OPINIÓN
Crímenes y Castigos
Luis Castillo
Médico, Escritor y Subsecretario de Cultura de Gualeguaychú
La definición de crimen, como toda definición, es apenas una aproximación que no coincide, la mayor parte de las veces, con su consecuencia, el castigo.
Afirmar, por ejemplo, que un crimen es un acto perjudicial no solo hacia una persona, sino que también, de uno u otro modo, lo es hacia una comunidad, puede darnos una aproximación hacia una visión social del crimen. Verlo de otro modo sería caer en un individualismo que solo puede llevar a la disgregación. Ese no es mi problema. Eso solo les pasa a los otros. Por algo será.
Naturalmente, englobar todas las acciones deletéreas hacia la sociedad bajo el mismo título puede, en alguna forma ser práctico, pero de ningún modo puede dar lugar a que se piense que no hay categorías. ¿Hay crímenes más aberrantes y por ende más condenables que otros? ¡Desde luego! Y no por ellos ambos dejan de ser crímenes y por lo tanto punibles, es decir, que merecen un castigo. Castigo que, se presupone, es acorde al daño realizado.
Podría afirmarse, prima facie, que todo lo que conlleve un daño irreparable es más grave. La muerte, sin dudas, en primer término. Las lesiones permanentes. Lo irreparable. Todo esto enmarcado, como mencioné al comienzo, sin perder de vista que lo que afecta a un individuo de un modo u otro afecta a la sociedad toda.
Ahora bien, por razones que huelga explicar, mencionar lesiones irreparables nos traslada inmediatamente a daños ligados a lo físico; sin embargo, cuerpo y mente (perdón por la perogrullada) no existen separados. Imposible dañar uno sin hacer lo propio con el otro. Imposible mensurar cuál es mayor. Cuál más nimio. Innecesario sería, además, intentar hacerlo.
Sin embargo, esto que planteo y que pareciera casi no ameritar discusión se contrapone a una lectura somera de nuestro Código Penal en el que, por solo citar un ejemplo, la pena por robo es de 1 a 15 años de prisión (recordemos que la prisión efectiva es a partir de condenas superiores a tres años) mientras que: “Será reprimido con prisión de tres a seis años, el que explotare económicamente el ejercicio de la prostitución de una persona, mediando engaño, abuso coactivo o intimidatorio de una relación de dependencia, de autoridad, de poder, violencia, amenaza o cualquier otro medio de intimidación o coerción.” (Artículo 8°, Ley 25087).
A ver si queda claro, a quien roba (sin intentar justificar ese reprobable acto por supuesto) se castiga con mayor rigor que a quien somete a una persona a la esclavitud sexual. Pero, no es todo, el Artículo 2° de la ley antes mencionada (reforma hecha en 1999, no en el siglo XVIII) expresa: “Será reprimido con reclusión o prisión de seis meses a cuatro años el que abusare sexualmente de persona de uno u otro sexo cuando, ésta fuera menor de trece años o cuando mediare violencia, amenaza, abuso coactivo o intimidatorio de una relación de dependencia, de autoridad, o de poder, o aprovechándose de que la víctima por cualquier causa no haya podido consentir libremente la acción.”
Daño irreparable. La muerte del cuerpo, la muerte de los sueños, de la esperanza, de la posibilidad de alcanzar algún tipo de felicidad. Daño irreparable.
Creo que, como sociedad, nos merecemos discutir estos temas hoy. Ya. Y en serio.