Andrade y Hernández, vidas paralelas
El 30 de octubre se conmemoró el 132° aniversario de la muerte de Olegario V. Andrade. Y el 10 de noviembre próximo se cumplen 180 años del natalicio de José Hernández. Se trata de dos personajes cuyas biografías tienen muchas cosas en común. Por Marcelo Lorenzo Los paralelismos entre Olegario Víctor Andrade (1839 -1882) y José Rafael Hernández y Pueyrredón (1834 -1886) son significativos. A ambos se los encuentra, como intelectuales y políticos, enredados en las luchas civiles de la segunda mitad del siglo XIX, dentro de las filas del federalismo republicano, en pugna con el unitarismo porteño.La filiación con el arte es lo que más ha trascendido de estos hombres de letras, aunque sus creaciones poéticas, por su trasfondo patriótico y cívico, reflejan sublimaciones de compromisos políticos y sociales.En el caso de Andrade tanto "El Nido de Cóndores" (canto en honor de San Martín), "Atlántida -canto al porvenir de la raza latina en América-", o la evocación dolida a figuras populares como Chacho Peñaloza, por nombrar algunas creaciones, son ejemplos de civilidad poética.Como dice el lingüista Pedro Barcia: "Andrade es, en lo mejor de sí, un poeta civil, en la acepción que la expresión se le daba en el siglo XIX: es la voz lírica personal que asume la expresión coral de su pueblo. Es el cantor de las luchas y empresas de la comunidad".En el caso de Hernández, el poema Martín Fierro es la apoteosis de la literatura gauchesca y el alegato incomparable de un tipo humano nacional, el paisano criollo del campo, que encarna una peculiar forma de cultura.La crítica dice que el poema de Hernández, que se publicó en el verano de 1873, es una denuncia de la exclusión a que eran sometidos los gauchos en el esquema impuesto en la Argentina tras la caída de Urquiza en Pavón y el golpe dado al federalismo, durante las presidencias de Bartolomé Mitre y Domingo F. Sarmiento.Tanto Andrade como Hernández se convirtieron así en voces líricas de fuste, evocando cada uno a su modo una visión estética de la Patria naciente. El primero como el poeta de la Organización Nacional, y el segundo como el que rescató y resaltó las virtudes del hombre nativo de las pampas, en contraposición al inmigrante europeo.Pero más allá de esta obra literaria, hay que convenir que las vidas de estos dos hombres se tocan en más de un punto. Por lo pronto, Andrade y Hernández sobrellevaron existencias ajetreadas por causas políticas. En tiempos arduos y riesgosos para la estabilidad personal, de los bienes y de la propia familia, ejercieron con talente aguerrido el periodismo y la actividad legislativa.No vivieron mucho tiempo -el autor de "El Nido de Cóndores" falleció a los 42 años, y el creador de la "Biblia Gaucha" a los 51- pero lo suficiente como para dejar un legado espiritual, como protagonistas de la vida pública del país, enrolados dentro de una matriz ideológica común. Causa federalLa coincidencia en el plano de las ideas fue tanta que durante mucho tiempo se adjudicó a Hernández el texto "Las dos políticas", un notable ensayo sobre los paradigmas decimonónicos en pugna, y que la historiadora Beatriz Bosch constató que era de Andrade.Ese escrito de 1866 constituye una denuncia y una crítica a la posición asumida por Buenos Aires desde 1810 en adelante frente a las provincias, a las cuales se quería someter.Andrade ve allí la continuación del proyecto absolutista de cuño virreinal. Era un proyecto de poder, el de la oligarquía porteña (no un proyecto de país), del cual eran instrumento Bernardino Rivadavia, Juan Manuel de Rosas y Bartolomé Mitre.Aunque la política unitaria invoca motivos distintos (a veces liberales y otras veces falsamente federales) la cuestión económica es la clave: el monopolio de las rentas de la aduana.Pero Justo José de Urquiza, desde Entre Ríos, propuso un cambio de paradigma, de suerte que muchos de aquellos que se identificaban con una visión política provincialista y antiporteña, se sintieron representados, y entre ellos figuran Andrade y Hernández.El caudillo entrerriano desafió el poder omnímodo del gobernador bonaerense, Juan Manuel de Rosas, a quien acusó de gobernar unitariamente el país (monopolizando la renta de la aduana porteña) y de retrasar la sanción de una Constitución Nacional.Tras la batalla de Caseros (3 de febrero de 1852) nació entonces el experimento de la Confederación urquicista, en cuyo marco se dictará la Constitución federal y republicana (1853), y a la que Buenos Aires impugnará.El historiador Nicolas Shumway, en su libro "La invención de la Argentina", relata que Urquiza lideró políticamente esta corriente de opinión "genuinamente federalista y progresista", a la que adhirieron intelectuales