UNA AMENAZA CRECIENTE
Cambio climático: Las consecuencias actuales y el impacto futuro en Gualeguaychú
Uno de los mayores desafíos a nivel global también involucra a lo local. Especialistas en adaptación al cambio climático aseguran que nuestra ciudad afronta -y afrontará en un futuro cercano- fenómenos meteorológicos extremos cada vez más recurrentes e impredecibles: desde olas de calor y frío a sequías y lluvias en exceso, con las implicancias que traen aparejadas. Las políticas y acciones que se tomen ahora resultarán claves para atenuar el impacto de los escenarios catastróficos proyectados.
El consenso científico internacional ya no da lugar a dudas: el cambio climático generado por el hombre constituye un hecho innegable, y sus efectos representan una verdadera amenaza para el presente y futuro de la vida en nuestro planeta. Los últimos informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, según sus siglas en inglés) advierten que ya es posible identificar sus consecuencias directas. En el plano local, los especialistas que estudian la región aseguran que Gualeguaychú se ve expuesta -y lo hará en mayor medida con el transcurso de las décadas- a fenómenos meteorológicos extremos cada vez más recurrentes e impredecibles: desde olas de calor y frío a sequías y lluvias en exceso, con las implicancias que traen aparejadas.
Ahora ElDía conversó con Héctor Bazzani, referente del proyecto binacional de Adaptación al Cambio Climático en ciudades y ecosistemas costeros vulnerables del Río Uruguay (Accru), el cual recibe financiamiento del Fondo de Adaptación de Naciones Unidas y tiene como objetivo principal desarrollar resiliencia en las ciudades y ecosistemas costeros vulnerables del tramo inferior del río Uruguay (incluyendo a Gualeguaychú). Para esto, producen, actualizan y difunden información clave, datos de la situación actual y futura de áreas potencialmente inundables, análisis de riesgo, estudios de vulnerabilidad social ante desastres y sistemas de alerta temprana para eventos extremos.
“El cambio climático ya está afectando la región. Se manifiesta en un aumento de la temperatura, un incremento del nivel del mar y eventos meteorológicos extremos”, afirmó Bazzani y enumeró algunas de las múltiples consecuencias con las que convivimos: “En primer lugar, el aumento de las inundaciones causadas por crecidas de los ríos y/o por lluvias intensas y concentradas. Ya experimentamos un aumento significativo en la frecuencia de precipitaciones extremas que, asociadas o no a las crecidas del río Uruguay, están provocando inundaciones en nuestras ciudades. También convivimos con vientos intensos, sequías, incendios, epidemias y temperaturas extremas”.
Asimismo, hizo referencia a la afectación que tiene para la infraestructura urbana y sus consecuencias sociales: “En nuestro caso, los sectores de las ciudades que se asientan en zonas potencialmente inundables ya son afectados y están en riesgo. La mayor peligrosidad la soporta la infraestructura precaria de las áreas urbanas y periurbanas: barrios populares, escuelas, hospitales, áreas de servicios y viviendas residenciales ubicadas en zonas de alto riesgo”. En ese sentido, acotó que las comunidades sin acceso a servicios básicos de saneamiento y agua potable son quienes sufren de primera mano el desamparo y la falta de recursos ante inundaciones, temperaturas extremas o proliferación de enfermedades. Respecto a esto último, la tropicalización de zonas templadas constituye un factor clave para la actual propagación del dengue en provincias como Entre Ríos, un problema sanitario que antes resultaba impensado y hoy es una realidad.
Las alteraciones en el régimen hidrológico fueron otra de las consecuencias señaladas por Bazzani: “Se relacionan por un lado con el aumento de la precipitación media anual que se incrementó hasta un 20% en las últimas décadas, lo que agravó el riesgo de desbordes de ríos y arroyos y con el cambio en la distribución de las lluvias que provoca ciclos de precipitaciones más intensas y concentradas e inundaciones en periodos más cortos”.
