¿QUÉ PASÓ EN EL HOSPITAL?
Claves para entender un conflicto atravesado por la pandemia, la disputa de poder y la interna peronista
Para entender cómo se llegó a la insólita situación vivida el lunes pasado, cuando el gobernador Gustavo Bordet desplazó a Martín Roberto Piaggio de la dirección del Hospital Centenario, en medio de reclamos, marchas y contramarchas, hay que considerar la complejidad de un escenario compuesto por múltiples variables. Poder político, falta de recursos, precarización laboral, distintas concepciones sobre la salud pública y el rol del trabajador de la salud; el ejercicio del poder y, obviamente, la interna (a esta altura, abierta y declarada) entre el peronismo de Gualeguaychú y el de Paraná. En el medio, la salud de miles de personas.
Por Luciano Peralta El que sigue es apenas un intento por entender más claramente lo que pasó en el Hospital Centenario días atrás. Lógicamente, como cualquier recorte periodístico, habrá voces, puntos de vista y situaciones que van a quedar afuera. De hecho, es probable que ésta sea sólo una aproximación a lo que sucedió en la emblemática institución de Gualeguaychú. Para ello es necesario reconstruir parte de los intensos siete meses en los que el secretario de Desarrollo Social y Salud del Municipio, mano derecha y primo del Intendente, Martín Roberto Piaggio, estuvo al frente de la institución. Este análisis es parte de más de media docena de entrevistas realizadas con trabajadores del hospital y funcionarios, con los que siguen y con los que ya no están. Todas fueron llevadas a cabo bajo el contrato del off de records. Y fue así por una sola razón: el valor periodístico de lo que se cuenta cuando el micrófono y la cámara están apagados es inmensamente más grande que cuando no.
Ahora bien, como adelanté más arriba, para tratar de entender lo que pasó en el Hospital Centenario -rebautizado por siete meses como Hospital Gualeguaychú- hay que considerar que se trata de un conflicto atravesado por una multiplicidad de factores. El primero y más importante es el lugar que en la provincia de Entre Ríos (y en Argentina, con matices) tiene la salud pública, con un edificio que se cae a pedazos (literalmente), otro nuevo prácticamente sin avances de obra hace mucho tiempo, cientos de trabajadores precarizados y problemas que trascienden, por lejos, una u otra gestión política. Por otro lado, jugaron un papel preponderante las concepciones sobre la salud y el rol de cada trabajador del sistema público; las disputas de poder dentro de la institución; los cambios luego de más de 14 años de hacer las cosas de una manera (es el tiempo que duró la gestión de Hugo Gorla), y las formas -muchas veces más determinantes que el fondo- en que se implementaron esos cambios. La pandemia del coronavirus y la interna entre el piaggismo y el bordetismo, dos factores que cruzaron de principio a fin los siete meses que duró la gestión. Impronta propia El cambio de nombre del hospital puede resultar anecdótico, pero es más que eso. Desde antes de ser gobierno en Gualeguaychú el piaggismo se ha esforzado por construir un discurso propio que lo diferencie de las viejas estructuras peronistas. Y en gran medida lo ha logrado. El cambio, de un día para el otro, del nombre de una de las instituciones más antiguas de la ciudad, es parte de esta lógica. Y de la necesidad -política e ideológica- de diferenciarse permanentemente de las posturas del gobernador y presidente del Partido Justicialista entrerriano, Gustavo Bordet. Como lo hizo en el PJ, el piaggismo llegó al hospital para dar vuelta las viejas estructuras y consolidar su poder propio. A días de asumida la nueva gestión se declaró la emergencia por la pandemia, lo que, lógicamente, trastocó todos los planes. Entonces, los recursos -económicos, materiales y humanos- se pusieron a disposición de las necesidades impuestas por el Covid. Los cuatro primeros meses fueron para ordenar la transición, y cuando la pandemia empezó a dar lugar a otras demandas, los conflictos internos comenzaron a ver la luz. Precarización y conflicto El hospital cuenta con 635 empleados con cierta estabilidad laboral (117 son cargos vacantes). A los que se le suman 300 contratos hospitalarios. Por lo que se puede hablar de casi mil trabajadores, cada uno de ellos con una situación laboral/contractual diferente. Pero, en líneas generales, bajo condiciones de trabajo que lejos están de ser buenas. Trabajan en el Hospital casi unas 1000 personas Para que se entienda, tres casos particulares: un profesional con 20 años en el hospital cobra