UNA VIDA ADENTRO DE LA PASARELA
Cucho Ferreyra: 35 años dando vida a los inolvidables personajes del Carnaval del País
Sufrió los primeros años, cuando el universo carnavalero no era el espacio de contención como es hoy en día para las diversidades, sino que más bien era un espacio conservador y pacato. Comenzó a disfrutar cuando encontró su nicho en los Trajes de Fantasía, los destaques y, ahora, sus amados Personajes. Una vida frenética marcada por el brillo y el glamour, el cual supo brindarle a la fiesta más famosa de Gualeguaychú.
Fue testigo en primera fila del nacimiento del Carnaval del País, que por supuesto era muy diferente en sus orígenes a lo que es en la actualidad. Tuvo su paso en todas las comparsas, inclusive en el paso efímero de Pueblo Nuevo a mediados de los ’80. Es alguien que intentó escapar varias veces del Carnaval, pero lo cierto es que el Carnaval siempre lo terminó encontrando, hasta que un día halló su lugar y entonces comenzó a disfrutar en serio lo que ahora es una de sus grandes pasiones. Su DNI dice que se llama Juan Carlos Ferreyra, pero posiblemente no se dé vuelta en la calle si no le gritan “Cucho”.
Amigo y cercano de leyendas carnavaleras como José Luis Gestro, Juancho Martínez o Adrián Butteri, con los años encontró su nicho en la interpretación, en la grandilocuencia de los trajes, en el brillo y el glamour de los destaques; al punto tal que su presencia en cualquier comparsa era el faro incandescente que asombra, maravilla y deja con la boca abierta a los que lo ven desde las sillas y tribunas.
Primero con los famosos trajes de fantasía, luego con los destaques y más acá en el tiempo con los personajes que da vida, su presencia dentro de la pasarela no nace de una inquietud propia o de una necesidad de atención, sino por un proyecto nacido en la cabeza de algún director que imagine y considere que él es el ideal para ponerse en esa piel, como en el caso de esta edición, donde en Papelitos interpreta al Hada Lavandera, una suerte de nexo entre los dos bandos que se enfrentan en “Iguales”, el tema de la comparsa del club Juventud Unida.
“Si no soy funcional al proyecto, ningún director tiene que tener la obligación de si o si contar conmigo. De hecho, tampoco tengo yo la obligación con alguien. No es que tenga una especie de estrellato, pero yo no me anoto en ninguna comparsa porque creo que condiciono a los directores para que si o si me tengan que dar un traje. Si alguno crea un personaje y cree que soy el indicado para que yo lo interprete, entonces comenzamos a hablar. Siempre se me dio así”, compartió Cucho Ferreyra en una charla amena y distendida con Ahora ElDía.
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La persona detrás de todos los personajes
Acompañado por su perra Luisa y sus tres gatos, Cucho disfruta sus días en una casita bonita, con un patio lleno de plantas y hasta una pequeña cascada que por momentos hace olvidar que se está en medio de una urbe.
Profesional de la Salud, actualmente es Supervisor en el Área de Enfermería en el Hospital Centenario; y si bien ahora no está tan en contacto con los pacientes porque tiene a su cargo el equipo que lo hace, recuerda que antes, en más de una ocasión ensayaba frente a las personas que atendía sus personajes, bailes y coreografías. De hecho, de sus 57 años, 35 los pasó dentro del Carnaval.
En total fueron 18 años los que salió en Marí Marí, nueve en Papelitos (contando esta edición), tres en Ará Yeví, dos en O’Bahía, dos en Kamarr y uno en Pueblo Nuevo, una comparsa creada en el barrio donde nació y se crió y que en 1985 tuvo su única incursión en la pasarela (por entonces el circuito de 25 de Mayo y Urquiza) con el tema “Astros en el trópico” y donde Cucho fue el partenaire de la Reina Sonia Caltayud.
Sin embargo, su llegada a la gran fiesta de Gualeguaychú y sus primeros años fueron un suplicio, y terminó aceptando más por obligación e insistencia de alguna de sus hermanas que por las ganas que nacían de él.
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De hecho, la primera vez que salió fue en la recién nacida Marí Marí de 1982, cuando presentó “La leyenda de la Victoria Regia” y debió usar un traje de Arco Iris que tenía un espaldar compartido con su compañero de escuadra, algo que le impedía moverse con libertad y disfrutar de la experiencia.
“Era un adolescente cuando acompañaba a dos vecinos míos que salían en Marí Marí. Me iba con ellos temprano hasta Alberdi y Gervasio Méndez, que es donde se preparaban los de la comparsa. Yo iba como con diez camperas porque antes de que cerraran el circuito debía ir y guardar sillas para todos con cada campera o pullover. Y ese día estaba ahí, paveando en la vereda cuando la vida me llevó a salir por primera vez”, rememoró.
“En un momento sale Nelita Bermúdez de Irigoyen. Yo no sabía quién era, pero que me llamó la atención porque era un rubia con el pelo atado, una cola de caballo enorme, una camperita cortita animal print con brillos que no sé de dónde la había traído. Era un personaje maravilloso. Vestía un pantalón de jean ajustado y unos stilettos enormes. Salió, me miró y me dice ‘Vení para acá, parate, date vuelta. Esta noche vas a salir en el Carnaval’. Resulta que le había faltado uno y yo tenía la contextura física indicada para ese traje”, explicó a Ahora ElDía.
