UNO DE LOS EPISODIOS MÁS IMPORTANTES PARA LA COMUNIDAD CATÓLICA
67 años de la Diócesis de Gualeguaychú: Un hecho que marcó la vida del sur entrerriano
El 29 de junio de 1957 tomó posesión de la sede de la catedral “San José” monseñor Jorge Chalup, evento que marcó oficialmente la creación de la Diócesis de Gualeguaychú. Su historia, los hechos más significativos y las consecuencias que tuvo este hecho para la sociedad local.
La organización de la “iglesia particular”, ocurrida 67 años atrás, supuso un giro en la vida religiosa de los departamentos del sur de la Provincia, que hasta entonces integraban la Arquidiócesis de Paraná.
La creación fue dispuesta por el Papa Pío XII, el 11 de febrero de 1957 “en vista del considerable desarrollo civil y religioso en la Argentina, y el crecimiento de la población, con el fin de asegurar una asistencia espiritual más adecuada a los fieles argentinos”.
Por entonces esta zona eclesiástica, que involucraba a cinco departamentos entrerrianos, contaba con 17 parroquias, 32 sacerdotes del clero secular y 44 religiosos benedictinos.
Una diócesis es, según el Concilio Vaticano II, “una porción del Pueblo de Dios, que se confía a un obispo para que la apaciente con la cooperación del presbiterio, de suerte que (…) constituye una iglesia particular”.
El primer obispo local fue el Pbro. Jorge Chalup, quien tomó posesión de la sede de la catedral “San José” el 29 de noviembre de 1957, fecha que se toma como el nacimiento formal de la Diócesis de Gualeguaychú.
A Chalup le cupo encabezar la organización de todas las instituciones religiosas sureñas en una superficie territorial de 33.887 km2. Durante su administración, por ejemplo, se organizó la curia, se fundó el seminario menor, se pusieron en marcha la Liga de Madres y la catequesis, se crearon Cáritas y los institutos educativos “Pío XII” y “Sedes Sapientiae”.
La designación de Chalup se enmarcó dentro de un particular contexto de la relación entre el Estado argentino y la Iglesia Católica.
En efecto, fue autorizada el 4 de marzo de 1957 por un decreto ley del presidente militar Pedro Aramburu, ya que entonces el gobierno argentino ejercía el patronazgo de la Iglesia Católica, es decir, tenía la potestad de crear diócesis y designar a sus obispos titulares.
El Papa convalidó el nombramiento el 13 de marzo designando como obispo de Gualeguaychú al entonces Vicario General de Corrientes, Jorge Ramón Chalup.
El nuevo prelado prestó juramento ante el presidente de la Nación en la Casa de Gobierno el 6 de junio y tres días después fue consagrado como tal en la catedral de Corrientes.
El religioso arribó a Gualeguaychú el 29 de junio. Ese día desde temprano una enorme caravana de autos lo esperaba en las inmediaciones del Aeroclub local. Chalup fue recibido luego por las autoridades municipales.
Amplio territorio
En perspectiva histórica, hay que decir que la geografía del sur entrerriano era parte del Virreinato y dependía de Buenos Aires desde el punto de vista político y eclesiástico.
Recién en 1862 se creó la diócesis de Paraná, cuya jurisdicción abarcaba toda la comunidad católica de Entre Ríos.
Hay que esperar hasta mediados del siglo XX para que la iglesia del sur entrerriano cuente con su propia diócesis, la cual junto con la de Concordia son “sufragáneas” de la arquidiócesis de Paraná, de mayor preeminencia en la provincia.
La diócesis de Gualeguaychú comprende una superficie de 33.887 km2, alberga a una población de más de 310.000 habitantes, la mayoría de los cuales se considera católico según las encuestas.
Esta jurisdicción eclesiástica comprende los departamentos de Gualeguaychú, Islas del Ibicuy, Uruguay, Gualeguay, Tala y Victoria. En esta geografía se hallan distribuidas 36 parroquias.
Desde su creación en 1957, la diócesis ha estado encabezada por 5 obispos: Jorge Ramón Chalup (1957-1966), Pedro Boxler (1967-1996), Luis Guillermo Eichhorn (1997-2004), Jorge Eduardo Lozano (2005-2016) y Héctor Luis Zordán (desde el 28 de marzo de 2017 y continúa).
Bajo la advocación de dos patrones
El 30 de noviembre de 1957, el Papa Pío XII, a través de la carta apostólica “Quae recens”, proclamó a María Virgen del Santísimo Rosario y San José como patronos principales de la Diócesis.