un sueldo como “médico asistente” de $40.000; se paga $1500 por 12 horas de guardia, en el caso de Salud Mental; y una profesional (no médica) que trabaja hace 10 años en la institución cobra 12 mil pesos por mes. Son sólo tres de cientos de casos de precarización. Este problema existe, pero lejos está de ser (únicamente) responsabilidad de Bordet o de Piaggio. El sistema público de salud, al menos en Gualeguaychú, ha sido menoscabado sistemáticamente durante muchísimo tiempo. Y este no es un dato menor, todo lo contrario: es la causa de (casi) todos los problemas que hoy salen a la luz. “Gorla tenía cintura. Nosotros entrábamos muy calientes a una reunión con él y salíamos contentos”, contó un médico con importante representación en la institución. ¿Cómo funcionaba? Ante los reclamos genuinos por mejoras salariales, y con pocos recursos económicos, muchas veces se generaban contratos por prestación de servicios, por 5, 10, 15 mil pesos, que complementaban (y complementan) los irrisorios sueldos de muchos profesionales. “Ningún profesional va a trabajar 36 horas semanales por 40 mil pesos”, coinciden absolutamente todos. El Ministerio de Salud lo sabe, obvio, y en consecuencia habilita tácitamente, a que, los médicos vayan menos horas que las que tendrían que ir a prestar servicios al hospital. Algunos cumplen cuatro y hasta más horas diarias -los menos- y otros apenas si aparecen cuatro horas semanales en la institución. “Hay de todo, como en todas partes”, señaló uno de los entrevistados. Con la intención de ordenar esta situación desembarcó Piaggio y su equipo. Entonces se empezaron a generar los primeros cortocircuitos con el personal médico. Ya en junio, la dirección intentó poner en funcionamiento el marcador biométrico para toda la planta de trabajadores. “Los médicos son los únicos que no marcan asistencia”, justificaron en su momento. Pero esa pulseada la perdió la Dirección: el personal médico empezó a marcar el ingreso, pero no la salida y todo quedó en la nada. “En ningún hospital de la provincia se marca, además nos veníamos venir algo más peligroso. La situación ya era tensa, y ante el posible incumplimiento de las 36 horas semanales (nadie las cumple) temíamos por un sumario administrativo”, justificó a ElDía un médico con poco más de 12 años en la institución. Otro conflicto, aun más determinante para el desprolijo desenlace que tuvo la gestión, fue el de los traumatólogos, un equipo de siete personas. Uno de los “parches” de la vieja administración consistía en el pago de guardias extras para el servicio de traumatología, con lo que se suplen los bajos sueldos. “Nosotros cobramos cinco mil y pico de pesos por cada guardia pasiva (a demanda, fuera de la institución), y se nos quiso bajar a la mitad. Eso se resolvió, después de negociaciones, con módulos que llegaron de la Provincia. Pero porque no les quedó otra, sino se quedaban sin traumatólogos”, contó otro profesional. Por otro lado, “hace unos años, la provincia hizo un acuerdo con el PAMI para empezar a atender los afiliados. Todos los que atendíamos PAMI, a modo de coparticipación, recibíamos primero 4 mil pesos por mes, después, cuando asumió la nueva gestión eran 8 mil pesos. Noviembre, diciembre y enero ya se nos debía, y de este año no cobramos un peso de eso. En definitiva, lo que se hizo fue disminuir la cantidad de ingresos de la mayoría de los profesionales”, expresó la misma fuente. Desde la gestión saliente, en tanto, se cuestionan estos acuerdos preexistentes. “Derechos sí, privilegios no”, decían los carteles que se vieron en la marcha del lunes en respaldo a Piaggio. En este sentido, el pago de guardias extras a los traumatólogos fue considerado como tal. De “Privilegios” y “kioscos” Si hay algo que se le reconoce al piaggismo, y en particular a Martín Roberto, es su capacidad de trabajo. De eso no hay duda. Y con esa impronta el ahora exdirector comenzó a “ordenar” el hospital. Durante los primeros tres meses se llevaron a cabo más de 70 reuniones con los trabajadores de todos los sectores, y a la par se empezaron a revisar cada uno de los gastos de la institución, cada contrato, cada convenio. En esa línea, en julio comenzó a desarrollar funciones en la institución una médica auditora. “El hospital no tiene ni resonador ni tomógrafo, entonces esos estudios se hacían siempre en el mismo lugar. Nosotros sumamos un efector más. Además, por ejemplo, en el hospital se hace el eco doppler, pero los pacientes eran derivados al privado para para que éste pueda facturarlo al hospital”, ejemplificó a ElDía una