destacados de la época."Gracias a la Confederación, escritores como Juan Bautista Alberdi, (ya alejado de Sarmiento y Mitre), Carlos Guido y Spano, Olegario V. Andrade y José Hernández se unieron en la causa común contra el dominio porteño", refiere.Cuando Buenos Aires, a través de la rebelión del 11 de septiembre de 1852, decide separarse de la Confederación, pese a que ésta cuenta con el apoyo de todo el país, quedan enfrentados dos países.Seducido por la política federal de Urquiza, Hernández se trasladó a Paraná, capital de la Confederación, donde fue periodista, comerciante, soldado y desempeñó cargos públicos.En la capital entrerriana, quien luego sería el autor del "Martín Fierro" se casó en 1863 con Carolina González del Solar, con quien tuvo siete hijos (seis mujeres y un varón).Hernández formó parte del ejército confederado que venció a los porteños en la batalla de Cepeda y también participó en septiembre de 1861 en Pavón, con las tropas de Urquiza que fueron derrotadas por las fuerzas de Mitre.La derrota urquicista dividió las aguas entre los seguidores del caudillo entrerriano. Mientras Andrade se mantuvo leal a Urquiza, Hernández se plegó a la revolución encabezada por Ricardo López Jordán, participó en la batalla de Ñaembé -donde los jordanistas fueron vencidos-, y se exilió en Brasil. Hermanos masonesA la masonería le cupo un papel preponderante en el proceso político argentino del siglo XIX. Se sabe que la mayoría de los miembros de la Confederación, por caso, pertenecían a alguna de las logias o sociedades secretas de la época.Los historiadores masones refieren que tanto Andrade como Hernández formaron parte de esta sociedad inspirada de la Revolución Francesa, con su ideario de "libertad, igualdad, fraternidad".Los rasgos de la ideología que profesaba Andrade, referidos por Pedro Barcia, conectan en gran medida con la concepción masónica, tan predominante en aquella época entre los intelectuales."Se muestra un hombre de la modernidad -dice el lingüista-. Un firme humanitarismo alentaba en todas sus visiones globales y vastas de la evolución de la historia, panoramas que gustó de incluir en sus poemas mayores".Y añade: "Concebía la historia como el desarrollo dialéctico de la idea de libertad. Proclamaba el ingenuo progreso indefinido, la religión de la ciencia, el anticlericalismo comefrailes, la perfectibilidad infinita de la comunidad humana, la predestinación de las naciones, el liberalismo librepensador, la santidad de la democracia, la dialéctica entre extremos: la razón y la fe, la libertad y la fatalidad, el hombre y la naturaleza. En fin, la constelación de dogmas laicos que animaba a tantos de su siglo".Andrade fue iniciado masón en la Logia San Juan de la Fe -Paraná-, en 1862, y fue miembro honorario de la Logia Unión y Filantropía N°56 -Gualeguaychú- (según refiere Mauricio Campos en su libro "Los masones" volumen I).Hernández, en tanto, fue iniciado en la Logia Asilo del Litoral N°18 -Paraná-, en 1865, y durante su vida fue miembro de otras logias del país, llegando a poseer el grado 32 de la masonería."Poco antes de su fallecimiento fue designado Miembro Libre de la Masonería Argentina, una distinción que pocos alcanzan, pues exige haber cumplido un cuarto de siglo de pertenencia ininterrumpida en la orden", escribe Antonio Las Heras, en el artículo "La poco conocida historia del masón José Hernández" (publicado en el diario La Gaceta en noviembre de 2012). Los dos en la RecoletaLas similitudes entre Andrade y Hernández se vuelven significativas hasta en el último tramo de sus vidas. Pese a haber enfrentado al poder porteño, y sufrir persecución y censura por esta causa, los dos se instalaron en Buenos Aires, donde conocieron el aplauso y el reconocimiento oficial.En la "Vuelta del Martín Fierro", cuenta Shumway, se ve un cambio de posición de Hernández. Ese poema ya no es de protesta, sino que es un manual práctico sobre cómo volverse ciudadano productivo y dócil al sistema.Con la llegada de Nicolás Avellaneda a la presidencia Hernández pasó de un rebelde periodista en el federalismo a ser un funcionario público respetado, un "próspero hombre de negocios y (un) preceptor moral de los gauchos abandonados".Los restos de Hernández descansan en una bóveda en el Cementerio de La Recoleta, de Buenos Aires. A poca distancia se encuentra el sitio en el que reposa Andrade, quien también conoció la fama en vida, siendo reconocido por el gobierno de la época, sobre todo como poeta cívico.De hecho su sepelio tuvo forma de acto oficial en el que fue orador el entonces presidente de la República, Julio Argentino Roca, para quien Andrade "fue el más sublime poeta de su tiempo".
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