Se trató de una respuesta al pedido del obispo Chalup, quien fundamentó su solicitud argumentando que ambas devociones estaban muy arraigadas en la sociedad nativa.
Cuando en 1783 arribó a esta zona Tomás de Rocamora, como fundador de villas, la capilla pública estaba bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario, aunque los creyentes también tenían preferencia por San José.
Para denominar a la villa recién plantificada, Rocamora sugirió el nombre de San José de Gualeguaychú, dado que Nuestra Señora del Rosario era ya patrona de Paraná. De esta manera la fe cristiana de nuestra comunidad se desarrolló bajo estos dos patrones.
En 1801, tras la propuesta de Rocamora, el pueblo pasa oficialmente a llamarse San José de Gualeguaychú.
Ese año, por voto popular, de acuerdo a costumbres de la época, fue elegido en un cabildo abierto el padre adoptivo de Jesús de Nazaret y el esposo de María como patrono de la villa.
“José es quien Dios eligió para ser el ‘supervisor del nacimiento del Señor’, aquel que tiene la responsabilidad de cuidar la entrada ‘ordenada’ del Hijo de Dios en el mundo, de acuerdo con las disposiciones divinas y las leyes humanas”, declara el Papa Juan Pablo II en su Exhortación Apostólica “Custodio del Redentor”.
La Iglesia Católica honra a San José el 19 de marzo “por su fidelidad a Dios, y a su vocación como Custodio del Redentor”.
Pero también la Virgen del Rosario era una advocación reconocida entre los pobladores del primitivo asentamiento lugareño.
Quienes trajeron a esta zona esta veneración religiosa fueron los misioneros de la Orden de los Predicadores del Convento de Santo Domingo emplazado en Buenos Aires.
Ese sacerdote español era un gran impulsor del rezo del rosario, una oración antigua de la Iglesia Católica, que medita los misterios de la vida de Jesús y de su madre María.
Según la tradición católica, la palabra rosario significa “corona de rosa”. Porque la Virgen María ha revelado que quien reza la oración le entrega una corona de esas flores.
La fiesta de Nuestra Señora del Rosario fue instituida por el papado y se celebra cada 7 de octubre. Esto en recordación de la victoria obtenida por los cristianos ante los turcos en la batalla naval de Lepanto (1571), atribuida a la Madre de Dios, invocada por la oración del rosario.
Herencia colonial
La injerencia del gobierno argentino en la creación de jurisdicciones eclesiásticas tenía antecedentes coloniales.
Se vinculó al Real Patronato, un conjunto de privilegios y facultades especiales que los Papas concedieron a los Reyes de España y Portugal, a cambio de que éstos apoyaran la evangelización y el establecimiento de la Iglesia en América.
El Patronato hizo de la Iglesia del Nuevo Mundo, desde el punto de vista administrativo, una especie de dependencia de la Corona española en América.
Esta institución explica por qué razón el obispo Sebastián Malvar y Pintos fue muy importante para Gualeguaychú, ya que fue él quien impulsó la creación de la parroquia de San José, instalada el 2 de marzo de 1780, es decir tres años antes de que Tomás de Rocamora fundara la villa sobre ese nucleamiento.
“Las capillas serán parroquias y junto a las parroquias nacerán villas”. En esta frase del prelado español está contenida toda la alta política de España para esta zona, en el último tramo del siglo XVIII.
Malvar y Pinto formó parte de una estrategia decidida en la corte del rey Carlos III, quien estaba empeñado en fortalecer las posesiones españolas en América frente a la amenaza portuguesa.
Al declararse el gobierno revolucionario de 1810 continuador de todas las atribuciones soberanas que había detentado la Corona española, el patronato regio se transformó en patronato republicano.
Herederas de la tradición borbónica que había intentado transformar a los sacerdotes, y en particular a los curas rurales, en agentes civilizadores, las nuevas élites culturales y políticas criollas intentaron apuntalar sus proyectos con el respaldo del aparato eclesiástico.
De allí que en la Argentina del siglo XIX fueran favorables a la conservación del patronato incluso fervorosos liberales, que postulaban en teoría la separación del Estado y la Iglesia.
Esto explica por qué la designación del primer obispo de Gualeguaychú, todavía en el primer tramo del siglo XX, emanara primero del gobierno argentino, mediante un decreto ley.
Recién en 1966, por un acuerdo con el Vaticano, en Argentina se puso fin al patronato sobre la Iglesia Católica.