HISTORIA URBANA
Asilo de inmigrantes: incógnitas que rodean a un enclave simbólico de la ciudad
Fue el segundo en su tipo creado en el país y se concretó sin apoyo estatal. Pero la memoria es imprecisa. No ha quedado rastro del edificio y todavía se especula sobre su ubicación.
El pasado de las ciudades nunca es totalmente transparente. Y, de hecho, por falta de información, suele haber acontecimientos envueltos en un cono de sombra, que esperan ser esclarecidos por el trabajo historiográfico.
Ése parece ser el caso del Asilo de Inmigrantes que funcionó en Gualeguaychú a fines del siglo XIX, que pese a ser importante en su tiempo, sin embargo, perdura como una referencia vaga en la memoria lugareña.
Estamos hablando de un emprendimiento vecinal que hoy se reivindicaría con encomio, como símbolo de una ciudad que se abrió al extranjero, si no fuera porque no quedaron vestigios físicos de él, a lo que suma una escasa documentación sobre el mismo.
Es tal el vacío histórico sobre el asilo que no ha sido posible precisar su ubicación, aunque se presume su localización en el barrio del puerto, más específicamente en lo que hoy es la Plazoleta Italia (frente a la Plaza Colón).
En una de sus célebres conferencias, donde realiza una viva y completa descripción de la vida del puerto local durante la segunda mitad del siglo XIX, la historiadora Elsa Beatriz Bachini dedica apenas un párrafo, aunque significativo, al enclave.
“Tal era la afluencia de gentes de otros países que venían a radicarse en nuestra ciudad, que en 1878 se crea el Asilo de Inmigrantes -el segundo después de Buenos Aires, que existió en el país-. En el asilo se hospedaban los que no tenían conocidos en ésta, y hacía las veces de bolsa de trabajo, encontrándoles ubicación para que pudieran desarrollar sus actividades”, dice Bachini.
Es decir, el asilo se inscribe en una especial coyuntura histórica en la cual la sociedad nativa abandonaba su impronta de villa colonial para adoptar los rasgos de una ciudad liberal, mercantil y cosmopolita.
Es el momento en que se instaura el modelo ciudad-puerto, que no sólo hace fluir riqueza, sino que “europeíza” a la sociedad nativa, con el ingreso de extranjeros provenientes del Viejo Continente.
La actividad portuaria, eje del movimiento de personas y mercaderías, ocupa el centro de la escena ciudadana. Y es allí, en ese entorno, que se erige un alojamiento para recibir a ciudadanos de distintas nacionalidades.
La profesora Delia Reynoso, al hablar de los comienzos de la vida institucional de la ciudad en el libro “Historia de San José de Gualeguaychú. Desde sus orígenes hasta 1883”, apela a las referencias periodísticas sobre el asilo.
El periódico local “El Chimborazo”, así, en su edición del 10 de agosto de 1878 cuenta que los vecinos se solidarizaban con el encargado del enclave, el señor M. Fontana, por las necesidades de esa institución.
La información refiere que la entidad “estaba muy pobre” y a la espera de que se le entregara una subvención de 50 pesos fuertes, dispuesta por decreto del entonces presidente Nicolás Avellaneda en 1875.
“El Chimborazo” sostiene que el Asilo de Inmigrantes de Gualeguaychú no sólo es el segundo en el país, después del creado en Buenos Aires (1857), sino que es único en su tipo, por tratarse de una institución surgida de la sociedad civil y no del poder público.
“En toda la República no hay una ciudad que tenga un asilo creado por ella. Sólo hay sucursales pagadas por la oficina general”, dice el diario, quien coloca la creación de la institución local dentro de la tradición de los gualeguaychuenses de encarar empresas por ellos mismos.
“La ciudad de Gualeguaychú -agrega- siempre ha sido una de las primeras en esta provincia en iniciar empresas, formar sociedades”, una de las cuales sería el Asilo de Inmigrantes.
En diálogo con este diario, Reynoso explicó que el enigma que rodea a este alojamiento -no se sabe por caso cuánto tiempo funcionó- tendría que ver con que su aparición coincidió con las precariedades de los primeros gobiernos municipales, que arrancaron en 1873.
Al respecto, mencionó que el primer intendente, Cándido Irazusta, fue denunciado por algunas irregularidades administrativas de su gestión, una de las cuales fue no dejar constancia de los actos de gobierno.
Hay que pensar que esas actas llevaban el registro de todo lo que acontecía en el pueblo. Se puede conjeturar, entonces, que la falta de documentación sobre el asilo estaría relacionada con este déficit administrativo municipal.
Existe la hipótesis, por otro lado, de que este emprendimiento social podría haber sido impulsado por los integrantes de la Logia Unión y Filantropía, de la que formaban parte encumbrados vecinos.
La masonería local, estrechamente vinculada a la inmigración, estuvo detrás de la creación de entidades educativas y filantrópicas, y en este sentido no se descarta que entre ellas estuviera el Asilo de Inmigrantes.
