DE GUALEGUAYCHÚ A SANTA FE
Carlos Gustavo Delfino, el basquetbolista local que transcendió en otra ciudad
Se crió en el barrio de Pueblo Nuevo, se formó como atleta a avanzada edad -tenía 14 años- en Racing y se radicó en la capital santafesina, donde se identificó con Unión y transmitió la pasión por el “Tatengue” y el deporte a sus hijos: uno de sus herederos fue una de las piezas fundamentales de la Generación Dorada.
Carlos Gustavo Delfino tiene 63 años y lleva 44 radicado en la ciudad de Santa Fe. Se podría decir que es un santafesino más, ya que sus cuatro hijos nacieron allí y están asociados a uno de los dos clubes más importante de aquella ciudad.
Pero Carlos Delfino padre, porque uno de sus primogénitos lleva su mismo nombre y es un basquetbolista reconocido a nivel mundial, no se olvida de sus orígenes. Desde el otro lado del río Paraná, atendió el llamado de Ahora ElDía para recordar y construir con mucha nostalgia sus inicios, formación, carrera como jugador profesional y entrenador en el deporte americano.
“Nací y me crié en el barrio de Pueblo Nuevo, fui a la escuela Nº10 Jacinto Leopoldo Luque y hasta los 13 años mi vieja, hijo único yo, no me dejó hacer ningún deporte. Así que en mis primeros años de la infancia jugaba al fútbol en el barrio”, rememoró en el inicio de la nota.
Por intermedio de su tía Marta Sánchez que fue jugadora de básquet de Central Entrerriano, fue tentado por un profe del club de calle España para probar con la naranja, pero volvió a insistir con que su madre no lo dejó.
Hasta que, a los 13, cuando empezó a cursar sus estudios secundarios en la ENOVA, el profesor de Educación Física Mica Romani lo invitó a Racing y ahí, con más flexibilidad por parte de su familia, comenzó su relación con el básquet.
En su paso por “La Academia” lo marcó el recordado Domingo Antonio Giusto, un emblema de la institución, a tal punto que el estadio lleva su nombre. “Antonio para mí fue un antes y un después, fue el responsable de que yo le agarré cariño y amor a este deporte”
Y agregó: “No sólo encaminó mi carrera, sino mi forma de ser, mi personalidad y me educó un poco en la cancha. Antonio era muy recto, una persona sincera que se hacía respetar de buena forma, cariñosamente. Antonio te retaba cuando hacía un gesto mal y te ensañaba a cómo comportarte dentro de la cancha. Racing era una escuela en ese sentido, una escuela que aprendí a amar”.
“Antonio (Giusto) no sólo encaminó mi carrera, sino mi forma de ser, mi personalidad y me educó un poco en la cancha.”
“Antonio hacía jugar de una manera muy moderna, nos hacía presionar toda la cancha, cosa a que nadie estaba acostumbrado en esa época. Nos hacía correr un montón y realmente nos daba resultados. Nosotros no teníamos mucha altura, yo era un poco el más alto, después eran todos bajos. Nos hacía jugar un básquet muy dinámico, de mucha presión, de marcar y correr toda la cancha. Movía mucho el banco”, recordó y destacó la filosofía de juego del equipo verde y blanco de finales de los 70.
Antes de irse a Santa Fe, con la prioridad de estudiar, pero también con el objetivo de seguir jugando al básquet, Delfino recordó una frase del gran profesor Giusto. “Me dijo debés ser el único jugador desde que yo enseño que no me faltaste a ninguna práctica”. “Y eso que el club me quedaba en la otra punta y yo me traslada en bicicleta. Eso lo generaba el cariño que le había tomado a este deporte”, recordó.
Su paso por Racing fue corto, inferior a una década, pero dejó su sello como jugador, ya que con 18 años alternaba el equipo de Juveniles y Primera División. Incluso llegó a integrar una Selección de Gualeguaychú de Mayores con esa edad. También por aquellos fue el único basquetbolista de la ciudad que integró el plantel de un selectivo entrerriano juvenil que jugó un Campeonato Argentino de la categoría en Chaco”.
Como basquetbolista, Carlos Gustavo contó, “en Gualeguaychú jugaba de 5 (pivote), pero después cuando vine a Santa Fe lo hacía de 5 y 4 (ala-pivote). Yo arranqué a jugar de grande, a los 14 años, y tuve que ir puliéndome con la ayuda de Racing”.
