se trata de un insecto díptero, de la familia de los culícidos, conocido por el vulgo como “zancudo” o “patas blancas”.
El origen griego de la palabra “aedes” se ajusta a la característica de este mosquito que pica y transmite enfermedades. En efecto, “aedés” está compuesto del prefijo “a” que expresa negación y el adjetivo “hedýs” que significa agradable.
Por tanto, “aedés” sería algo así como molesto o desagradable. ¿Cómo es posible que el dengue, que es un riesgo continuo en muchas partes de África y el Medio Oriente, se haya trasplantado a América?
No es que los virus hayan adquirido una repentina capacidad para trasladarse. En realidad, viajan en barcos o aviones dentro del mosquito que los transporta o de las personas infectadas por ellos.
En diálogo con el portal Ethic, Timothy C. Winegard recuerda que, en el siglo XV, en lo que se conoce como el “intercambio colombino”, se desparramaron por el planeta toda clase de plantas, patógenos y personas.
“Como un polizón en los barcos que transportaban esclavos, el mosquito Aedes Aegypti se infiltró en el continente americano y se propagó como la pólvora”, refirió.
De esta manera el mosquito se aclimató en América Central y luego, por el proceso de tropicalización ambiental, vinculado al cambio climático, empezó a dispersarse por las distintas regiones del continente, llegando al Cono Sur.
Una de las plagas bíblicas
Los patógenos transmitidos por los mosquitos han seguido al ser humano a lo largo de su evolución. De hecho, no sorprende que figuren en el relato de las plagas de Egipto del Libro del Éxodo.
Allí se describen los desastres naturales enviados por el Dios de Israel para convencer al faraón de que permita a los esclavos hebreos dejar Egipto. El propósito narrativo era demostrar que Yahvé era más poderoso que los dioses de la religión egipcia.
Los mosquitos aparecen como la tercera plaga divina, junto a la de la sangre en el agua, las ranas, las úlceras, el granizo de fuego, las langostas, la oscuridad y la muerte de los primogénitos.
Según el relato bíblico, Moisés y su hermano Aarón insistieron varias veces ante el Faraón pidiendo la liberación de los hebreos, pero este se negaba en todos los casos.
“Dijo Yahvé a Moisés: Di a Aarón: ‘Extiende tu vara y golpea el polvo de la tierra, y se convertirá en mosquitos en todo el país de Egipto’. Así lo hicieron: Aarón extendió su brazo, golpeó el suelo con la vara; y hubo mosquitos sobre los hombres y sobre las bestias. Todo el polvo de la tierra se convirtió en mosquitos en todo el país de Egipto. Los magos con sus artes secretas, trataron también de producir mosquitos, pero no pudieron. Mientras tanto, los mosquitos picaban a hombres y animales. Algunos egipcios le dijeron al faraón: ‘¡Esta plaga viene de Dios!’. Pero, de todos modos, el faraón no dejó que los israelitas se marcharan”.
Enemigo ancestral
Según Timothy C. Winegard, los mosquitos, tal como los conocemos, surgieron hace 190 millones de años y tuvieron como “presas” a los dinosaurios.
En la actualidad, hay 3.700 especies en el planeta y alrededor de un centenar trasmiten patógenos. Un dato curioso es que sólo los mosquitos hembras son los que pican.
“Están biológicamente programadas para ello: necesitan nuestra sangre para reproducirse, para hacer que sus larvas crezcan y maduren. Solo intentan ser buenas madres”, refiere el investigador canadiense.
Al hablar de la letalidad de estas criaturas, afirma que, según las estadísticas, los mosquitos “han provocado la muerte de cerca de la mitad de todos los seres humanos que han vivido”.
Al respecto, refiere: “Cuando vemos campañas militares, ya sea las de Alejandro Magno, las invasiones al Imperio Romano, la Guerra civil en Estados Unidos, de una manera u otra está presente la huella del mosquito”.
Según señala, durante cientos de años, los pantanos que rodeaban a la antigua Roma, hogar de legiones de mosquitos transmisores de malaria, detuvieron los avances de cartagineses, visigodos, hunos y vándalos.
Sin embargo, desde el siglo II, brotes de esta enfermedad terminaron debilitando el propio Imperio romano, abriendo las puertas a distintas invasiones.
Winegard dice que la humanidad no está ganando la guerra contra el mosquito, señalando que causan 700.000 muertes en todo el mundo cada año.
“Los mosquitos y los patógenos que transmiten evolucionan muy rápido, se adaptan a nuestras armas, como los insecticidas, fármacos contra la malaria, antivirales contra el dengue, chikungunya o fiebre amarilla”, apunta.
Si bien concibe a los mosquitos como grandes enemigos de la raza humana, el canadiense reconoce que son necesarios desde el punto de vista ecológico, ya que cumplen una función en la cadena alimenticia, son grandes polinizadores y parte integral de muchos ecosistemas.
“Si no causaran tanta muerte, destrucción y sufrimiento, quizás admiraríamos a los mosquitos”, remata.