Hay que pensar, por otro lado, que la ciudad asistió en esa época a un boom constructivo, alentado por mano de obra extranjera experta en albañilería, un fenómeno que se expresa en la aparición de edificios como el Mercado de Abasto, el Hotel de Comercio, la antigua Municipalidad (Urquiza y España, esquina SE), el Círculo Italiano y la Unión Francesa, entre otros.
La impronta de Avellaneda en Gualeguaychú
Fue durante el gobierno de Nicolás Avellaneda (1874 a 1880), que se impulsó la política de dar alojamiento y ubicación a los inmigrantes que arribaban al país especialmente desde Europa.
El puntapié inicial institucional lo da la sanción, en 1876, de la Ley 817 de “Inmigración y Colonización”, por la que se crea una dependencia especial para recibir, alojar, colocar y trasladar a los inmigrantes al interior del país, corriendo los gastos por cuenta del Estado.
Según esa normativa, se consideraba inmigrante “a todo jornalero, artesano, industrial, agricultor o profesor, que siendo menor de sesenta años y acreditando su moralidad y sus aptitudes, llegase a la República para establecerse en ella, en buques, pagando pasaje de segunda o tercera, o teniendo el viaje pagado por cuenta de la Nación, o de las provincias, o de las empresas particulares protectoras de la inmigración y la colonización.”
Se dice ahí, además, que “en las ciudades donde fuere necesario, a causa de la afluencia de inmigrantes, habrá una casa para el alojamiento provisional de éstos” y que tendrán derecho a ser alojados y mantenidos durante los cinco días siguientes a su desembarco.
Gualeguaychú participó de esta experiencia, con la peculiaridad de que el alojamiento surgió por iniciativa de los vecinos, aunque esto último no era impedimento para que fuera beneficiario de la subvención dispuesta por el gobierno nacional.
En la Argentina de aquel momento muchos extranjeros llegaban a esta zona, buscando trabajo. De ahí que la comunidad local hizo construir un edificio para alojar a estos inmigrantes frente a la Plaza Colón.
La idea era darles cobijo hasta tanto pudieran establecerse definitivamente en la ciudad. Por otro lado, se sabe que el propio presidente Avellaneda estuvo por Gualeguaychú y se interesó por el estado del asilo local, al tiempo que prometió enviar una remesa oficial de 50 pesos por mes para el hotel de inmigrantes.
Sin embargo, no pudo cumplir con ese compromiso monetario por la gran crisis financiera que sacudió a su gobierno. Ante la falta de ayuda estatal, por tanto, la comunidad debió hacerse cargo de los gastos del hotel.
Los hoteles de inmigrantes en Entre Ríos
El primer edificio de alojamiento para inmigrantes fue realizado en Buenos Aires en 1857 por la Asociación Filantrópica para la Inmigración utilizando una subvención estatal, y funcionó hasta 1874.
El arquitecto Sebastián de Zan, en su trabajo académico sobre los Hoteles de Inmigrantes, señala que más tarde se acondicionaron dos edificios existentes para recibir a los recién llegados, hasta que en 1911 se inauguró la imponente construcción financiada por el Estado nacional, que se erige en el puerto de la capital.
Con respecto a Entre Ríos, De Zan menciona dos proyectos realizados por el gobierno nacional, uno en Paraná, que aún se conserva, y otro en Concepción del Uruguay, ubicado en la zona del puerto, del que sólo quedan ruinas (ambos creados por Ley Nacional Nº2205 del año 1887, junto con otros 11 alojamientos en el interior del país).
En tanto, la Municipalidad de Paraná acaba de anunciar que planea crear en el edificio del viejo Hotel de Inmigrantes, construido entre 1888 y 1891 en el sur de la ciudad, un Museo de la Inmigración y la Memoria.
Dicho inmueble, que es patrimonio protegido por la Municipalidad y la Provincia, presenta signos de deterioro, pero sería puesto en valor con fondos públicos.
Ese hotel estaba estructurado en grandes pabellones de más de 100 metros, con una tipología en trama, que generaba grandes patios internos. La extensa fachada principal está diseñada con dos cuerpos centrales donde se encuentran los dos grandes portales de ingreso principales.
Según el arquitecto De Zan, los Hoteles de Inmigrantes fueron concebidos como edificios de servicios que se situaron preferentemente en cercanías de los puertos y ferrocarriles en zonas colonizables y respondían a un modelo de arquitectura utilitario.
“Gran parte de estos hoteles –sostiene– cumplieron durante poco tiempo su función o nunca llegaron a cumplirla. Esto debido a que los inmigrantes muchas veces llegaban a las provincias ya ubicados, por la oficina de Buenos Aires, teniendo quién los reciba”.
Por su parte “los inmigrantes independientes de determinada nacionalidad iban en busca de sus compatriotas que ya se habían abierto camino” y se alojaban con ellos en casas particulares.