EDITORIAL
Bolivia y un ejemplo de conato separatista
El Estado boliviano, cuya crisis política concita hoy la atención mundial, viene siendo desafiado desde hace tiempo por las pretensiones soberanistas de la región oriental del país.
El dato es que existe un viejo enfrentamiento entre la “Media Luna” boliviana (las áreas bajas y llanas de la mitad oriental del país, ricas en gas y petróleo, llamadas así por su forma en el mapa) con el altiplano andino: Santa Cruz versus La Paz. Según los analistas políticos, los planteos separatistas santacruceñas representan uno de los más graves conflictos bolivianos irresueltos, al punto que gravita decisivamente en la política interna del Estado. Santa Cruz de la Sierra, dotada de grandes recursos mineros y petroleros, tiene una larga historia de rivalidad y enfrentamiento con el poder central boliviano y hace amagues de secesión desde prácticamente los orígenes de la república. El fuerte sentimiento regionalista fue y es alimentado por las élites lugareñas y se asienta sobre el argumento conocido en otros procesos de separatismo -como el de Cataluña respecto de España, por ejemplo- según el cual la región es víctima de despojo por parte del poder central. Así, en 2001 nació el Movimiento Nación Camba dirigido por un cuerpo colegiado de personalidades regionales. Esta “nación”, que representa más del 30% de la población, se asienta sobre un territorio que representa más del 70% del país, y abarca los departamentos de Pando, Beni, Santa Cruz y Tarija. La constituyen quienes se identifican con la cultura mestiza proveniente del cruzamiento de hispanos y guaraníes. El Memorándum de la Nación Camba precisa los objetivos estratégicos de dicho movimiento. Entre ellos, se lee: “proclamamos la necesidad de convertir a Santa Cruz en una Región Autónoma, dotada de gobierno propio y amparado por un estatuto especial de autonomía que sea la expresión del Poder Cruceño, como reconocimiento formal y legal de nuestra Nación-Estado. Los recursos naturales cruceños son propiedad inalienable de la nación Camba”. El movimiento independentista dice diferenciarse del país andino, “encerrado en sus montañas, una especie de Tibet Sudamericano constituido mayoritariamente por las etnias aymará-queschua, atrasado y miserable, donde prevalece la cultura del conflicto, comunalista, pre-republicana, iliberal, sindicalista, conservadora, y cuyo centro burocrático (La Paz) practica un execrable centralismo colonial de Estado que explota a sus ‘colonias internas’, se apropia de nuestros excedentes económicos y nos impone la cultura del subdesarrollo, su cultura”. El caso de la Media Luna boliviana aparece como el más fuerte movimiento secesionista en América Latina, aunque también en esta región se observan reclamos regionalistas que ponen en aprietos a los gobiernos de los distintos países. En Chile, por ejemplo, la “nación mapuche” desafía la soberanía del Estado con planteos secesionistas, al tiempo que los habitantes de la Isla de Pascua, conocida por sus enigmáticas esculturas, vienen planteando desde hace tiempo la posibilidad de la independencia. En México el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), sigue actuando como una fuerza separatista en el estado de Chiapas, en la península de Yucatán. En tanto en Brasil existen voces separatistas en el sur (estados de Paraná, Santa Catarina y Río Grande del Sur) en la rica área de San Pablo, y en la región de Pernambuco, en el nordeste del país.
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