ASÍ FUERON SUS ÚLTIMOS DÍAS
Cómo murió Francisco: su salud frágil nunca frenó el liderazgo espiritual
De problemas respiratorios en su juventud a la hospitalización en el hospital Gemelli. El Pontífice no dejó de sorprender a los fieles incluso en sus últimos días, incluyendo su último baño de multitudes en el papamóvil durante la celebración del Domingo de Pascua.
Era 23 de marzo, y después de 38 días de hospitalización, el Papa Francisco abandonaba el Policlínico Gemelli de Roma para regresar a Santa Marta, donde debía observar un periodo de dos meses de reposo y convalecencia. Sin embargo, el Pontífice no dejó de sorprender a los fieles incluso en sus últimos días. Participó en diversas actividades, incluyendo su último baño de multitudes en el papamóvil durante la celebración del Domingo de Pascua.
Su cercanía con la gente y su incansable entrega pastoral marcaron cada etapa de su pontificado. En lugar de permanecer alejado del público durante su convalecencia, eligió mostrarse presente, incluso en medio de una salud visiblemente deteriorada. En las últimas semanas, su figura fue sinónimo de resiliencia, pese al avance de su enfermedad.
La mañana de este lunes, el Vaticano confirmó su fallecimiento a las 7:35 de Roma, generando conmoción en todo el mundo. A pesar de las señales de fragilidad, la noticia sorprendió por la actividad pública que el Papa había sostenido hasta pocos días antes. Las campanas de la Plaza de San Pedro resonaron en señal de duelo y comenzaron los preparativos para las exequias.
Una salud siempre frágil: los desafíos médicos del Pontífice
La última hospitalización en el Gemelli, iniciada el 14 de febrero, se debió a una grave neumonía bilateral combinada con una infección respiratoria polimicrobiana. "Con una insuficiencia respiratoria aguda debido a una infección polimicrobiana. Es decir, virus, bacterias y hongos", explicó el profesor Sergio Alfieri, jefe del equipo médico que atendió al Papa. Esta combinación "causó neumonía bilateral grave que requirió un tratamiento farmacológico combinado".
Durante los días en el hospital, el estado clínico del Pontífice atravesó momentos críticos. "Presentaron dos episodios muy críticos" en los que "estuvo en peligro de vida". La gravedad del cuadro encendió alarmas dentro y fuera del Vaticano. Aun así, hubo señales de esperanza. "Está claro que cuando estaba muy enfermo le costaba estar de buen humor", relató Alfieri. Pero recordó un momento particular: “Santo Padre, ¿cómo está?”, le preguntaron los médicos. “Sigo vivo”, respondió con una sonrisa, recuperando el humor que lo caracterizaba.
Bergoglio había convivido durante toda su vida con problemas respiratorios. A los 21 años, le extirparon parte del pulmón derecho debido a una severa neumonía. "Por esa intervención nunca he sentido ningún tipo de limitación en mis actividades", afirmó en una entrevista tras el Cónclave de 2013, queriendo disipar dudas sobre su salud.
Un pontificado entre operaciones, recaídas y recuperación
A lo largo de su papado, Francisco atravesó diversas intervenciones médicas. Una de las más importantes fue el 4 de julio de 2021, cuando fue operado en el Gemelli por una estenosis diverticular sintomática del colon. Aunque el diagnóstico fue complejo, la cirugía se desarrolló con éxito bajo anestesia general, y el Papa permaneció diez días hospitalizado.
Menos de dos años después, en marzo de 2023, debió ser internado nuevamente, esta vez por una bronquitis infecciosa. El episodio fue sorpresivo, pero logró recuperarse a tiempo para presidir los actos de Semana Santa. Al salir del hospital el 1 de abril, declaró con su particular franqueza: "Estoy vivo todavía, no tuve miedo".
Sin embargo, los problemas respiratorios persistieron. Resfriados, gripes y bronquitis se repitieron entre noviembre de 2023 y los primeros meses de 2024. El Papa fue sometido a dos tomografías computarizadas de cuerpo entero. Aunque se recuperaba de cada episodio, “su voz está cansada y empiezan a notarse claros signos del paso del tiempo”.
Declive físico, sin freno en su liderazgo espiritual
Con el paso de los años, el deterioro físico fue cada vez más visible. El Papa Francisco pasó de caminar con firmeza a utilizar un bastón trípode y, finalmente, una silla de ruedas. Al principio, solo en ocasiones; después, con frecuencia; y en los últimos meses, de manera permanente.
Esto no le impidió seguir ejerciendo su liderazgo pastoral. Sin embargo, uno de los momentos más duros fue cuando perdió la capacidad de hablar con claridad. De nuevo, la bronquitis fue la responsable. Su voz, que había sido una de sus herramientas más potentes, se debilitó, dejando traslucir su estado de salud.
A pesar de todo, Francisco nunca se detuvo. Gobernó la Iglesia con firmeza y cercanía hasta el final. Su legado quedará grabado no solo por su incansable labor espiritual, sino también por su testimonio de humanidad ante la fragilidad física. Su despedida marca el cierre de una era, pero también deja encendida la llama de un pontificado profundamente humano. (Con información de La Stampa)