LA INFLUENCIA DE LO GLOBAL EN LO LOCAL
Dengue y lluvias sin control: Los efectos del cambio climático en Gualeguaychú
La proliferación del Aedes aegypti y el aumento de condiciones meteorológicas extremas –como las últimas lluvias que desbordaron el río Gualeguaychú– son fenómenos multicausales en los que la ciencia identifica al cambio climático como uno de sus responsables.
Los últimos meses han sido críticos para Gualeguaychú en cuestiones climatológicas. Si el verano 2023 estuvo marcado por abrasantes olas de calor y sequía, esta temporada se caracterizó por las intensas lluvias y temporales que llevaron a que toda la región sufriera las consecuencias del repunte de los ríos. El panorama dramático que vivió nuestra ciudad con la última creciente coincidió, además, con el aumento preocupante de los casos de dengue en Gualeguaychú, en el marco del brote histórico de la enfermedad que mantiene en alerta sanitaria a todo el país.
Otras ciudades y provincias también atraviesan situaciones similares, tanto con el dengue –cuya circulación viral autóctona llegó a las cinco regiones argentinas– como con las fuertes lluvias e inundaciones, de las cuáles las provincias de Corrientes y Buenos Aires son sólo dos ejemplos.
Si bien la proliferación del mosquito Aedes aegypti (transmisor del dengue) y el aumento de condiciones meteorológicas extremas –como las últimas lluvias que pasaron por agua a Gualeguaychú– son fenómenos multicausales, estos fueron abordados por un análisis más detallado y los informes científicos de la más alta rigurosidad apuntan al cambio climático como uno de los responsables.
En su Sexto Informe de Evaluación, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, según sus siglas en inglés) señala sobre nuestra región que “las temperaturas en ascenso han estado implicadas en la emergencia del dengue en latitudes templadas, incrementando la población del Aedes aegypti”, aclarando que “los estudios de campo han demostrado el rol del clima local en la actividad del vector”.
A su vez, el IPCC advierte que en el sureste sudamericano (SES), área que incluye a Entre Ríos, “los aumentos futuros en el número de meses propicios para la transmisión del dengue serán mayores”.
Por otra parte, la entomóloga e investigadora del Conicet Victoria Micieli explicó que “el Aedes aegypti originalmente se establecía en zonas tropicales y subtropicales” y que a finales de la década del 90 el mosquito se encontraba en el norte del país, pudiendo llegar a zonas templadas por algún viajero que trajera huevos consigo, pero que por las temperaturas bajas no llegaban a establecerse ni a reproducirse. “Ahora tenemos un brote de dengue en Bahía Blanca, hay poblaciones de mosquito establecidas en La Pampa y se registraron huevos en el norte patagónico”, señaló la científica en declaraciones a Chequeado.
En esa misma dirección, uno de los últimos reportes sobre Salud y Cambio Climático elaborado por The Lancet Countdown para Sudamérica, indica que la idoneidad climática para la transmisión del dengue “alcanzó su nivel más alto en los últimos años, con un aumento del 35% en el período 2012-2021 en comparación con la línea de base de 1951-1960”. En este sentido, los expertos atribuyen esto al alza en las temperaturas globales del planeta que se deriva, entre otros factores, de la crisis climática.
Para tener una lectura más completa de la cuestión, Ahora ElDía habló directamente con uno de los autores de la investigación: el epidemiólogo Andrés Lescano, Director del Centro de Excelencia Latinoamericano de Cambio Climático y Salud, y de la Unidad de Investigación en Enfermedades Emergentes y Cambio Climático de la Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH). “Reportamos que la idoneidad climática para la transmisión de dengue es mayor ahora, y ha venido creciendo cada año por el efecto del cambio climático. Sólo por efectos de los factores climáticos, empujados por el cambio climático, tenemos más chances de transmisión de dengue; y, por otro lado, nuestros esfuerzos por controlar el dengue son menos efectivos cada año”, explicó Lescano.
Además, advirtió que “el cambio climático se profundiza cada año” y que “a menos que haya un importante proceso de adaptación de nuestros servicios de salud, de nuestros países y de nuestra forma de vida vamos a sufrirlo en forma más grave, casi empeorando cada año”. “Estamos rompiendo récords”, recordó.
En el reporte del IPCC mencionado previamente, el órgano científico internacional indica que la mayoría de las estaciones meteorológicas del sudeste sudamericano “han registrado un incremento anual de las lluvias, en gran medida atribuible a los cambios en la temporada cálida”, siendo esta una de las pocas subregiones donde se ha detectado “una robusta tendencia positiva en las precipitaciones y una significativa intensificación de las precipitaciones fuertes desde principios del siglo XX”.