fuente que hasta el lunes último fue parte de la gestión. “Descubrimos facturas de $3.500 por cambiar el cuerito de una canilla, y un electricista del hospital que venía a reparar los aires acondicionados fuera del horario de trabajo para facturarlos como privado. Cosas como esas, había muchas”, aseguró. Y agregó: “Los proveedores de los medicamentos eran dos o tres, nosotros participamos a 40”. Descubrimos facturas de $3.500 por cambiar el cuerito de una canilla Otro sector señalado como crítico fue el de Farmacia. Cada mes se invierten entre 10 y 13 millones de pesos en medicamentos, por lo que esta dependencia estuvo en la mira de los nuevos administradores desde el mismo 28 de febrero. Según quien cuente la historia, la intervención de las autoridades en la Farmacia puede ser leída como “la voluntad de darle claridad” a una situación irregular o simplemente “un atropello, como el que hicieron en las otras áreas del hospital”. “Es increíble, pero en la Farmacia no llevaban un control de stock. O sea, no se sabía que medicamentos había, con el grado de irregularidad que esto implica”, aportó un hombre muy cercano a Piaggio. Del otro lado, cuestionaron la “prepotencia” y al “atropello” de la Dirección para “hacer y deshacer a gusto en cada uno de los servicios”. El caso de Salud Mental El conflicto en Salud Mental se visibilizó con la renuncia de la psiquiatra a cargo del área, Yamila Horane, y las denuncias de siete personas por “malos tratos” contra la ex secretaria Técnica del nosocomio, Keila Heidenreich. Al respecto, desde la gestión saliente aclararon que “son presentaciones, no denuncias”, lo que no cambia demasiado el fondo de la cosa. Y apuntan a una cuestión que atraviesa casi todos los conflictos internos: “una cosa es interpelar la práctica de un profesional, y otra es increpar a alguien”. Definición que gana en importancia cuando se escuchan las dos campanas. Por un lado, y en líneas generales, desde el piaggismo se sostiene que los profesionales no estaban acostumbrados a que se realice el seguimiento de sus horarios y de su trabajo (esto de “interpelar las prácticas”), entonces “se victimizan y hablan de increpación” por parte de las autoridades. Por el otro, los más enojados con la gestión, apuntaron al “autoritarismo”, al “adoctrinamiento” del personal a cargo y a la “imposibilidad de pensar diferente”. Los problemas en el servicio de Salud Mental fueron muchos. Y fueron generados no tanto por el fondo de las decisiones tomadas sino, más bien, por las formas. Desde la Dirección se anunció la guardia 24x7 (full time) en el sector, pero sin el consentimiento de las autoridades del mismo. El cambio de sala también generó cortocircuitos internos, que empezaron a llegar a Paraná cada vez más seguido. Pero, más allá de las situaciones conflictivas en ese sector -se podría escribir un libro con los relatos recolectados- hubo una decisión que cayó muy mal entre los trabajadores. Un médico con mucho roce gremial lo contó así: “Teníamos un acuerdo para que en Salud Mental no ingrese más gente hasta que se ordene lo que había, porque son muchos. Pero, de un momento a otro, contrataron a cinco psicólogas, entre ellas a la hermana del Intendente. Siendo que había, desde hace 4 o 5 años, profesionales trabajando gratis en el hospital”. “Nunca estuvimos en desacuerdo ni con la creación de la Sala de Cuidados Integrales (se integró en la Sala 2 a los internados clínicos y a los psiquiátricos), ni con la guardia 24 x 7. El problema fueron las formas. Nada se consensuó. Un día nos dijeron que desarmemos la sala y se llevaron todo el material, no sabemos a dónde. Todavía hay compañeras que están tratando de ubicar sus materiales de trabajo”, contó una de las profesionales que accedió a dialogar con ElDía. La cuestión política Sin perjuicio de lo relatado más arriba, el análisis en clave política es indispensable para tener un acercamiento más certero de lo que pasó en el Hospital Centenario. Empecemos por el principio: un conflicto con el personal de salud no saca a ningún director de hospital de su cargo. Eso está claro. Entonces, ¿cuáles fueron las razones reales del desplazamiento de Piaggio? La respuesta a esa pregunta no debe buscarse en el Decreto 1706/20, que es el que designa al nuevo director Eduardo Luis Elías, y explica que el desplazamiento de Martín Roberto Piaggio se hizo efectivo “por haber desaparecido las razones” que dieron origen a su nombramiento. Poco claro. No se entiende, menos cuando a principio de septiembre se lo había ratificado por el plazo de un año (cumplidos los