El abatimiento, un mal del alma y de civilización
¿Qué pasa cuando uno persona entra en un estado de apocamiento y desánimo? En el mundo de la psiquiatría se suele emplear el término "depresión" para describir el fenómeno, que al parecer crece como una mancha de aceite.Hace poco Facundo Manes, director del Instituto de Neurología Cognitiva, escribió un artículo donde proponía no identificar ese "trastorno psíquico", con la tristeza.Mientras esta última es una "emoción básica del ser humano y ocurre, fundamentalmente, en situaciones de pérdida", la depresión en cambio sería una tristeza "sin causa".De suerte que uno podría decir por qué está triste pero nunca por qué abatido, aplanado, desfalleciente. El estado depresivo, ¿es siempre y en todos los casos una enfermedad mental?Los pensadores que tienen un sentido trágico de la vida, que han reflexionado a partir del dolor, la muerte y el sufrimiento, no suscribirían ese diagnóstico. Es más, dirían que la pena profunda es algo más bien inherente a la condición de los mortales.El escritor Emile Ciorán escribió que las "revelaciones de orden metafísico comienza únicamente cuando el equilibrio superficial del hombre empieza a vacilar y la espontaneidad ingenua es sustituida entonces por un tormento profundo".Las neurociencias sólo ven en los abatimientos anímicos la manifestación de un trastorno mental. De acuerdo a este paradigma, la depresión es resultado de la interacción de la biología -algunos rastrean el gen maldito que la provoca- y el ambiente social.Se la reconoce mediante algunos síntomas: decaimiento, sensación de vacío, deseo de dormir, sentimientos de culpa, inutilidad, pensamientos sobre la muerte, pérdida de energía, disminución del interés social y sexual, incapacidad de experimentar placer, dificultades para pensar, entre otros.La depresión se está convirtiendo en una suerte de pandemia. "Datos de la Organización Mundial de la Salud demuestran que en la década del 90 era la cuarta causa de discapacidad; en 2004, subió al tercer lugar y se calcula que para 2030 será la principal causa de discapacidad en el mundo", nos anoticia Manes.Los psiquiatras humanistas, que no miden al hombre exclusivamente bajo los parámetros psicofísicos, suelen ver detrás de las anomalías afectivas, como la depresión, la falta de sentido y de propósito de la vida.¿Es posible, entonces, que existan las depresiones espirituales? Eso cree la Logoterapia, la escuela psicológica creada por Víktor Frankl (1905-1997), catedrático de Neurología y Psiquiatría de la Universidad de Viena.Esta escuela impugna el reduccionismo en que caen las distintas escuelas psicológicas, a las que acusa de "reducir" al hombre al costado psicosomático y social.Sin dejar de lado lo biológico, psicológico y social, la Logoterapia sostiene que el ser humano tiene una dimensión superior: la esfera espiritual. A partir de esta distinción, las depresiones pueden ser de tres categorías.Por un lado están las depresiones endógenas y orgánicas, que están relacionadas con la dimensión biológica, ya sea porque su origen está en el sistema nervioso central o en una lesión cerebral.Por otro lado, existen las depresiones reactivas frente a una adversidad, tal como la muerte de un ser querido, las desavenencias conyugales, los problemas económicos. Por último, están las depresiones espirituales -sostiene la Logoterapia- que son aquellas vinculadas a la sensación de falta de sentido de la vida.Este último cuadro, sin embargo, es el más difícil de diagnosticar. Sin embargo, podría estar más presente que nunca en una época donde el "sentido", justamente, no está tan claro.Frankl solía decir que vivíamos en una civilización donde abundaban los medios para vivir, pero no las razones para vivir. Su mayor aporte, desde la psiquiatría, es haber dicho que detrás de supuestos "trastornos mentales" se suelen disfrazar profundas insatisfacciones espirituales.
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