LA BIOLOGÍA Y LA CULTURA
De deportistas y sueños rotos
El gran naturalista ítalo argentino Florentino Ameghino dijo alguna vez: “Cambiaré de idea tantas veces como adquiera conocimientos nuevos”. Lo opuesto al dogmatismo en solo una frase.
Por Luis Castillo*
Toda historia tiene un inicio y, como cuestión absolutamente arbitraria, podría decir que esta comenzó en marzo de 1984, cuando una joven atleta llamada María José Martínez Patiño, una galleguita de Vigo que vivía en Madrid en ese entonces, decide donar medula ósea a su hermano que padecía un tipo de leucemia. Tamaño acto de altruismo y amor, sin embargo, no fue muy bien aceptado por su entorno ya que María José, “La Paty”, era la primera española de la historia ibérica que obtenía una beca en un Centro de Alto Rendimiento Deportivo y, por aquel entonces, una donación de médula ósea no conllevaba la simpleza de hoy en día. Como es de imaginarse, desde que había llegado a ese lugar reservado para hombres sus días no habían sido fáciles. Ni las noches. Desde la primera que pasó en esa residencia, cuando tuvo que trabar la puerta con la cama ya que sus compañeros le habían escondido la llave como una forma de “broma de bienvenida”. Su hermano, finalmente, no superó la enfermedad y La Paty tuvo que enfrentar, además de ese golpe, una cantidad de situaciones que darían para todo un libro en sí mismas; no obstante, entrenó en forma frenética y logró obtener uno de los cuatro lugares reservados para mujeres para competir en Kobe, Japón, en su especialidad, la carrera con vallas. Allí fue descalificada. ¿El motivo? Tenía cromosomas masculinos, por lo tanto… era un hombre.
La sorpresa que produjo esta situación tanto en ella como en la comunidad deportiva española e internacional fue inimaginable. ¿Qué sucedió en realidad? Trataré de explicarlo del modo menos complicado posible. María José presenta una condición conocida como el Síndrome de Morris o feminización testicular, en donde una persona tiene cromosomas sexuales XY, propios del sexo masculino (XX es femenino, recordemos) pero, las hormonas encargadas de desarrollar las características físicas masculinas (llamadas andrógenos), no son reconocidas por las células correspondientes lo cual provoca que el cuerpo se desarrolle con apariencia total o parcialmente femenina; en definitiva, a pesar de que la persona posee los cromosomas masculinos XY, su cuerpo se desarrolla como el de una mujer. Paty no pudo volver a competir sino hasta 1998, cuando se cambiaron -parcialmente- las reglas del Comité Olímpico Internacional.
De este lado del océano, en la sureña y conservadora Texas, uno de sus mejores nadadores desde que tenía cinco años e integrante del equipo masculino de la Universidad de Pensilvania venía marcando los mejores tiempos en diferentes estilos y se perfilaba como toda una promesa del deporte acuático hasta que, en 2018 decidió cambiar su nombre al de Lia Thomas y aceptar lo que hasta entonces trataba de negar y le provocaba una tremenda lucha interior: que no era un hombre sino una mujer. ¿Así de fácil y sencillo cambiarse de la liga masculina a la femenina? Desde luego que no.
En los últimos juegos olímpicos de Tokio se suscitó un problema particular en lo que se conoce como Halterofilia, que no es otra cosa que el levantamiento de pesas. Allí, compitió, aunque no ganó, la neozelandesa Laurel Hubbard, de 43 años, despertando la polémica ya que se trata de una deportista transexual. Y, según argumentaron algunos dirigentes: “Hay que buscar la igualdad en el deporte y esa posibilidad de que deportistas transexuales compitan con ventaja física contra mujeres cisgénero [aquellas cuya identidad de género coincide con su fenotipo sexual] es una injusticia. Es como el dopaje”, sentenciaron.
El Comité Olímpico Internacional redactó la primera norma que permitía competir a las deportistas transexuales en las pruebas femeninas en 2003 y hubo una modificación en 2015; allí, se estableció que para que una transexual que se declare mujer pueda competir debería tener un nivel máximo de testosterona en sangre de 10 nano moles por litro. En algunas federaciones establecieron como límite mínimo dos años de terapia de reemplazo hormonal (TRH). Otros tres años. Pero ¿qué significa todo esto?