En cuanto a sus características como jugador, se describió “Me destacaba por mi fuerza, altura y temperamento, tal vez, pero no por mis condiciones técnicas, al menos así lo pienso yo. Al tiempo leyendo mi juego me di cuenta de eso”.
“Me destacaba por mi fuerza, altura y temperamento, pero no por mis condiciones técnicas”.
“Siempre digo que era un 5 del fútbol, muchos no pagaban para ver mi juego. Marcaba al bueno del otro equipo. Me caracterizaba por el empuje y bajar rebotes. Normalmente me mandaban a marcar a un pivote de 2,07 y yo medía 1,97. Me la tenía que ingeniar para defender a alguien más grande que yo y generalmente lo contrarrestaba con mi buen estado atlético”, añadió.
Carlos ya se metió a reconstruir su etapa como basquetbolista profesional en Santa Fe, donde se radicó recién casado, junto a su esposa Cristina, para estudiar abogacía y probar suerte con la naranja, para despuntar el vicio porque la prioridad era la Universidad. Pero se probó en Colón, quedó y en el primer año se consagró campeón Provincial de Mayores, derrotando en la final a su clásico rival, Unión”.
Las vueltas de la vida, hicieron que Delfino un año después cruzara de vereda y fichara por Unión, con quien se identificó como jugador y posteriormente como entrenador. En el “Tate” hizo su debut en la Liga Nacional un 27 de octubre de 1985, casualmente ayer se cumplieron 29 años de ese hecho, siendo el primer gualeguaychuense en hacerlo. Fue ante Olimpo de Bahía de Bahía Blanca por 76-75, con 12 puntos del basquetbolista local.
En total, Carlos jugó diez temporadas como profesional entre Liga Nacional y el viejo TNA (principal categoría de ascenso). “Estuve cinco años en la Liga A y cinco en Liga B. Siempre tuve ofertas de LNB, pero ya estaba casado y tenía chicos y siempre buscaba la mejor propuesta, más que la categoría, y eso es lo que me hacía bajar y subir. Me retiré en Echagüe (Paraná) los 35 años. Dejé de jugar porque la idea era estar cerca de mi señora educando a los chicos y no a la distancia”, contextualizó.
Carlos y Cristina tuvieron cuatro hijos: María Florencia, Carlos Francisco, Andrea Regina y Lucio Gabriel. Las mujeres se dedicaron al vóleibol y los varones siguieron sus pasos con el básquet.
Todos fueron Selección Argentina, ya sea en Juveniles o en Mayores, pero sin dudas el que sobresalió sobre el resto de la familia fue Carlitos, que jugó más de 20 años en la Selección, fue campeón olímpico en Atenas y Bronce en Beijing, además de jugar ocho temporadas en la NBA.
“A los 6 y 7 años, Carlitos se quedaba frente a la TV mirando NBA, picando la pelota. Yo le decía que mirara otra cosa y él me decía que iba a jugar ahí. Él fue muy apasionado del básquet desde muy chico y lo sigue siendo. Por eso a los 41 años continúa jugando (lo hace en el Benedetto XIV Cento de Italia) sólo por amor al básquet, más allá de las operaciones y lesiones que tuvieron un poco parado durante cuatros años”.
Carlos Gustavo también se destacó como entrenador, de hecho es el único técnico que supo ser campeón como jugador y entrenador en Colón y Unión, los dos grandes de Santa Fe. Pero, en la plenitud del “Lancha”, Delfino padre dejó la conducción técnica para convertirse en el entrenador personal de su hijo.
“Dejé todo de lado para ser su técnico. Yo me iba a Italia y estaba un mes y medio entrenándolo. Me iba a la NBA y lo mismo. Aclaro que yo tengo el título de entrenador de la Asociación de Clubes (risas). Tuve la posibilidad de que Jasmín Repeša, quien lo dirigía en el Bologna, me ofreció ser su asistente. Le dije que no porque tenía tres hijos más en Argentina y sólo venía uno o dos meses a Italia a entrenarlo a Carlos y después me volvía”, expresó.
En la actualidad, Carlos Gustavo se encuentra alejado del básquet, más allá que hace algunos años le propusieron ser el coordinador de las formativas de Unión de Santa Fe. Hoy se dedica a administrar junto a su esposa propiedades que tiene su hijo mientras está en Italia, además de tener una inmobiliaria propia en Santa Fe.