LO QUE DEJÓ EL 25 DE MAYO
Cristina, con la liturgia del pasado, buscando rescatar algo de futuro
¿Cuánta arrogancia no? ¿Cuánto ego? Uno se ríe de las famosas ‘vedettongas’ pero en política las superan ampliamente. El gobierno dio esta semana el espectáculo más triste que podía dar. Cada uno por su lado. El Presidente en Chapadmalal y la Vicepresidenta ‘festejando’ los 20 años de kirchnerismo. Todo un 25 de Mayo. De la patria poco y nada. Apenas los colores de la bandera y alguna escarapela perdida.
Por Jorge Barroetaveña*
Es que el peronismo escenificó como nunca antes los motivos del fracaso de la gestión de los Fernández. Si el principal argumento de Cristina es comparar su gobierno y el de Alberto con el de Macri, calificado por el kirchnerimo como ‘el peor de la historia’, no hay demasiado para defender. Es el reconocimiento implícito del fracaso.
Con la liturgia kirchnerista mojada, las ausencias del acto fueron demasiado notables. Casi no hubo gobernadores, nadie de la CGT y la ausencia ruidosa del Presidente de la Nación. “No me invitaron”, dijo entre irónico e hiriente Alberto en su ruta a la residencia de Chapadmalal. Claro, el buen hombre, tampoco hizo mucho para que la Jefa le dispensara un perdón. Unas horas antes se atrevió a hablar de la falta de ética grave de Cristina de haber hecho negocios desde el estado con Lázaro Báez. Imperdonable para su recorrido tortuoso desde que Cristina lo ungió como su compañero de fórmula en el lejano 2019.
Lo que todos esperaban no llegó. El ‘Cristina Presidenta’ o el ‘una más y no jodemos más’, atronaron la Plaza de Mayo pero nunca se dio por aludida. Miró, escuchó y ni asintió ni rechazó. A pocos pasos de ella se repartieron escenario Kicillof, Wado De Pedro, Juan Grabois y el zigzagueante Sergio Massa. Fiel a su estilo el Ministro de Economía amagó con irse a Paraguay para no volver, pero a última hora resolvió mostrarse arriba del escenario. Incómodo momento porque el Presidente ni siquiera fue invitado al acto y su ministro más importante va igual. La ambición de Massa por ser Presidente no se detiene en cuestiones menores. A medio metro de él estaba Grabois que le ha dedicado unas cuantas diatribas en los últimos días, al punto de acusarlo de ‘extorsionador’ por pretender ser candidato único. En la interna kirchnerista no se anda con chiquitas para descalificar y Grabois sabe cómo hacerlo. Massa por ahora nunca le ha contestado pero debe contar hasta cien para evitarlo.
Wado De Pedro hace un año y medio que viene recorriendo el país. Cristina le dijo hace rato salí y caminá. Ha conseguido juntar una mezcla variopinta al lado de él. Desde Luis Barrionuevo hasta unos cuantos intendentes del Conurbano. Pasa que queda a merced de los espasmos de Máximo con su madre y Kicillof. Para Máximo sería ideal mandarlo a Kicillof a la Nación y él quedarse con la provincia. Campo orégano. Pero la presencia de Kicillof en la fórmula obtura la de Wado. ¿Y Massa? Cristina no es inocente. Lo elogió hace unos días cuando le reconoció que se hizo cargo de una papa caliente. Pero, siempre hay un pero, ¿alguien cree que, en el fondo, lo dispensó de todos los deslices del pasado? Pasaron los años y la jefa se sacó las ganas con Lousteau. El jueves, en el acto, fue más lejos, y dijo que casi la hace ponerse el país de sombrero.
Massa es aún una pieza conveniente en el juego. A doble banda claro. Porque el tigrense todavía tiene la esperanza de ser la síntesis, estando en el lugar y momento adecuado cuando llegue el dedazo. Si bien los números de la inflación no lo ayudan, más bien son un lastre, su perfil ambidiestro podría inclinar la balanza al final del camino. Las señales de Cristina no fueron las mejores cuando habló de los ‘tercios’. Teoría que también se atrevió a refutar puntualmente Alberto. Luce conservadora para los tiempos de esplendor kirchnerista. En términos futboleros como le gusta a Massa y Alberto, sería como ir a buscar el cero a cero, sin ambición de ganar el partido. Esa táctica deviene quizás del miedo a quedarse sin nada. Para el peronismo en general sería catastrófico no llegar siquiera a la segunda vuelta. Es el peor fantasma que teme enfrentar.
Cristina no dejó definiciones. Prefiere ampliar la incertidumbre y dejar que, debajo de ella, se sigan ladrando. Ese palco del jueves en Plaza de Mayo, con dos pantallas gigantes a los costados, fue todo un símbolo. No se veía nada de la Casa Rosada. El lugar donde habitará hasta el 10 de diciembre el hombre que ella eligió para ganar una elección y terminó defraudándola. Cristina nunca fue buena para eso. Lástima que las consecuencias las padecemos todos y ellos no se hacen cargo. Son como los perros. Dan vuelta para echarse siempre en el mismo lugar. El poder es una enfermedad peligrosa. También para el que lo tiene.