Por último, mencionó el impacto económico y productivo que traen aparejadas las fuerzas de la naturaleza trastocadas por la acción humana: “La pérdida de cultivos causada por sequías alternadas con inundaciones y la aparición de plagas asociadas han provocado pérdidas agrícolas significativas. Los costos de recuperación que implican las inundaciones son siempre elevados para las comunidades en términos de reparación de daños y pérdida de bienes, que no sólo afectan al sector agropecuario, sino también, por ejemplo, al turístico”.
La crisis es inminente, pero no todo está perdido
Las proyecciones para las próximas décadas indican que, de no implementarse pronto fuertes medidas de adaptación, todos los impactos que ya se observan en nuestro territorio van a agravarse. “Las precipitaciones intensas y los desbordes del río Uruguay serán más frecuentes. La vulnerabilidad social aumentará dado que las comunidades asentadas en áreas periurbanas, potencialmente inundables y rurales estarán aún más expuestas. Esto se dará en un contexto de desigualdad aumentada, ya que las áreas ya marginalizadas enfrentarán mayores dificultades para recuperarse de los desastres. A esto le seguirá el aumento de los impactos económicos por las pérdidas significativas ocasionadas por inundaciones o sequías prolongadas. A esos impactos futuros se sumarán otros: ecosistemas en riesgo, ya que la degradación ambiental seguirá modificando los hábitats fluviales y agravando la pérdida de biodiversidad por los eventos climáticos extremos y las malas prácticas de gestión; un mayor riesgo de contaminación de las aguas por residuos arrastrados por las inundaciones; y un aumento de migraciones y desplazamientos forzados por el clima, dado que incontables familias desplazadas por inundaciones y sequías recurrentes buscarán asentarse en nuevas áreas, aumentando la presión sobre las ciudades cercanas”.
Ante este futuro oscuro y desalentador, no todo está perdido. Los expertos coinciden en que, si bien ciertas pérdidas serán irreversibles, cada acción que se implemente a favor de una adaptación a lo que viene puede atenuar el impacto ambiental, social y económico. En simultáneo, la comunidad internacional, pero sobre todo los principales países que contribuyen al calentamiento global -como China y Estados Unidos-, deberán reducir su huella de carbono de manera drástica y urgente.
Bazzani enumeró algunas de las medidas decisivas que deberían implementarse en la región y por las cuales abogan y desarrollan desde ACC Río Uruguay: las alertas tempranas, a través de sistemas de monitoreo y notificación de crecidas; la planificación territorial, con un uso del suelo enfocado en reducir la exposición y la vulnerabilidad; la educación y la capacitación, que sensibilice y prepare a la comunidad para los riesgos climáticos a enfrentar; la restauración de ecosistemas, con el foco puesto en la reforestación y preservación de humedales, como amortiguadores naturales frente a inundaciones; y la implementación de una infraestructura resiliente, con la construcción y fortalecimiento de defensas costeras y sistemas de drenaje.
Se trata de medidas fundamentales para la supervivencia que no implican una salvación total: “La adaptación es esencial para reducir los impactos más graves, pero no eliminará completamente las consecuencias adversas del cambio climático. La clave estará en fortalecer la resiliencia de las comunidades y ecosistemas mediante una combinación de infraestructura, educación, políticas públicas inclusivas y acciones colectivas sostenidas en el tiempo. Los ecosistemas fluviales y costeros podrían no recuperarse completamente debido a la magnitud de los cambios. Algunas especies podrían no adaptarse a los cambios acelerados en su entorno, lo que afectaría la biodiversidad local. Las fluctuaciones climáticas extremas continuarán impactando en los cultivos, incluso con mejoras en las prácticas agrícolas. Y la implementación de medidas preventivas y la recuperación posterior a desastres seguirán demandando inversiones importantes”, finalizó Bazzani.