Lo cierto es que esa noche no lo disfrutó mucho: además del traje que era incómodo para moverse, debió esquivar a lo largo de toda la noche los pies de los que estaban en primera fila y escuchar los rumores y murmullos que se escuchaban desde el público. Ese año no volvió a salir, y ya en ese momento comenzó a sospechar que el carnaval no era esa panacea que todos creían que era.
Del conservadurismo y la diversidad
El lugar común hoy en día es que las diversidades y el colectivo LGTBIQ+ siempre tuvieron su espacio de contención y amparo en las huestes carnavaleras. Sin embargo, nada más alejado de eso, por lo menos en la primera década de vida de la gran fiesta de Gualeguaychú.
“En ese momento, el circuito de 25 de Mayo y Urquiza era súper hostil. Te gritaban de todo porque si vos salías en el carnaval es que eras trolo, eras la oveja negra de la familia y eras cualquier cosa por el estilo. No es como ahora que es re top salir en el carnaval. En ese momento ‘la realeza’ lo miraba desde la confitería Aranjuez o la del Neptunia, y se reían y se burlaban de los carnavaleros; y si eras medio amanerado o algo así te gritaban de todo. Hasta los bomberos que se ubicaban en una gradita de cuatro o cinco escalones que estaba en calle Maipú nos decían de todo. Era como pasar frente a una obra en construcción con todos los obreros que te gritaban. Fue bastante traumático”, relató con una mezcla de bronca y resignación.
Durante este derrotero, llegó nuevamente a Marí Marí en 1986, esta vez dirigida por José Luis Gestro, que presentó Flash. Cucho fue parte de los “Hombres de la noche”, los encargados de integrar la Comisión de Frente. Y fue en ese entonces cuando le surgió la idea de realizar una coreografía para sumarle más arte a la comparsa. Sin embargo, el mismísimo Gestro lo paró en seco.
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“José Luis también estaba como en un encuentro con él mismo. Aun así le planteamos la idea de bailar e hizo una cara desconcertante y nos dijo que las únicas que hacen coreografía son las mujeres, sobre todo los grupos que venían de alguna escuela de danza. Ellas solas podían hacer coreografía. Los varones no pueden hacer coreografía porque no es muy masculino”, reveló.
“El carnaval tuvo su costado conservador y la Comisión del Carnaval ha llegado a ser muy conservadora. Lo que pasa es que después el carnaval se dio cuenta que necesitaba de ese colectivo porque tiene otra sensibilidad que le aportaba al carnaval. El colectivo le dio el glamour y el brillo”, explicó.
“Nos costaba ubicarnos dentro de la sociedad y por ende ubicarnos en un trabajo. Entonces, la salida laboral fue darle una mano del carnaval en los talleres. Por supuesto, siempre en negro y muchas veces mal remunerado, pero igualmente era una necesidad de un grupo que encontraba esa salida para introducirse en la sociedad, para tener algo de dinero y estar dentro de un sistema. Eso comenzó a ser para nosotros el carnaval. Y a los de la Comisión del Carnaval es como que también le sirvió, por eso ya cuando comenzó la década del ’90 ya había una apertura mental más amplia”, remató.
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El regreso como Personaje
En 1991 finalizó el lustro de Cucho alejado del Carnaval cuando reapareció en Papelitos con “Kaguya gemí” y donde por primera vez utilizó lo que de ahí en más iba a definir su lugar en el Carnaval: el Traje de Fantasía.
En esa ocasión fue “El pueblo de Nikom”, pero a partir de ese momento encontró su nicho dando vida a muchos de estos destaques. Tuvo muchos primeros premios, algunos segundos, pero afirma que no ha sido el más ganador en el rubro, sino que la persona que más ha portado estos trajes de fantasía.
Ahora ya quedaron atrás estos trajes de fantasía, y el Carnaval del País se alimenta de los “Personajes”, destaques encargados de dar ritmo a la trama. Este año, su personaje es clave en la historia de diferencias de clases que el director Juane Villagra ideó para Papelitos 2025.
Ahora, Cucho es el “Hada Lavandera”, un personaje que si bien comparte a diario con esa elite, lo hace desde el secretismo y la servidumbre. Ella sirve a esos afortunados, pero también conoce todos sus secretos. “Las hadas lavanderas son las que se encargan de lavar los trapitos sucios de una sociedad supuestamente noble y pura”, reveló.
Cuando le presentaron el personaje, Cucho quedó encantado, y supo de inmediato que podía ponerle su impronta. De hecho, algunos elementos fueron aportados por él mismo, como el trapo que utiliza para relacionarse con los que están en el público, guiñándoles el ojo y mostrando que el hada es especialistas en trapos sucios. Una picardía que hace que cada noche del Carnaval del País sea más divertida que la anterior.
Ahora, como casi todos los legendarios del carnaval, amaga una y otra vez con que este es el último año. Sin embargo, tanto él como el resto de los carnavaleros y los que lo disfrutan en la pista conservan la esperanza de que Cucho Ferreyra vuelva a la pasarela con alguna de sus creaciones. Al fin y al cabo, sólo es cuestión de que algún director piense un personaje a su medida para que él vuelva a dar vida a un recuerdo inolvidable.