El chisme que envilece las relaciones humanas
Hablar mal de otras personas en su ausencia, dañando así su reputación, es una práctica que destruye las relaciones. "Sacar el cuero", solemos decir en estas pampas, una expresión elocuente que designa el acto de despellejar a alguien. El Papa Francisco viene insistiendo en su prédica que se trata de una conducta antievangélica, que lesiona el quinto mandamiento (No matarás), ya que las palabras también pueden matar.En una reciente homilía utilizó la imagen de la persona que tiene "lengua de serpiente", capaz de derramar en los demás el "veneno de la ira", y golpearlos con la calumnia."Los chismorreos pueden matar, porque matan la fama de la persona. Al principio puede ser divertido, como con un caramelo, pero finalmente envenena nuestro corazón", señaló.Y agregó: "El que intenta huir de los chismorreos terminará santo. ¿Podemos atacar a los rumores como actitud? Nada de chismorreos".La Real Academia Española (RAE) define al 'chisme' en estos términos: "Noticia verdadera o falsa, o comentario con que generalmente se pretende indisponer a unas personas con otras o se murmura de alguna".Es decir, se está ante un comentario que busca descalificar a las personas, haciendo que su fama o nombre, queden dañados ante los demás. Para tomar dimensión del daño hay tomar nota que el respeto público, para decirlo de alguna manera, es inherente a la condición humana."El hombre, como ser social, siempre está orientado al exterior. Logra la primera sensación básica de la vida a través de la percepción de lo que los demás piensen de él", decía el filósofo Jean-Jacques Rousseau.En este sentido las personas desean, como una inclinación natural, una opinión favorable de la sociedad en que viven. La estima ajena funda el honor y el respeto público.Ahora bien, hablar con desaprobación sobre alguien, por tanto, hace que esa imagen caiga en descrédito. Mover la "opinión pública" contra alguien, mediante el chisme, puede destruir su situación en la sociedad."¿Quién ha dicho eso?", preguntan las personas siempre que le cuentan algún chisme destructivo sobre ellas, dispuestas a defenderse. Pero la murmuración es anónima y por tanto artera.En la antigüedad la peor condena para los individuos era ser apartado de su comunidad. Caer en desgracia equivalía a la pérdida de la reputación. El ostracismo, así, se convirtió en el método más duro empleado contra los enemigos del Estado.¿Acaso vivimos en la cultura del chisme? ¿Qué son esos programas televisivos donde se cuentan las intimidades de los "famosos", y las revistas del mismo género, sino la institucionalización mediática del chismorreo?El hecho de que este tipo de productos masivos tengan rating y un mercado de lectores muy amplio, revela que el chisme tiene una doble cara. Están los chismosos activos, que son los que chismean, y los pasivos, que son los que se gratifican consumiendo la miseria ajena. El chisme, evidentemente, entretiene, pero cultiva una conducta tendiente a la maledicencia, a murmurar y a hablar mal en perjuicio del otro, y esto corrompe y envilece las relaciones humanas.No ponerle riendas a nuestra lengua, no ejercer el dominio sobre ella, es un acto contra el prójimo, y en sentido cristiano es un pecado, como insiste el Papa Francisco.La etimología suele iluminar la realidad que designan las palabras. En este caso, el origen griego de "chisme" quiere decir "partir", "separar" o "dividir". Y de ahí la semántica de hablar para separar o enemistar a unos con otros.Cuando uno "saca el cuero", por tanto, se convierte en agente de división.
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