En este sentido, Lescano también puntualizó sobre las lluvias y tormentas severas que afectan a nuestra región: “Que este evento sea efectivamente causado por el cambio climático o que sea parte de su rango de anomalías es más difícil de saber, pero definitivamente genera una mayor chance de que haya este tipo de eventos. Sabemos que el cambio climático va a hacer que sean más frecuentes y también más severos”. Incluyendo también al dengue en la ecuación, agregó: “Este año todo esto se ha juntado con el fenómeno de ‘El Niño’, con un invierno muy corto que ha reducido los períodos epidémicos. Son situaciones particulares, pero esas situaciones particulares también van a darse con más frecuencia y con eventos de mayor gravedad”.
Este panorama general sobre la incidencia del cambio climático en los fenómenos climáticos y epidemiológicos que sufre Gualeguaychú y los alrededores debe necesariamente complementarse con estudios que den cuenta de las particularidades ambientales de nuestra región y sus cambios a lo largo del tiempo. La crisis climática es uno de los denominadores comunes detrás del dengue y las lluvias anómalas en el país –entre otros fenómenos, como las olas de calor–, pero las características y el impacto que estos adoptan en cada lugar va a depender también de los condicionantes locales.
Nuestra historia y las lluvias
Según los informes meteorológicos, en los registros de lluvias de los últimos 40 años puede apreciarse una clara diferencia entre las décadas que anteceden y suceden al cambio de siglo: desde 1981 hasta el 2000, el máximo de lluvia anual sólo alcanzó los 1200 mm. en cinco oportunidades; mientras que desde el 2000 hasta el 2019 lo hizo 12 veces, presentando además un cambio ligeramente más abrupto entre los años lluviosos y aquellos en los que hubo una mayor sequía (2008, 2013, 2020, 2021 y 2022).
Otro dato interesante que puede observarse en este material, y que sostiene la importancia de identificar los factores locales además de los globales, tiene que ver con los repuntes críticos del río Gualeguaychú. Según registros que van de 1926 a la fecha, estos repuntes comenzaron a incrementarse cada año en las últimas cuatro décadas, evidenciando cómo, más allá del incremento en las precipitaciones, los grandes desmontes y el cambio del uso del suelo agropecuario –con cultivos intensivos y siembra directa– incidieron en su permeabilidad, llevando a una menor retención del agua y, por ende, mayor velocidad de escorrentía. Es decir que, según esta fuente, el tiempo de llegada de la lluvia a los cauces comenzó a ser mucho menor debido a la ausencia de montes y campos arados que retengan agua y la liberen lentamente.
Mucho queda por investigarse a nivel global y local, pero si hay una certeza y advertencia clara por parte de la comunidad científica mundial es que la crisis climática ocasionada por el accionar humano es real, sus consecuencias ya se están viviendo en cada rincón del planeta (así lo afirmaron recientemente) y se profundiza drásticamente, amenazando severamente el futuro de la humanidad. Queda en los responsables de toma de decisiones y en la conciencia de la sociedad en su conjunto comprender su gravedad y actuar en cada uno los escenarios en los que incide -en este caso, el sanitario y el hídrico- en pos de la adaptación y mitigación.
¿Qué se entiende por cambio climático?
Tal como lo expone la Organización de las Naciones Unidas (ONU), son los cambios a largo plazo de las temperaturas y los patrones climáticos. Estos cambios pueden ser naturales, debido a variaciones en la actividad solar o erupciones volcánicas grandes. Pero desde el siglo XIX, las actividades humanas han sido el principal motor del cambio climático, debido principalmente a la quema de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas.
Las emisiones principales de gases de efecto invernadero que provocan el cambio climático son el dióxido de carbono y el metano, las cuales proceden, por ejemplo, del uso de combustibles en vehículos. El desmonte de tierras y bosques también puede liberar dióxido de carbono. La agricultura y las actividades relacionadas con el petróleo y el gas son fuentes importantes de emisiones de metano. De esta manera, la energía, la industria, el transporte, los edificios, la agricultura y el uso del suelo se encuentran entre los principales emisores.
Estas emisiones han elevado la temperatura del planeta al ritmo más rápido de los 2000 años pasados. La temperatura media de la Tierra es ahora 1,1 °C más elevada que a finales del siglo XIX, antes de la revolución industrial, y más elevada en términos absolutos que en los últimos 100.000 años. La última década (2011-2020) fue la más cálida registrada. En esa línea, cada una de las cuatro últimas décadas ha sido más caliente que cualquier otra década desde 1850.
Un error común es pensar que el cambio climático significa principalmente temperaturas más cálidas. Pero el aumento de la temperatura es sólo el principio de la historia. Como la Tierra es un sistema, en el que todo está conectado, los cambios de una zona pueden influir en los cambios de todas las demás. Las consecuencias del cambio climático incluyen ahora, entre otras, sequías intensas, escasez de agua, incendios graves, aumento del nivel del mar, inundaciones, deshielo de los polos, tormentas catastróficas y disminución de la biodiversidad.