Desde la mirada de los biologicistas, los atletas de élite masculinos tienen ventajas físicas considerables sobre las atletas femeninas; aseguran que quienes vivieron su pubertad bajo el estímulo de la testosterona (hormona masculina por excelencia) tienen, en promedio, mayor capacidad cardiovascular, mayor masa muscular, mayor fuerza mecánica de los tendones y mayor densidad ósea. Al ser habitualmente los hombres más altos y, en general más corpulentos, en ciertos deportes que implican velocidad estos son entre un diez y un doce por ciento más rápidos que las mujeres. Sucede algo similar en deportes que implican salto o fuerza, en donde es mayor aun la diferencia.
Siguiendo con las modificaciones del COI de 2015, las reglas variaban cuando se trataba de mujeres transexuales que quieren competir con mujeres; en este sentido se puso la condición antes mencionada del nivel máximo de testosterona. En otro apartado, indica que la deportista que declare que su identidad de género es mujer no podrá cambiar el mismo -en lo referente al deporte- durante al menos cuatro años. El cambio más destacable es que se abolió la regla que indicaba que quienes hubieran hecho la transición de un sexo a otro que no podrían competir salvo que se hubieran sometido a una cirugía, seguida por al menos dos años de terapia hormonal.
En nuestro país, el deporte que se ha mostrado más inclusivo ha sido el rugby (no sucede lo mismo en muchos otros países; sin ir más lejos, La World Rugby, institución que representa las federaciones de este deporte a nivel internacional, ha prohibido que las mujeres transexuales disputen en sus competiciones); al respecto, el vicepresidente primero de la Unión Argentina de Rugby, Néstor Galán, aseguró: “Si la persona tiene un documento que dice que es mujer, está habilitado para jugar con mujeres. La UAR siempre va a respetar eso”; Carlos Araujo, Presidente de la entidad, expresó: “hombre o mujer puede jugar en cualquier equipo con el DNI correspondiente”. Lo mismo aplica para el voleibol, Juan Gutiérrez, presidente de la Federación del Vóleibol Argentino dijo que: “no hay impedimentos para que un transexual juegue con el género que quiera”.
Muy lejos de estas miradas se encuentra el fútbol y su organización rectora, la FIFA, quien no solo continúa marcando una diferencia entre hombres y mujeres, sino que además aseguró que “se juzgará y penará a aquellas asociaciones que no cumplan con las reglas y seleccionen jugadores o jugadoras que no sean “del sexo correcto”. La AFA aún no se expidió al respecto.
Actualmente y tras más de dos años de trabajo el Comité Olímpico Internacional (COI) ha publicado su nuevo "Marco sobre la equidad, la inclusión y la no discriminación por motivos de identidad de género y variaciones sexuales", modificando las ultimas del consenso de 2015; además de eliminar el discutible y discutido límite de testosterona en el marco de diez puntos básicos: Inclusión: en el deporte, en el espacio físico, evitando las acciones discriminativas, atendiendo a las vulnerabilidades y preservando la intimidad y razonabilidad en la imposición de los criterios de elegibilidad; Prevención del daño: tanto físico, como mental y social de todos los involucrados; No discriminación; Evitar la exclusión por presuposición de una ventaja: por apariencia física o variación sexual; Predominio y cuidado de la salud y de la autonomía corporal: donde el atleta no sea forzado por ningún organismo para someterse a procedimientos o tratamientos no deseados para poder competir, ni a ser revisado médicamente de forma que vulnere su intimidad, ni a ser evaluado por profesionales no capacitados previamente por los organismos de control; y el ultimo y quizás más destacable: Revisiones periódicas, es decir, todo lo escrito hasta acá es transitorio y debe y puede ser revisado y eventualmente modificado para garantizar cada vez mayor equidad, respeto y tolerancia.
Quisiera cerrar esta historia volviendo al principio, a La Paty, a quien quisieron destruirla destruyendo sus sueños y no pudieron, pero, como ella misma refiere en una nota periodística: ““Les he perdonado (…) Pero se la devolví, porque he podido transformar lo negativo en positivo... Ahí es donde le he ganado la batalla. No por haber competido, sino por reconvertirme y salir fortalecida. (…) Sinceramente, hay cosas que no se comprenden. Y a algunos se les tiene que caer ahora la cara de vergüenza. Ahora que pienso en ellos y serán padres y abuelos, me pregunto: ¿les habrá compensado? Cuándo se sienten a mirar a sus hijas y a sus nietas, ¿qué pensarán? ¿Podían dormir tranquilos sabiendo que habían eliminado a una persona que no les había hecho nada, que lo único que hizo fue darlo todo por el atletismo? ¿Por qué tanto daño innecesario? Al final, la gente cuando conoce tu historia te respeta. Le dan igual tus cromosomas”.
Como es de imaginar, esto, recién comienza.
*Escritor, médico y Concejal por “Gualeguaychú Entre Todos”