REFLEXIONES NAVIDEÑAS
Regalos de nochebuena
Esta noche no es solo una noche de domingo. Creyentes, agnósticos, ateos, son atravesados de uno u otro modo por una fecha particularmente importante.
Luis Castillo*
Aquella frase que solemos escuchar con cierto desdén acerca de que la Nochebuena es una noche más, una fecha comercial, una fiesta más si se quiere; a todos aquellos que la esgrimen con mayor o menor énfasis, me permito darles la razón.
Es una noche más, apenas eso. O una noche menos.
Tan noche cualquiera como cualquier noche, en la que nos acostamos con la incertidumbre de no saber si acaso será nuestra última noche. Un filósofo a quien admiro profundamente solía afirmar que para morirse no es preciso estar enfermo sino vivo.
Tenemos tan devaluado el concepto de nuestra propia existencia que desestimamos el valor de cada instante, sin darnos cuenta de lo invaluable de los mismos.
La liquidez cultural ha calado tan hondo que no percibimos que se licúan hasta nuestras propias horas. Paradójicamente, nos inunda la vacuidad.
Lo efímero se adueña de los tiempos. Las urgencias se amontonan esperando momentos más propicios que no llegarán nunca.
El día de la madre es todos los días, se argumenta el día de la madre, a sabiendas (o no) de que eso significa que no es ninguno.
Navidad son todos los días. Nochebuena deberían ser todas las noches. Sí, es verdad. Es así. Tan indiscutible como toda tautología. Tan estéril.
Esta noche de 24 de diciembre puede ser tan especial como cada uno quiera que sea. Tan intrascendente como cada uno quiera convertirla.
Si esta noche ―como cada noche― alguien regala un minuto de su tiempo a quien precisa de ese instante único (aunque quizás pueda ser uno mismo quien precise de ese momento de introspección y de silencio); si esta noche alguien regala una sonrisa, un gesto de amor, una mirada, una gota de su sangre; si esta noche alguien comparte un pedazo de pan, un momento de escucha, un apretón de manos; si esta noche alguien susurra o grita “te quiero” a quien espera esas palabras, si esta noche alguien cierra los ojos con la sensación de paz de haber hecho algo bueno, esta no será una noche más.
Ni una noche menos. Será como como cada una de las metafóricamente interminables Mil y una noches: única, irrepetible y quizás, eterna.
*Secretario de Cultura, Deporte y Juventud