LA COMENTADA COLOCACIÓN DE UN BUSTO
Menem y Milei, una comparación que resiste un montón de análisis
Fue polémico el expresidente y disruptivo. Nadie le podrá negar eso al riojano de patillas pobladas que se comió en un pancho al aparato peronista. Forma parte de los debates eternos de la política argentina, repuesto ahora por la colocación de su busto en la Casa Rosada y ungido por Javier Milei como el mejor de los últimos 50 años.
El episodio que se escribió en la Casa Rosada debería no ser más que un acto institucional que cada presidente le debe hacer a uno anterior. Nada extraño, alejado de consideraciones políticas e ideológicas, y sólo circunscripto a lo institucional. Claro que pedirle eso a la política argentina suena a ciencia ficción. Ni siquiera la muerte es capaz de juntar a quienes tuvieron el privilegio de ocupar la máxima investidura. Cómo iba el busto de Menem quedar al margen de las discusiones. Y no está mal, la historia siempre tiene múltiples lecturas y sólo el tiempo permite ver con claridad los acontecimientos. El período menemista no es la excepción.
Pero el debate sobre los años de Menem, deja resto para asomarnos a lo que pasa hoy, y la identificación de Milei y sus elogios, analizar sus pasos. Los que dio y los que pueden venir.
Menem fue un presidente disruptivo. Encaró, desde las antípodas ideológicas, la reforma más grande del estado nacional, firmó y acordó una modificación de la Constitución con Raúl Alfonsín y dio vuelta la política exterior de la Argentina, con las famosas ‘relaciones carnales’. Apenas asumido no tuvo empacho en borrar con el codo lo que había escrito con la mano: convocó a la derecha liberal con Álvaro Alsogaray y le dio el Ministerio de Economía a un ex directivo de una multinacional cerealera.
El volantazo ideológico provocó una crisis de identidad en el peronismo, aunque la mayoría terminó por aceptarlo. Recién el segundo año de su primer gobierno Menem pudo enderezar el barco hasta que llegó al puerto de Domingo Cavallo y su convertibilidad. La inflación bajó abruptamente hasta niveles desconocidos por la sociedad argentina, ya acostumbrada al flagelo. La contra cara fue el desempleo. La sensación de bienestar le permitió ser reelecto por amplitud en el ’95 y arrancarle la reforma constitucional a una oposición débil. El segundo mandato fue distinto con la crisis del Efecto Tequila, y la desaparición de los dólares producto de la venta de las empresas del estado.
Con financiamiento externo caro, todo se complicó, aunque nunca se atrevió a bucear una salida para la convertibilidad. El arquitecto que le dio forma, Cavallo, ya se había ido en malos términos y lo que hicieron sus sucesores fue administrador la ‘sobrevida’ de la idea económica. El final ya lo conocemos y llegó con De la Rúa que hizo campaña en el ’99 diciendo que no tocaría la convertibilidad. Una cosa eran las expectativas generales y otra muy distintas lo que decían los números.
El peso=dólar había muerto hacía rato, pero nadie se atrevía a firmar el certificado de defunción.
Menem generó un estilo de hacer política. Desfachatado, carismático, cercano a la gente. Dejó frases para la historia y hechos privados que fueron públicos como echar a su mujer de Olivos o la muerte de su hijo mayor en un episodio que todavía está en la oscuridad. Enfrentó decenas de casos de corrupción y él mismo fue condenado por la venta de armas a países latinoamericanos. Utilizó en sus últimos años el Senado de la Nación para quedar a salvo de los procesos judiciales e intentó, vanamente, volver al poder en el 2003, pero el grueso de la sociedad ya había dado vuelta la página. En corrupción, para algunos, lo que vino luego fue mucho peor. Y en economía la Argentina siguió barranca abajo, como un sube y baja, hasta llegar a la actualidad.
¿Hay puntos de contacto con Milei que lo admira? Menem no era un outsider de la política. Era un político profesional cuando llegó al poder. Milei sí lo es, no tenía pasado político cuando llegó a la Casa Rosada el año pasado. En eso son diferentes. Menem tenía una visión amplia del gobierno, aunque sabía que la economía era fundamental. Milei está obsesionado con la economía y sus horas se las pasa enfrascado en estos temas. Menem era capaz de juntarse con el diablo si a su gobierno le convenía. Milei parece estar lejos de eso, aunque el aprendizaje acelerado de cómo ser presidente y no morir en el intento, quizás lo lleve a otras tierras. En eso todavía son distintos.
En ideología son casi iguales. Alianza con Estados Unidos, libertad de mercado, estado en la mira y reforma laboral. El estadío de la sociedad argentina quizás sea distinto y más permeable a ideas que, en otra circunstancia del país, no hubieran tenido cabida. También los niveles de tolerancia a lo que se dice y escucha. Milei tiene menos poder político que el que tuvo Carlos Menem en sus comienzos. Los dos asumieron en situación de crisis casi terminal. Menem de Alfonsín y Milei de Alberto y Cristina. Hay un hilo invisible que los conecta y los supera, los argentinos. Cansados, angustiados y frustrados después de tantos fracasos.