primeros seis meses el 28 de agosto) en el cargo. Las razones son políticas. Aunque hagan un gran esfuerzo por disimularlas (ahora no tanto), existen diferencias muy grandes entre ambos gobiernos. Y si bien el mal común (la pandemia) puso en segundo plano estas diferencias, la profundización del conflicto en el Centenario sirvió para que, de una y otra orilla, se olviden de los tratos cordiales. Por otro lado, la decisión de Bordet se caía de madura después que se haya filtrado a la prensa la “carta abierta”, fechada el 21 de septiembre, firmada por 23 referentes médicos y políticos, entre ellos el senador provincial Jorge Maradey y la diputada provincial Mariana Farfán. En el documento de 9 carillas, que cada uno de los adherentes firmó delante de Piaggio, se expone una situación tan real como conocida por oficialistas y opositores: la falta de fondos para los centros de salud (garantizados por la Constitución Provincial); la faltante de 400 cargos; la necesidad de terminar la obra del Hospital Bicentenario, y las “decenas de obras pendientes en el Hospital Centenario”, entre otros puntos demandados al Gobernador. La carta cayó como una bomba en el despacho de Bordet. “Entre compañeros de la misma línea política las cosas se hablan, esto que hicieron no se hace. Es de manual, no hicieron más que regalarle títulos a la oposición y a la prensa, al tiempo que debilitan el propio gobierno”, confió a ElDía una persona cercana a Bordet. El viernes pasado, en el pico máximo del conflicto con el personal, desde el Hospital hicieron pública la ratificación de Piaggio por parte de la ministra Sonia Velázquez, lo que “terminó de caer mal en la Casa Gris”. “Esa ratificación es de principios de septiembre, y es por una necesidad administrativa. Porque el primer decreto establecía que hasta el 28 de agosto Piaggio era director. Esa resolución fue meramente administrativa, para que el hospital no se quede sin firma, no fue un respaldo político. Ellos lo presentaron así a la sociedad de Gualeguaychú, 20 días después, y empeoraron los ánimos”, justificaron desde la capital entrerriana. El sábado, día en que los teléfonos entre Gualeguaychú y Paraná ardían, el pedido de renuncia ya era un hecho. Pero, claramente, el director del hospital no estaba dispuesto a renunciar. El desenlace final llegó, finalmente, el lunes. La interna peronista Una vez consumada la noticia de la salida del hospital -una empresa que, del mismo modo que pasó con el Centro de Salud Juan Baggio, el piaggismo logró sostener sólo un puñado de meses-, las especulaciones políticas estuvieron a la orden del día. Y el apuntado como culpable -a veces, sin nombrarlo- fue Juan José Bahillo, ministro de Producción, Turismo y Desarrollo Económico, y uno de los hombres de mayor confianza del Gobernador. El primero de los análisis que sale a la luz es la disputa por la Gobernación 2023. Aunque falta una eternidad para los comicios, no sería desacertado especular que, ante la imposibilidad de repetir de Bordet, Bahillo se encamina como el candidato del Gobernador, mientras que Esteban Martín Piaggio sería una de las alternativas del PJ kirchnerista. A esa lectura algunos le dan mucha preponderancia en el actual conflicto por la conducción del hospital. Ahora bien, sea cual sea la razón de tamaña puesta en escena, es clarísimo que los únicos perjudicados, políticamente hablando, son los gobiernos provincial y municipal. El primero, porque cambió a un director de hospital de alta complejidad en medio de una pandemia y deberá resolver cómo continúa la historia, porque Elías no tiene ninguna intención de seguir mucho más tiempo en la ciudad. Por otro lado, el piaggismo dinamitó los puentes con Paraná y se quedo sin el Centenario. Si la semana pasa el futuro del hospital era incierto, hoy es doblemente incierto. El actual director hará de interventor, tratará de ordenar las cosas internamente con el mayor decoro posible y se marchará. ¿Quién asumirá? Es la pregunta del millón. Sin respuesta, claro. Tras la salida de Hugo Gorla, escasean los candidatos con el respaldo político para asumir tamaña responsabilidad. Lo cierto es que, conociendo la manera de concebir la política que tiene el espacio liderado por Esteban Martín Piaggio sería un error grande pensar que la del Centenario es una batalla perdida y abandonada. Con la figura de Martín Roberto o con cualquier otra, el piaggismo volverá a ir por la conducción del hospital. Es sólo una cuestión de tiempo.ESTE CONTENIDO COMPLETO ES SOLO PARA SUSCRIPTORES
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