LOS DETALLES DE LA CEREMONIA
Carlos III fue coronado como rey del Reino Unido: los que se pusieron contentos y los que se enojaron
A los 74 años, el soberano fue ungido con una espectacular ceremonia en la Abadía de Westminster, como dicta una tradición de más de 1000 años.
En una fastuosa ceremonia celebrada este sábado en Westminster, seguida por cientos de millones de personas por televisión y dos millones en las calles de Londres, Carlos III de Inglaterra se convirtió este sábado en el cuadragésimo soberano coronado en esa abadía desde 1066.
Ese solemne acto de dos horas, que el nuevo soberano esperó pacientemente durante 74 años, se convirtió en realidad cuando Justin Welby, arzobispo de Canterbury y gobernador de la iglesia de Inglaterra, colocó sobre su cabeza la corona de San Eduardo y el rey invocó al Supremo para que su reinado pueda ser “una bendición” para la gente de “toda fe y convicción”.
Ese histórico momento, cargado de simbolismos y visto en directo en todo el planeta, fue probablemente el cénit en la vida de ese hombre, cuyo destino quedó sellado hace 70 años, cuando su propia madre accedió al trono en 1953 y él se convirtió en heredero del trono de Inglaterra.
A las 11 (hora local), Carlos III y Camilla hicieron su entrada a la abadía, donde los esperaban 2300 personalidades de la nobleza, dignatarios extranjeros y miembros del cuerpo diplomático, algunos integrantes de la familia real, políticos, y representantes de una infinidad de asociaciones de beneficencia patrocinadas por la pareja real.
El arzobispo Welby inició de inmediato la primera etapa de esa ceremonia profundamente religiosa, que respeta desde hace siglos el mismo ritual. Conocido como “el reconocimiento”, el oficiante presenta el nuevo soberano a la asamblea, al “pueblo”, según la tradición. Carlos se volvió entonces hacia los cuatro lados de la abadía, para ser proclamado “rey indiscutible”, antes de que la asistencia fuera invitada a expresar su homenaje y su voluntad de servicio.
Siempre guiado por el arzobispo, el nuevo monarca prestó después juramento sobre la Biblia. Carlos hizo además un segundo juramento para dar testimonio de su calidad de “fiel protestante”.
Pero fue la tercera etapa de esa espectacular ceremonia la que, sin duda, quedará grabada en la memoria de miles de millones de personas: la unción. Un momento de profundo recogimiento y emoción, no solo para el monarca, sino incluso para los menos creyentes. Después de despojarse de la capa de Estado, Carlos III revistió una simple camisa de lino blanco, símbolo de humildad, ante de sentarse en el trono de San Eduardo, el mismo que se utiliza desde el siglo XIV en cada coronación.
Una vez recibida la unción, Carlos II abandonó ese trono, que lleva en su base la mítica “piedra del destino” utilizada antiguamente para la coronación de los reyes de Escocia, y se revistió con una túnica bordada de hilos de oro, la misma que antes habían llevado dos de sus predecesores. En ese momento le fueron entregados los atributos de la corona, como el abrigo imperial, el orbe de oro y el anillo del Soberano, que representa el matrimonio del monarca con su nación.
Carlos ocupó enseguida el trono de San Eduardo y se colocó el guante de la coronación. En su mano derecha recibió el cetro con la cruz, y en la izquierda el cetro con la paloma. Exactamente a las 13.00, recibió en la cabeza la corona de San Eduardo, que se utiliza una sola vez en la vida de un monarca. Las campanas de Westminster comenzaron entonces a sonar y de inmediato, en una ceremonia conocida como Ring for the King, tañeron otras 38.000 en el resto del país. Se escucharon trompetas y disparos de cañón para celebrar el verdadero acceso al trono del nuevo monarca.
La quinta y última etapa fue la entronización. Carlos dejó entonces el trono de San Eduardo y recibió, visiblemente emocionado, el homenaje de Guillermo, su hijo mayor y heredero del reino. Cuando Guillermo se arrodilló frente a él para jurarle fidelidad, se escuchó un imperceptible: “Thank you William!”, pronunciado por el monarca. Según la tradición, una sucesión de miembros de la familia real y pares de la nobleza debían rendir el mismo homenaje al rey. Esta vez, Carlos III decidió obviar ese aspecto de la ceremonia. También se negó a remplazarla por un homenaje nacional por parte de todos sus súbditos. Según su amigo y biógrafo Christophe Émon, el nuevo monarca calificó la idea de “aborrecible”.
Ya consagrado, Welby remplazó en la cabeza de Carlos III la pesadísima corona de San Eduardo por la corona imperial de Estado, engarzada con 2868 diamantes y 17 zafiros.
Los contras
Una lluvia incesante y protestas de los antimonárquicos obstaculizaron las calles de Londres. Pancartas, cánticos, carteles que rezaban “No eres nuestro rey” y una revuelta que dio como resultado 8 personas detenidas, opacaron por momentos el día más importante Carlos y su reina Camilla. Aunque ese malestar fue superado con el cariño y devoción de los que apoyan a su rey y defienden “a capa y espada” la continuidad de este sistema ancestral.
Otro suceso que atentó con enturbiar esta coronación fueron las estrofas que cantó la hinchada del equipo de fútbol del Glasgow Celtic en el último partido “Metete la coronación en tu trasero”. Pero es conocida la ironía que dominan los ingleses y nadie como ellos para salir de una situación inoportuna. Al parecer este desaire llegó a oídos de Carlos III y sólo se limitó en desearles “un buen juego”.
El colorido y la extravagancia, mezclados con la pasión que los habitantes de la tierra de Shakespeare imprimieron en sus trajes, fue un deleite. Sombreros, paraguas, coronas de varios tipos y tamaños, maquillaje, todo se justificaba para este 6 de mayo de 2023. Fecha en que el príncipe más famoso de la tierra y la mujer de su vida, se convirtieron en rey y reina de los británicos.