FOTOGRAFÍA DE UN ESCÁNDALO NACIONAL
"Chocolate" Rigau y Martín Insaurralde, cultores del “que se pudra todo”
“No nos entra más un kilombo”, evaluó Sergio Massa hace un par de meses. Algunos días antes que se definiera su candidato a presidente. Tenía razón. La sigue teniendo en realidad porque el escándalo de Martín Insaurralde y su vida política licenciosa lo ha puesto en un brete, hipotecando sus propias posibilidades y las de Kicillof en la Provincia de Buenos Aires.
Por Jorge Barroetaveña
El daño que provocan las imágenes y los videos que vieron la luz pública por la propia novia de Insaurralde es difícil de medir y mensurar pero existe. No se sabe que es más grande. Si el ‘pobre’ Chocolate ordeñando los cajeros en nombre de sus jefes políticos, o el ex intendente de Lomas de Zamora paseando su humanidad en un yate súper lujoso en Marbella y haciendo regalos ostentosos a una chica.
Ambos son la muestra de un sistema perimido que ha permitido la irrupción de alguien como Milei, con su discurso anti casta y sin estructura en la mayor parte del país. Lo de Chocolate no es nuevo. En Entre Ríos todavía está en proceso un caso calcado, lo que permite inferir la habitualidad de esta práctica por parte de la dirigencia política. De hecho, y como bien recordó la ex fiscal Goyeneche, también hay condenas por desviar fondos públicos con una similar metodología. El amigo Chocolate es otro emergente apenas de un sistema corrupto.
Lo de Insaurralde va más allá del sistema y se instala en la moral pública. ¿Qué lleva a un político experimentado como él a cometer semejante ‘error’, como le endilgan sus pares del peronismo? Hay una sola respuesta a eso: impunidad. Hay dirigentes que se creen impunes, que están más allá del brazo de la ley. La primera reacción del candidato presidencial Massa fue buscar acotar el daño. Lo llamó a Kicillof y habló con Cristina. La renuncia del lomense ‘a todo’ era una obviedad. A la Jefatura de Gabinete y a la candidatura a concejal en su partido. Pero la palabra ‘error’ fue otra equivocación. Insaurralde no cometió un error, no se equivocó. Es un corrupto consiente. Es lo más parecido a contar los billetes en La Rosadita o a los bolsos del inefable López. Es el ejemplo más burdo y grosero de un sistema. Qué después quede impune, la justicia no le pueda probar nada o los tiempos se vuelvan eternos, es otra historia. La imagen es tan potente que no hay retorno de eso. Por eso el susto de Kicillof y la preocupación de Massa. No saber hasta dónde llegará el daño es angustiante.
Si Milei o Bullrich lo pueden capitalizar es otra cosa. El ‘león’ sigue con sus definiciones-indefiniciones. Todo queda en la nebulosa aunque hace pocas horas dijo que cuanto más alto esté el dólar, más cerca estará la dolarización. En Mar del Plata, ante empresarios que eligieron escucharlo a él y no a Bullrich, les marcó la cancha. Ni saludo hubo. Mucho menos intercambio de teléfonos. Fue, miró, se molestó con un celular encendido, y se fue. Nada más. Tampoco dejó ninguna definición novedosa. Milei corre el riesgo de creer que la elección está ganada y eso todavía no pasó. Si bien todas las encuestas lo dan arriba, hay un porcentaje del electorado cuya volatilidad lo puede llevar a otros puertos. Tampoco es bueno su enfrentamiento con el periodismo. El kirchnerismo hizo bandera de eso y lo único que consiguió fue contribuir a la división. Si Milei piensa que sólo a través de las redes sociales comunicará sus actos de gobierno se equivoca. Estaría bueno que se lo hagan ver. Extraño para quien hace de la libertad un culto.
Bullrich no aprovechó el debate de Santiago del Estero. Después arguyó que estaba con un fuerte estado gripal y que casi no se podía mantener en pie. Lástima para ella porque desaprovechó una de las pocas oportunidades que le quedan para meterse en la segunda vuelta, si es que la hay. Massa, a priori el candidato con flancos más débiles, salió airoso. Claro, el efecto del ‘yategate’ recién empezaba a sentirse. Es probable que el domingo, en la segunda tenida, lo padezca de otra manera. Se lo hagan padecer en rigor.
Al borde de un ataque de nervios, el gobierno dispuso allanamientos y operativos en la City porteña. Ese dólar imparable que rozó los 900 pesos no se detiene. A menos de dos semanas de las elecciones es el síntoma de la incertidumbre que aqueja al sector económico. Nadie sabe qué va a pasar el 23 de octubre a la mañana. Menos el panorama político que alumbrará la elección, más allá de lo que dicen las encuestas. La Argentina se ha vuelto un país impredecible. O lo somos desde hace mucho tiempo en realidad. La respuesta es la angustia social que campea en las calles. Muchos de los que votan a Milei dicen ‘que se pudra todo’. Es la sensación: estamos en eso.