ARACELI "ACHI" MUSANTE
Día de la Música: la historia de la gualeguaychuense que le dedicó su vida
No siempre es fácil encontrar personas al frente de un grupo que transmitan un gran entusiasmo por lo que hacen y que ayuden a resaltar las habilidades de cada uno de sus integrantes. Por fortuna, a lo largo de los años muchos gualeguaychuenses han encontrado este liderazgo positivo en la figura de la profesora de música y directora coral Araceli Musante. En diálogo con Ahora ElDía, “Achi” -como la llaman quienes la conocen- hizo un repaso de su camino recorrido entre el arte y la docencia, y habló de su trabajo al frente del Coro Sentimientos.
- ¿Cómo empezaste en el mundo de la música? ¿Cuándo se despertó esta vocación?
- Desde muy chiquita. Cuando tenía seis o siete años llegó a mi casa un piano, porque mi papá y mi mamá tocaban el instrumento: mi papá absolutamente de oído, tocaba lo que le pidieras; y a mi mamá le dabas cualquier partitura, de Beethoven, Chopin, Schumann, y las interpretaba. Cuando llegó ese piano me senté y enseguida toqué. Evidentemente tenía muchísimo oído y, por otro lado, después tuve mucho estudio y preparación.
- Casi como una niña prodigio…
- No sé si tanto, pero sí, evidentemente, había alguna memoria musical in situ. La semilla estaba. A veces pasa que uno hace cosas sin que nadie le enseñe. Mis hermanas mayores estudiaban guitarra, y yo también agarraba el instrumento y tocaba sin haber estudiado. Cuando empezaron a notar eso en mí, me llevaron a clases particulares de piano a los nueve años. La verdad es que aprendía muy rápido. Después, a los 14, empecé a hacer arreglos corales. Inventaba las voces y las superponía usando dos grabadores de cassette. Así que desde muy chica empecé a hacer arreglos y a los 16 comencé a hacerlos en un coro.
“Achi” contó que continuó con sus estudios orientados a la docencia y el conservatorio, lo cual la llevó a trabajar en las escuelas de la ciudad, donde logró que muchos jóvenes y sus padres comenzasen a cantar. “Fui profesora de música en el secundario desde 2003, y siempre tuve coros. Los chicos terminaban comprometiéndose con el proyecto porque les encantaba; no era sólo por salir de clase porque nos juntábamos fuera del horario escolar. Hicimos cosas maravillosas, como el Ave Verum de Mozart, con 100 adolescentes cantando en latín, por ejemplo. Fueron épocas hermosas, donde disfruté muchísimo del trabajo con los jóvenes y con la banda en la Villa Malvina”.
Fue allí, en el Colegio Malvina Seguí de Clavarino (hoy La Salle), donde surgió el Coro Sentimientos, que en un principio no llevaba ese nombre y era tan sólo una actividad de la que participan algunos padres y madres de los alumnos de la escuela. “Los papás invitaron a sus amigos, y estos a sus amigos y al final el coro trascendió las puertas del colegio, así que le pusimos un nombre genérico y nos independizamos. Hicimos una votación para elegir el nombre y el más votado fue Sentimientos, porque es lo que intentamos transmitir en cada canción que elijo y arreglo”, contó la directora.
Y destacó: “Llevamos 23 años, hay integrantes que están desde el comienzo y no se cansan porque voy variando todo el tiempo de repertorio. El público se emociona y canta con nosotros y el que está como coreuta también.
"La consigna de este coro siempre fue ‘todos podemos cantar’. Porque normalmente hay muchas personas que dicen ‘no puedo cantar ni el arroz con leche’ o ‘desafino’. Y, si bien es verdad que se puede desafinar -algo que se puede corregir-, hay muchas personas que sienten que lo hacen porque no están cantando en el registro correcto y adecuado para su voz. Cuando en un coro uno ubica la voz de esa persona más o menos en la franja que le corresponde esta empieza a cantar con más comodidad porque no la fuerza. Otro punto a favor del coro para ir construyendo la afinación es que una persona tiene muchas personas al lado cantando en su mismo registro vocal, con lo cual es más fácil”, explicó.
- ¿Cómo se fue transformando este proyecto a lo largo del tiempo?
- En un principio preparábamos canciones para los encuentros corales, en los que cada grupo presenta 5 o 6 canciones, pero llegó un momento en que la falta de continuidad de este tipo de encuentros hacía que hubiera mucho ausentismo, que es el problema que tienen todos los directores de coro. Creo que la bisagra fue cuando se me ocurrió poner al coro arriba del escenario de una comedia musical, cuya idea y guión fue de Darío Carrazza. Una vez que el coro se subió al escenario con este desafío, después fue buscar el siguiente, y luego otro y ya no nos bajamos más de las tablas. Desde entonces, cada uno de los espectáculos que dimos siempre fue con una escenificación, con contenido teatral, con una línea argumental o con una línea de ideas para poder hacer un show que incluya al coro.
- Este año el coro tuvo mucha actividad, ¿Cómo fueron esas experiencias?
- Lo que sucedió este 2024 es que con las redes sociales nuestro trabajo quizá se vio, se escuchó y se compartió más. Cuando nos convocaron para cantar el himno en la inauguración del reloj de la Municipalidad eso tuvo muchísima repercusión; había personas que nunca nos había escuchado, que les gustó y después nos fueron a ver al teatro.
“Achi”, para finalizar, compartió la enseñanza que trae consigo la experiencia de cantar en conjunto con otros: “Siempre digo que el coro es una metáfora de lo que nosotros deberíamos ser como sociedad. Porque un coro en el que todos cantan lo mismo todo el tiempo es aburrido; su riqueza está en el contrapunto, en las preguntas y las respuestas, en esa ‘discusión armónica’ de las voces donde se llega a un acuerdo de superposición maravillosa del sonido que es de alguna manera la armonía final. También en el coro hay que resignar el timbre propio, resignar los egos, concordar y sumarse al otro y ver que lo que hizo el otro estuvo bueno”.