OPINIÓN
¡Diario, diario!
Por Luis Castillo *
En la actual y efímera Biblioteca de Alejandría que es internet, uno de los tópicos más visitados es lo que está relacionado a las noticias. Queremos saber. Informarnos. Reafirmar o refutar informaciones o creencias.
La escritura, sabemos, fue lo marcó la transición de la prehistoria a la historia. El mundo se transformó a partir del momento en que los hechos, las narraciones, las experiencias, dejaron de ser transmitidas en forma oral o mediante rudimentarios dibujos o pinturas para convertirse en documentos escritos. Las huellas del hombre y su paso por la tierra comienzan un camino de eternización a partir de convertir los sucesos en palabras escritas. Naturalmente que esto no significó la desaparición de la tradición oral ni mucho menos, recordemos que libros sagrados como la Biblia o el Corán nacieron de la palabra hablada y luego llevada al papel.
Más allá de los libros sagrados que narran los sucesos de un modo particular, es unos 400 años antes de nuestra era que surge quien es considerado el primer historiador del mundo occidental (aclaración que estimo válida ya que nuestra mirada claramente eurocéntrica siempre que se refirió al mundo obvió a oriente dejando de lado que, en China, 800 años antes de nuestra Era los emperadores se ocuparon de ordenar la redacción de los primeros anales de sus reinados) y se llamó Heródoto. Griego, naturalmente, como casi todos los padres del pensamiento, produjo el significativo cambio de dejar de narrar historias en las que la realidad y la ficción, lo natural y lo sobrenatural se entremezclaban entre leyendas y cosmogonías y comenzó a describir el mundo en tiempo presente. Dejó de lado las narraciones épicas y epopéyicas en donde se entremezclaban héroes con demonios y dioses, para comenzar a describir el mundo real, el mundo de los hombres, con sus virtudes y sus miserias, con las grandezas y bajezas propias de la condición humana. Los responsables del mundo que habitaban no eran sino hombres. Y él comenzó a narrar sus historias. Por eso no es casual que sus primeros relatos fueran lo que hoy consideraríamos crónicas de guerra. ¿Cuál era su forma de recopilar información? Haciendo preguntas. Buscaba las fuentes directas que contaran sucesos que luego, con singular estilo, escribía como historias no pocas veces cargadas de humor o ironía.
No resulta difícil percibir la similitud entre aquellos historiadores y los actuales periodistas; entre la crónica escrita para perpetuar un hecho político sucedido hace 2800 años y el del fin de semana pasado; “el periodismo es la primera versión de la historia y ésta se construye con versiones. El historiador es una persona que opina”, asegura sin dudar el historiador argentino Felipe Pigna.
Creemos conocer la historia a través de los libros que ciertos historiadores han escrito de ella, historiadores que desde el siglo XVII a esta parte, además de bucear en documentos oficiales, saben que mucho del material que muestra la realidad que buscan conocer está en los diarios. Diarios que de ningún modo son −y sería ingenuo pretender que sean− totalmente objetivos ya que, más allá de su línea directriz editorial, está hecho por personas, por sujetos, por periodistas que −parafraseando a Ortega y Gasset− son ellos y su circunstancia. Hoy hablamos de diarios oficialistas y opositores como si eso fuera un invento de este siglo pero si repasamos un poco la historia vemos que los ideales de la Revolución Francesa se diseminaron por Europa y el mundo occidental gracias a Le Moniteur universel (El Monitor Universal) diario creado el 24 de noviembre de 1789 en París, Francia, y que fue el principal periódico durante la Revolución francesa y durante mucho tiempo el diario oficial del gobierno francés; más aún, fue el órgano de propaganda del régimen napoleónico.
La historia, en definitiva, se escribe cada día y sus amanuenses son los periodistas, de ahí la responsabilidad de cada uno de ellos y de los medios que representan; las generaciones próximas conocerán de nosotros por lo que cada uno de ellos escribe, habla, opina, juzga o condena. Los diarios serán material de lectura (quién sabe en qué soporte) para los que nos sucedan sepan de nosotros; qué hicimos, cómo lo hicimos o bien, qué no hicimos para que ellos vivan el mundo del modo en que esté en ese momento. Por eso, no hay noticias viejas, a lo sumo, hay historias no leídas. Y hay periodistas que son conscientes de que no están solo escribiendo noticias, a sabiendas ―o no― que están también escribiendo la historia. O al menos una parte de ella.
*Médico y escritor