A gualeguaychuenses y turistas...
Y a quienes hoy nos visitan, para que sepan de dónde venimos y en qué medida Gualeguaychú ha sido, en palabras de Marco Aurelio Rodríguez Otero, “madre de sus propias obras”.
Desde su fundación por Rocamora en 1783 y casi por un siglo, la aldea que fuimos creció en forma paulatina, en base a una economía agraria y artesanal muy lejana al desarrollo que alcanzó después. Baste recordar que durante la mayor parte del siglo 19 nuestras calles eran de tierra, las construcciones bajas, con paredes de barro y sin los servicios básicos que luego llegaron. Hasta mediados de ese siglo, la Parroquia San José, frente a la Plaza Mayor no había pasado de ser un templete de adobe con techo de paja. La piedra fundamental del templo actual (Catedral San José) la colocó Urquiza en 1863 pero luego la obra estuvo interrumpida y se terminó parcialmente recién en 1890. Muchos extranjeros llegaban acá y se afincaban, con lo que la pequeña aldea se fue haciendo más plural y cosmopolita. Uno de ellos -Domingo Garbino- llegó “con lo puesto” y terminó creando un conglomerado económico que abarcaba, agricultura, comercio, banco, industria y navegación.
Pacificada la Provincia después de la revolución jordanista y en base a las políticas inmigratorias, los extranjeros se afincan en esta zona en cantidades masivas. Ellos movilizan la riqueza agraria circundante y finalmente el progreso se trasunta en la ciudad, que para principios del siglo pasado ya tenía edificios altos, calles empedradas, alumbrado a gas, teléfono, telégrafo y tranvía.
Todos llagaban por vía fluvial, desde Buenos Aires o Montevideo. Hasta que en la década de 1930, otro inmigrante, Don David Della Chiesa, realizó la quijotada de abrir la ruta terrestre que nos comunicó con Buenos Aires. A todo esto, los ganaderos de la zona habían fundado, para defenderse de los pool extranjeros, su propio frigorífico. De este modo, cuando Gualeguaychú se acercaba al bicentenario -1983- su conformación económica era todavía eminentemente primaria, basada en la producción agropecuaria y unas pocas industrias vinculadas al sector: molinos, aceitera etc.
Sin embargo, desde la década de 1970 ha tenido un cambio sorprendente. En 1974 se funda el Parque Industrial que hoy da empleo a miles de gualeguaychuenses. En 1979 se estrena la nueva forma organizativa del carnaval y de ahí en más, el turismo y los restantes servicios modifican nuevamente nuestra conformación económica. Cuando hace 50 años, durante la Intendencia de Ignacio Bértora se empezó a promover el turismo, sólo contábamos con el atractivo ribereño. Hoy, además del carnaval, algunas grandes obras públicas nos colocan en una situación envidiable: somos la única ciudad del país que está a 200 km del primer centro poblado, a otros 200 del segundo –Rosario- y a 40 de la frontera. (Lástima que el corte de la ruta 136 nos impide ahora aprovechar esta última posibilidad).
Lo notable de nuestra ciudad, es que en apenas 30 años pasó de la una economía primaria a otra parcialmente industrial y ahora a una terciaria con su red de servicios pero en forma acumulativa, es decir, sin abandonar las bases estructurales antecedentes.
Buen momento entonces, habida cuenta de que pronto tendremos que plasmar nuestra Carta Orgánica Municipal, para planificar en forma racional y participativa nuestro futuro desarrollo. Para que el crecimiento sea armónico y convivan sin estorbarse las actividades agropecuarias, industriales y de servicio. Con un agregado: sin agredir el medio ambiente. Ya lo hacen en demasía nuestros vecinos.
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